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Yaneth Arteta / Perú ¿país de violadores?


¡No!, el Perú no es un país de violadores


La violencia contra las mujeres en su modalidad de violación sexual, se ha ido incrementando en nuestro país, es así que el Ministerio Público registra cada hora 3 denuncias por violación sexual, estimando que 72 mujeres son violadas en un día, y al año aproximadamente unas 25 mil, de las cuales casi el 85% son menores de edad, cifras que inevitablemente nos aterrorizan.


Ningún motivo, ni fundamento, ni justificación son válidos ante este hecho execrable, y aun cuando estas cifras se van incrementando, tampoco es justificable el calificativo que le han otorgado a todo un país, al Perú, por estos abominables actos, ¨Perú país de violadores¨, que con cierta frecuencia se escucha en los medios de comunicación de alguna u otra forma.


Miles de peruanos y peruanas, hombres, mujeres y niños estamos luchando contra este flagelo, demostrando comportamientos morales y éticos en nuestro diario vivir, que nos alejan de una situación de violencia sexual y otras, donde el respeto y la tolerancia como importantes valores se hace parte de nuestro cotidiano, lamentablemente siendo infringido por algunos miserables que ocasionan la violación, y en otros casos ayudados por cómplices que ocultan estos hechos deleznables, experiencias que no son ajenas en nuestro país.


Una situación de violencia que injustamente ha llevado a etiquetar a ¨todo un país¨ con un absurdo e insultante calificativo, tal vez tengamos que entender que es una manera de “llamar la atención” sobre esta situación, pero no es la forma; no se están midiendo las consecuencias y el efecto negativo que está causando dicho título peyorativo, sobre todo en poblaciones de niños y adolescentes, los que se preguntan ¿país de violadores? Al respecto, en mi experiencia de trabajo con adolescentes, en uno de los muchos talleres en diversos temas de salud, los chicos me preguntaron, -¿porque nos llaman país de violadores?, claro algo sorprendida repregunte: ¿Dónde lo escucharon o leyeron? y respondieron –en la televisión, en la radio-, entonces vino las aclaraciones del caso, probablemente querían “llamar la atención” para evitar las violaciones a niños/niñas y mujeres y otras víctimas, como lo escuche en muchos colectivos sociales y medios de comunicación, aclarando que dicha designación no era correcta bajo la premisa de que se asumía la generalidad.


Salí del ambiente y me fui pensando en la pregunta y más aún en el efecto que probablemente estaría causando en su etapa de vida. A los tres días en otra presentación de un tema de salud sexual y reproductiva nuevamente salto el tema y ya no era pregunta, más bien era una afirmación, miss ¨si somos un país de violadores entonces eso es normal¨ (risas entre los chicos y chicas), y nuevamente cabe una explicación reflexiva al respecto.


Intranquila al salir de la reunión, pensaba que la desafortunada “etiqueta” probablemente ya entraba como una idea circular entre los adolescentes o por lo menos se estaba posicionando como tal, ¿un país de violadores, de feminicidas y de otras acciones criminales? Pues no, no es justo este calificativo que denigra el pensamiento abstracto de los adolescentes, que lejos de llevar a una introspección de la conciencia sobre un comportamiento valorativo en la medida de ensalzar la dignidad humana en su más fina trascendencia como persona (hombres, mujeres u otra identidad sexual), acuda más bien al fichaje implícito de “transgresor o malhechor” e ineludiblemente pudiera ir alimentando una cultura colectiva de la violencia.


Rita Segato, escritora antropóloga reconocida investigadora de origen argentino, da cuenta de un estudio realizado entre violadores en una cárcel de Brasilia, “qué pasa por la cabeza de un violador”, cuya explicación alude a que la violación es cultural, claro una conclusión como muchas más que se da entre otros estudios, pero que no deja de tener una fuerte dosis de preocupación, cuando de alguna forma con los encasillamientos que otorgamos: “país de violadores” puedan tener consecuencias culturales nefastas a mediano o largo plazo, generando víctimas de su propia cultura y al mismo tiempo agresores, comportamientos que a toda costa se debe evitar, repensando las intervenciones públicas en la prevención de la violencia en general.


Y aun cuando la violencia en toda su configuración si bien trasciende el tejido social, educativo y la salud principalmente, rotular su enfoque a todo un país como violador es irracional e inmerecido. No, el Perú no es un país de violadores, nuestro Perú es un país grande, noble, en historia, en cultura, costumbres, su gente, su geografía, su comida, entre otros logros bien merecidos y lo que más necesitamos para sacarlo adelante es una sociedad civil y política sinérgicamente confluentes en la medida que contemplen no solamente el crecimiento económico y social, también contenidos verdaderamente educativos y no estigmatizantes que solamente contribuyen a agudizar la violencia destruyendo a la sociedad; en el momento actual y de mucho sufrimiento con la pandemia azotándonos con todas sus fuerzas, proclamemos acciones válidas y valoradas que nos animen y ayuden a eliminar acontecimientos de violencia, sin marginaciones ni señalamientos.


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