La enfermedad de Alzheimer (EA) es la principal causa de demencia entre los adultos mayores. Se trata de una enfermedad de compleja patogenia, a veces hereditaria, que se caracteriza desde el punto de vista anatómico, por la pérdida de neuronas y de la conexión que existe entre ellas, a lo cual denominamos “sinapsis”.
Este deterioro se expresa clínicamente como una demencia de comienzo insidioso y lentamente progresivo, que habitualmente se inicia con fallas de la memoria reciente y termina con un paciente postrado en cama y totalmente dependiente. La duración de la EA es muy variable; se ha visto pacientes que fallecen postrados antes de los 4 años de iniciada la enfermedad, y otros que sobreviven más de 12 o 15 años. La sobrevida promedio es de 7 a 8 años.
Etapas del Alzheimer
• La primera se caracteriza por las fallas de la memoria. La falla más evidente es la pérdida de memoria episódica reciente, lo cual podemos comprobar al interrogar sobre sucesos recientes o con pruebas de aprendizaje de serie de palabras. También destacan fallas de la atención y de la concentración, así como también de la memoria remota y de la capacidad ejecutiva.
• En la segunda etapa se agregan los trastornos del lenguaje y las apraxias, que son la pérdida de la capacidad de llevar a cabo alguna función que se desea realizar. Es decir, se produce una disociación entre la idea (el paciente sabe lo que quiere hacer) y la ejecución motora (el paciente carece del control de la acción). En esta etapa el problema de la familia es cuidar al paciente. Existe una demencia severa, pero el sujeto conserva la movilidad y existe gran riesgo de accidentes. Si intenta cocinar, puede dejar el gas encendido; si sale a la calle, puede extraviarse; si se levanta de noche, puede desorientarse o caer. Por ello el paciente requiere cuidado permanente, día y noche, lo que resulta agotador.
• Y en la tercera etapa, el paciente queda incapacitado, postrado en cama. En esta última fase, la familia enfrenta dos graves problemas: el cuidado permanente que requiere un paciente totalmente dependiente y saber qué hacer si se presentan complicaciones con riesgo vital.
¿Es posible prevenir la EA?
Esta es una pregunta frecuente que se hacen los hijos del paciente, y es muy difícil de responder, sobre todo si nos planteamos la posibilidad de que la EA sea parte de nuestro ciclo de vida. Se ha dicho que el uso de estrógenos en la mujer postmenopáusica normal podría retrasar el desarrollo de una EA; lo mismo se ha planteado con respecto a los antiinflamatorios, a los antioxidantes, y al Ginkgo Biloba, sin lograr aún una respuesta clara.
Destaca sí, la importancia de la actividad, lo que junto a la evidencia epidemiológica de que la educación o un mayor nivel de escolaridad, disminuye el riesgo de demenciarse en la adultez. Lo cual permite suponer que si nos mantenemos intelectualmente activos podríamos prevenir la EA en alguna medida.
Alimentos que aumentan el riesgo del Alzheimer
Un nuevo estudio, publicado por la revista American College of Nutrition, reveló cuáles son los alimentos que aumentarían el riesgo de contraer la enfermedad de Alzheimer.
La doctora Uma Naidoo, psiquiatra nutricional de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, defiende que es necesario realizar una serie de modificaciones en nuestra dieta para evitar el desarrollo de enfermedades como la demencia. En un artículo para CNBC, Naidoo destacó cinco alimentos problemáticos: azúcares añadidos, alimentos fritos, carbohidratos con alto índice glucémico, alcohol y nitratos en las carnes curadas. Explicó que limitar el consumo de estos elementos puede "combatir la inflamación y promover la salud cerebral, así como pensar y tomar buenas decisiones".
1.Azúcares añadidos
El consumo excesivo de azúcar a largo plazo en nuestra juventud puede potenciar déficits neurocognitivos en la edad adulta, mientras que las dietas ricas en azúcares simples, particularmente durante el desarrollo, están asociadas con un aumento de la inflamación cerebral, el deterioro de la memoria y una menor plasticidad del hipocampo, es decir, la parte del cerebro que controla la memoria. Las fuentes más comunes de las que obtenemos estos azúcares incluyen refrescos, bocadillos bajos en grasa e incluso caldos preparados, aderezos para ensaladas, kétchup y salsas para pasta.
2. Carbohidratos con alto índice glucémico
Los alimentos ricos en carbohidratos (como el pan y la pasta) son procesados por nuestro cuerpo como el azúcar, lo que significa que también pueden aumentar el riesgo de depresión. Sin embargo, los nutricionistas no recomiendan eliminarlos, por lo que la calidad de los que ingiramos será muy importante. Los carbohidratos con un IG alto incluyen patatas, pan blanco y arroz blanco. La miel, el zumo de naranja y el pan integral son alimentos con un IG medio. Los alimentos con IG bajo incluyen vegetales verdes, la mayoría de las frutas, zanahorias crudas, frijoles, garbanzos y lentejas.
3. Alcohol
El consumo excesivo de etanol está relacionado con un mayor riesgo de demencia y Alzheimer, al promover la acumulación de proteínas en el cerebro, y puede acelerar el deterioro neurocognitivo y las deficiencias en la función ejecutiva.
4. Alimentos fritos
Los alimentos rebozados, empanados y fritos no son los deseados por nuestro cuerpo. De hecho, un estudio realizado a más de 18.000 personas reveló que una dieta a base de fritos estaba relacionada con puntuaciones más bajas de memoria y cognición. Ello podría deberse a los efectos de la inflamación que dañan los vasos sanguíneos. Como alternativa, se puede optar por versiones horneadas o al vapor.
5. Nitratos en las carnes curadas
Usados como conservantes y para realzar el color de las carnes como el tocino, el salami o las salchichas, los nitratos se relacionan con la depresión. Un estudio reciente sugiere que los nitratos pueden alterar las bacterias intestinales de tal manera que inclinen la balanza hacia la posibilidad de sufrir un trastorno bipolar.
Referencias:
- t13.cl/noticia/tendencias
- nia.nih.gov/espanol/hoja-informativa-sobre-enfermedad-alzheimer#:
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