Fomentar el espíritu crítico en los jóvenes
A propósito de las recientes acontecimientos en el Perú, vemos y escuchamos a jóvenes y adultos “opinando” sobre política y otros temas que hoy les preocupan, igualmente lo hacen nuestras autoridades en todos los niveles del gobierno, buscando con sugestivas recomendaciones o propuestas se resuelva la problemática social, económica y política hoy existente, no obstante en la mayoría de ellos, las opiniones como libertad de expresión, todavía carecen de un profundo sustento de información conocimiento y análisis, que los mantiene alejados de un “espíritu crítico”, el cual cimiente una transformación social verdadera que emerja en su más legitima libertad.
Pues en buena cuenta las diversas “opiniones” cuando trascienden más allá de lo particular, no dejan de llevarnos a una caótica existencia más que a una evolución favorable, dado que la opinión es un punto medio entre la ignorancia y el conocimiento (Platón), y en evidencia pareciera que está más cerca de la primera, cuya manifestación es un continuo escenario de anarquía y desorden, que subsume a nuestra sociedad; entonces la causa subyacente de lo que hoy expectamos, es el desinterés por la búsqueda de la información, del conocimiento y la sabiduría, que si nos inclinamos hacia la adopción de ellos, nutrirían un espíritu crítico y reflexivo, sin que ello merezca antes una profunda introspección que propicie políticas que revolucionen el interés principalmente de niños y jóvenes hacia la búsqueda del conocimiento en el entorno educativo.
Necesitamos mover la tierra y sacar la mala yerba, sembrar y enraizar el conocimiento y la sabiduría como hábito vital, e inteligentemente advertir la trascendencia más allá de la mera opinión. En este marco, hago extensivo un artículo muy interesante “Como fomentar el espíritu crítico de los jóvenes sin convertirlos en opinadores de todo” (publicado en bbc.com/mundo/noticias-55031619, el 22/11/2020 / Autor: Francisco Esteban Bara)
Cuenta la historia que Sócrates era conocido entre sus conciudadanos como "el tábano de Atenas". Se dice, además, que estaba encantado con ese sobrenombre porque le describía muy bien: su misión era la de aguijonear al personal a través de preguntas y explicaciones de esas que incordian y que, sobre todo, despiertan. Eso sí, al gran filósofo griego le salió muy caro el poner a pensar a determinada gente que, en verdad, prefería seguir durmiendo. A este "tábano" que no para quieto hay que darle cicuta, acordaron. Sin embargo, su espíritu crítico ha dado como resultado una de las mayores revoluciones de la historia.
Esa invitación a pensar con criterio -preguntarnos el por qué las cosas son así y no de otra manera, tratar de descubrir verdades y desmantelar falsedades, y no dejar de decir, como él mismo hacía, "solo sé que no sé nada"-, no tiene parangón.
Básicamente, porque el espíritu crítico nos libera de la ignorancia, es decir, de cualquiera o cualquier cosa que pretenda pensar por nosotros; y ya sabemos que estamos rodeados de personas y dispositivos tecnológicos dispuestos a tal cosa. Ciertamente, no hay como conversar con personas en las que anide ese espíritu, ellos nos enseñan todo lo dicho y nos demuestran que hay gente con la que es muy placentero hablar. Nuestro actual y mayoritario modo de pensar en la educación, esa voz que indeterminada y envolvente que nos marca el camino, apuesta por el espíritu crítico.
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