Tomamos miles de decisiones cada día: qué ropa te vas a poner, qué vas a comer, qué camino tomarás para ir al trabajo, dónde guardarás tu vehículo, qué vas a decirle a tu pareja, etc. Pero claro, no todas las decisiones tienen el mismo impacto en nuestra vida. Grandes decisiones como continuar o no con una relación, estudiar un máster, cambiar de empleo, tener un hijo, comprar un auto o mudarnos son cuestiones que pueden marcar nuestra vida. Si revisas en tu pasado y encuentras malas decisiones este artículo puede ayudarte. Aprender sobre la toma decisiones no te garantiza no volver a tomar malas decisiones. Pero conocer qué factores te llevan a tomar decisiones irracionales y aprender algunas estrategias puede ayudarte a tomar mejores decisiones en el futuro.
No existe ninguna ley que asegure no equivocarse, pero sí consejos que nos ayudan a reducir riesgos.
En mayor o menor medida, es normal equivocarse en el mundo de los negocios. Lo importante es saber aprender de los errores y ser capaz de identificar los factores que conducen a tomar malas decisiones. En el universo business, se es lo que se decide y se decide lo que se es. "El peor enemigo de un ejecutivo a la hora de tomar decisiones es él mismo, ya que somos las personas las que provocamos que nuestras elecciones sean adecuadas…o no", nos explica Pablo Maella, consultor, coach de alta dirección y coautor de 'Con la misma piedra' (Empresa Activa), libro en el que se analizan los errores básicos que se cometen a la hora de decidir. "La decisión va unida a la posibilidad de error y este es un hecho que hay que asumir. Hay quien no lo hace por miedo a equivocarse, pero si no nos encargamos nosotros ya lo harán otros en nuestro lugar… y no necesariamente mejor".
Las circunstancias que principalmente afectan a la hora de tomar de decisiones son las siguientes:
1. No ser realistas
Uno suele decidir convencido de la racionalidad de sus actos, pero en multitud de ocasiones éstos no responden a perspectivas realistas (ya sea porque existe falta de información, porque no se han valorado las consecuencias adecuadamente o por tener expectativas poco fundamentadas). También es posible que el gestor esté boicoteando la decisión subconscientemente porque está tan convencido de la idea que, sin saberlo, está desdeñando la información real que desaconseja esa línea de actuación.
2. Decidir según las modas
La filosofía de imitar lo que hace todo el mundo, aunque no estén en tus mismas circunstancias, puede tener desastrosos resultados. Resulta fácil dejarse llevar y seguir las estrategias que a otros les funcionan en vez de idear una a la medida de la realidad de la organización, del mercado o del producto con el que se está trabajando.
3. Ser demasiado impulsivo
No tomarse tiempo para valorar los riesgos, estudiar las características del mercado o confiar demasiado en el instinto hace que la toma de decisiones se convierta en una ruleta rusa. Actualmente, la rama del neuromarketing está muy interesada en determinar hasta qué punto nuestras elecciones conscientes están condicionadas por factores de comportamiento que escapan a la racionalidad.
4. Dejarse llevar por la presión del tiempo
En el mundo empresarial los tiempos son esenciales. Llevar a cabo algo no puede dilatarse eternamente, pero tampoco precipitarse. Ejecutar una acción clave impulsado por el tiempo o temiendo perder una oportunidad puede constituir un sesgo muy importante en la idoneidad de la decisión. En estos casos, los expertos aconsejan que es preferible no hacer nada a hacerlo con premura, ya que siempre es mejor errar por omisión que después de realizar un gran desembolso. Rectificar es de sabios… y muy costoso.
5. Vivir atado a tu sistema de creencias y valores
Cuando un directivo dice tener una buena idea, difícilmente le harán cambiar de opinión la realidad o las expectativas más favorables. Abundan los casos de empresas que se embarcaron (o no) en diferentes proyectos por estar convencidos de que éstos eran una idea brillante. Desde la aventura pizzera de McDonald's, cuyos directivos tuvieron a bien instalar hornos en sus restaurantes antes de constatar que lo que su público realmente quería eran hamburguesas,
6. No tener poder de decisión
En un mundo imperfecto, con información sesgada y comportamientos irracionales, uno no puede pretender tener un manual para tomar decisiones. Querer acertar plenamente puede llevar a que las resoluciones se produzcan a destiempo o a que sean tan garantistas que aporten beneficios ridículos. Decidir exige cierta agilidad para aprovechar las oportunidades que se presentan en el momento preciso, pero sin soslayar la racionalidad y el proceso de análisis necesario.
Referencias:
studylib.es/
psicologiamalagacentro.com/
revistagq.com/la-buena-vida
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