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Yaneth Arteta / El virus viaja en avión


Hoy, espantados, vimos una vez más la “democracia” del comportamiento humano, incidiendo en las clases medias y altas en su gran mayoría -por no decir total-, en los aeropuertos del país, cuyo afán de viaje -vital o no- se mostró en un hacinamiento increíble, tanto en ambientes de los terminales aéreos como en las propias naves. Aun cuando los usuarios llevaban los protectores faciales indicados, no es suficiente si es que no se cumple con el distanciamiento social, cuyo resultado catastrófico es posible que desencadene en el creciente número de muertes por esta infección.


Quiero citar a Byung-Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. El filósofo realiza un análisis interesante de la pandemia desde diversos puntos, entre los cuales rescato dos importantes que nos lleva a someterlos a un engranaje con nuestra realidad:


a) “El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social”. Personal: Es cierto que la enfermedad y la mortalidad acaece con más frecuencia entre los pobres que entre los ricos o de clases acomodadas, sin embargo las circunstancias actuales exigen conductas que linden con la prevención o el autocuidado de la salud en todos los sectores sociales; no obstante, el comportamiento entre los peruanos muestra una gran cuota ¨democrática¨ de riesgo y transmisión del virus, cuyo resultado recaerá entre los que menos acceso tienen a un mejor sistema de salud y entre los más vulnerables.


b) “La pandemia no es solo un problema médico, sino social”. Personal: El Estado puede implementar camas UCI y de recuperación, así como más personal sanitario en la medida de salvaguardar la salud de los peruanos, pero esa cuota es un aporte de media proporción, dado que la otra mitad está en la población, en tanto que el incumplimiento y carencias sanitarias de un lado y el incumplimiento de medidas de autocuidado de la población del otro, no contribuirá a derrotar al enemigo en común. Nos vemos en un escenario de dos frentes soplando una pluma.



Son dos frentes que ya vienen con carencias, y aun con ellas, casi es imposible la congruencia y engranaje para dar mayor soporte al sistema en su conjunto, y hoy con un nuevo equipo de ministros, como hacer que ambas fuerzas tengan un imbatible contingente para cohesionarse en la lucha contra el enemigo, y no se antagonicen y más bien promuevan la expansión del virus. Es que nuestras carencias humanas y sanitarias no son de hoy, ni de un año atrás, son un legado de decenas de “democracias” las que implacablemente han fragmentado el tejido social; son parte de una historia de décadas las que nos ha moldeado al movimiento del viento, o de atractivos intereses creando conductas básicamente consumistas, que sin ser malas, han desplazado el comportamiento más profundo consiente y racional ser humano, a un actuar por deber.


Hay necesidades, conductas consumistas si las hay, pero ellas se materializan en un accionar sólo de “derechos”, sin preconizar con los deberes. Tenemos derecho a la salud, sí la tenemos, pero en la medida de optar por la práctica de deberes, y solo así será posible acceder al derecho, entonces y a manera de transacción de deberes se permitirá la justicia, y en estas circunstancias de pandemia, mi deber será entre otros, tomar distancia física y acatar las normas independientemente de la clase social, en el lugar que circule, el aeropuerto o terrapuerto, no podemos vivir sometidos por el virus, pero si debemos vivir sometiéndolo a nuestro actuar consiente y aun sea por un deber de prevención, como habito humano. El virus también se transporta en primera clase, y no busquemos la “justicia” del acceso a la salud cuando se incumplen los deberes. Pero eso no es lo peor, lo inmisericorde es pisotear el derecho del que se protege cumpliendo su deber de ciudadano.


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