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Zulema Manrique

Zulema Manrique / Mujeres de la independencia (1 de-2)

En la historia hacia la independencia del Perú, encontramos mujeres que contribuyeron a la gesta independentista de nuestro país. Llenas de coraje, fuerza y pasión, lo entregaron todo por un solo objetivo común, la Libertad del Perú.


1 Las Heroínas Toledo

Cleofe Ramos y sus hijas María e Higinia Toledo, quienes vivían en Concepción, Junín, pueblo que fue crucial para la independencia debido a su ubicación geográfica. Las Toledo vinieron de una familia económicamente holgada, accediendo así a la educación y con ello asumir roles decisivos en la conquista de la emancipación pues se encargaban de propagar sus ideas, objetivos y los principios de la libertad, de manera que el pueblo pueda entender y luchar juntos por la causa independentista. Estas mujeres fueron alcanzado su objetivo en la población, logrando que se organicen guerrillas y montoneras lo que inquietó a las fuerzas realistas cuando llegaron a la sierra central.


Es así como el 10 de mayo de 1821, los realistas a cargo del coronel Jerónimo Valdez deciden arribar a tierras juninenses por la margen derecha del río Mantaro, en el Puente Balsas, lugar donde las Toledo y un gran grupo de pobladores los esperaban para aquejarlos y evitar que ellos logren su cometido.


Fue así, al llegar los realistas empezaron a ser atacados por los juninenses liderados por las Toledo; muchos quedaron heridos y otros fallecieron, incluso Valdez en plena desesperación pedía que cesaran los ataques. No obstante, sus intentos por ingresar persistían y pretendían hacerlo por el Puente Balsas. Las Toledo cortaron las amarras de este sin levantar sospechas, los soldados realistas intentan cruzar el puente y es ahí donde a pocos metros de lograrlo, este se desploma cayendo al río los soldados impidiendo su ingreso a Concepción. Asimismo, esta victoria dio pase a que los habitantes indígenas huyan a la selva y las fuerzas de Álvarez de Arenales quedaran a salvo.


Era claro que los españoles no se quedarían conformes con ello y tiempo después las represalias llegaron por parte de las tropas de Valdés, quienes en persecución de las fuerzas patriotas cruzaron el Mantaro e incendiaron el pueblo de Concepción en Junín.


2. María Parado de Bellido

María Parado de Bellido nació en Ayacucho en el año 1777. Se casó con Mariano Bellido, con quien tuvo 7 hijos. Su hijo Tomás fue quien impulsó a que María Parado de Bellido y su esposo se involucraran en la guerra por la libertad del pueblo peruano.


Ella se encargaba de vigilar las tropas realistas y por su condición analfabeta le dictaba a un amigo lo que quería comunicar a su esposo y lo firmaba con su seudónimo “Andrea”, que servía para no alertar a las tropas realistas. Gracias a ello, los patriotas fueron avisados a tiempo para que puedan escapar de la incursión que tenían planeada las tropas realistas.


En una oportunidad, quien entregaba las cartas de María Parado de Bellido, se olvidó de hacer entrega de una, y la dejó en su saco. Los españoles encontraron el saco, revisaron la carta y reconocieron que era ella quién avisaba a los patriotas sobre las ubicaciones y planes que tenían para poder capturarlos.


Tras ello, la casa de María fue rodeada por las tropas realistas con amenazas de que iban a incendiar su casa en caso no revele información. Al salir de su casa, fue increpada e interrogada por los españoles, pero ella se negó a brindar información y decir el nombre de algún involucrado. Fue condenada a ser fusilada tras las actitudes que presentaba. El 1 de mayo de 1822 fue paseada por la plaza de armas de Huamanga y luego fue fusilada en la Pampa del Arco.


3. Brígida Silva de Ochoa (1767-1840)

Doña Brígida Silva compartía el probado patriotismo de toda su familia. En 1785, a los 18 años, se casó con el caballero cusqueño Francisco Ochoa Camargo, a quien imbuyó su amor patrio; de tal manera que alentó los auxilios que su esposa brindaba a cuantos cayeron en prisión durante la lucha por la libertad.


Pero nuestra heroína tenía entrada en todas partes, porque nadie se atrevía a sospechar de ella, por lo mismo que el mayor de sus hijos, Manuel Ochoa, prestaba sus servicios como oficial del cuerpo de artillería, acuartelado en Santa Catalina, al servicio del rey. Esta circunstancia la hacía insospechable y se le permitía la entrada franca al cuartel donde estaba prisionero su hermano, el coronel don Remigio Silva. Fue así como los patriotas tenían una noticia diaria de cuanto se disponía para sofocar el anhelo de libertad. Ello contribuyó a que los jefes de la escuadra optaran por un movimiento rápido que contribuyó a la victoria de Maipú.


Ella solo fue el enlace entre los patriotas y el coronel Torres en 1807; ella fue la que facilitó la evasión del párroco de Sica, José Medina, después del fracaso de los sucesos del Alto Perú, por lo que fue conducido a prisión su hijo menor, José Ochoa que, de la misma calidad espartana de su madre, no declaró el lugar donde se ocultaba su hermano José María Ochoa y los hermanos de doña Brígida; y en 1810, ella transmitió la palabra de orden a Anchoris y al cura Tagle.


Este último, refiriéndose al patriotismo de doña Brígida decía: “Ojalá todas las de su sexo hubieran coadyuvado como ella a formar la opinión pública, el patriotismo acendrado y el odio profundo a la tiranía”.


Ofrendó a su patria los más eficaces servicios, sirviendo a aquellos que, encerrados en oscuras prisiones e inmundos calabozos, esperaban que alumbre el sol de la libertad para que se abrieran las rejas que los guardaban. Sacrificó el último centavo de su fortuna en proporcionar víveres y vestidos a los prisioneros.


Declarada la Independencia, la junta de Purificación, declaró que doña Brígida Silva de Ochoa había prestado grandes servicios a la causa de la Patria. Y por decreto del 11 de diciembre de 1822, firmado por el general José de San Martín, fue declarada patriota, concediéndole el diploma consiguiente y la divisa del patriotismo.


Falleció en Lima a los 83 años después de una ancianidad gloriosa, pero dolida por su situación económica, pues se le había concedido una pensión de 30 pesos que nunca fue pagada con puntualidad.


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