Agricultura peruana: entre brechas y promesas
Resumen
Estudiar e interpretar la agricultura peruana equivale a sumergirse en dos mundos completamente contrarios; uno de prosperidad y creación de riqueza basado en el rol promotor del Estado, que junto a la inversión privada están posicionando al Perú como país muy competitivo en el contexto mundial de la agroexportación; ello equivalente a 9,200 millones de dólares de ingresos y generando casi 800 mil puestos de trabajo con salarios superiores a los de la economía; y la contraparte, al que aún le falta mucho por crecer en cuanto a entendimiento e interpretación, que afecta a las mayorías minifundistas, que mantiene una cultura productiva tradicional, ofertante de alimentos para los mercados nacionales, con una productividad precaria, son algunas de las herencias de los últimos 50 años.
Frente a ello, por ejemplo, para los productores maiceros de la costa, se debe alentar programas orientados a establecer cultivos que aseguren rentabilidad sostenida, así como la generación de un programa agresivo de tecnificación para la selva; no hacerlo es seguir condenando a la miseria a nuestros productores. Para productores de los cultivos andinos existe gran oportunidad para incursionar en grandes mercados, pero condicionado de cerrar las brechas productivas y económicas existentes, sinónimo de una relación diferente del Estado con la agricultura.
En este escenario, el análisis para el caso del maíz amarillo duro y un grupo de 9 cultivos andinos es valioso, en tanto se reafirma la tesis que la agricultura mayoritaria sigue sin encontrar aquel importante rumbo que puede y debe jugar en el proceso de globalización (nuevas ofertas) y competitividad (beneficios para la sociedad); este caminar sin rumbo, expresada en la existencia de brechas negativas en producción y comercialización, termina generando una pérdida total de 1,179 millones de soles anuales. Es una pesada herencia que el gobierno y la administración sectorial están en la imperiosa obligación de revertirla.
I Introducción
El Perú es un territorio privilegiado por sus comparadas ventajas y beneficios agroclimáticos, confiriéndole una vasta biodiversidad como pocos países del mundo la tienen; sumado a ello, el riquísimo legado cultural y tecnológico en materia agropecuaria heredado de las culturas precolombinas e incas. Con esas oportunidades disponibles nos preguntarnos una vez más: ¿El Perú, está en capacidad para ser potencia mundial agroalimentaria?
La mejor demostración que el Perú si está en capacidad se ve reflejada al haberse convertido hoy en día en uno de los más importantes productores de frutas y hortalizas para el mundo, con un valor de las agro exportaciones de cerca de 9,200 millones de dólares (2021) con tendencia a seguir creciendo; así como se suman los casi 800 mil empleos generados con ingresos entre el 40 al 60 % de la remuneración promedio nacional.
Estos logros cuantitativos se vienen cimentando en el aprovechamiento de miles hectáreas del desierto costero incorporadas a la producción agrícola a lo largo de estos últimos 25 años; posible tanto por las leyes promotoras para la inversión privada, como el respeto a la estabilidad jurídica, el rol proactivo y acompañante del Estado (SENASA) en la búsqueda de mercados y por la apertura económica-comercial del Estado. Dejando de lado las llamadas aperturas ideológica-política que fueron sugeridas por gobernantes y políticos partidarios.
Expertos en materia agraria coinciden sobre la necesidad de continuar esta política para consolidad una agricultura moderna, demandando además que los gobiernos asuman un compromiso de acción serio y pensado frente al agro tradicional, el de las mayorías, y dejen propuestas de acciones desarticuladas que, lejos de fomentar una agricultura competitiva, la siguen hundiendo en brechas crecientes de exclusión técnica, económica y social. Antagónicamente, esa falsa política agraria ejecutada desde la década de los 70´s ha convertido al espacio agrario en el más grande centro de pobreza y exclusión, constituido por más de 1.8 millones de productores de la llamada agricultura familiar. Ello se les ha complicado por las políticas cargada de matices reivindicativos para, supuestamente, convertir la agricultura en una actividad rentable e inclusiva; hoy para lograrlo, sus mentores gubernamentales expresan la necesidad de ejecutar la llamada “2da Reforma Agraria “la cual pretende restringir las importaciones de productos agrícolas bajo el argumento de una mal entendida soberanía y seguridad alimentaria, para proteger a los productores nacionales; ello acompañado de otros anuncios técnicamente intrascendentes.
Esta dualidad generada por parte de los gobiernos de turno para influir sobre la percepción y acción para la agricultura ha dado pie a la existencia de dos grupos de actores agrícolas, relacionados por un lado a la llamada agricultura moderna (empresarial) que sustenta la agroexportación que genera divisas y posicionando al Perú como ofertante en los mercados globales; y, por otro la otra agricultura que los teóricos llaman “ahora” agricultura familiar, que es la ofertante de productos para el mercado interno, que es pobre y técnicamente atrasada como resultado de las brechas técnicas y económico que terminan agudizando la dependencia alimentaria y empobreciendo a millones de familias agrarias.
Por ello, se hace necesario contribuir para un mejor y racional entendimiento de la realidad agraria nacional; contemplando diversos cultivos ubicados a lo largo de los andes peruanos, que juegan un rol importante en la composición de la oferta alimentaria familiar y constituyen una oportunidad importante para reducir la brecha de dependencia externa para abastecer plenamente la demanda interna generando ingreso a las economías andinas, hoy empobrecidas. Una mirada diferente, que incentive decisiones políticas para con el agro, contribuirá en el corto plazo a enrumbar acciones con criterios de eficiencia económica.
Para mejor entendimiento reflexionemos sobre: (a) Maíz amarillo duro que ocupa tierras de alta calidad pero con rentabilidad entre 25 y 30% para el productor maicero de la costa, mientras que un cultivo de agroexportación genera rentabilidad entre 80 y 200 % anual; y, (b) un grupo de cultivos andinos, que por brechas técnico – económicas genera anualmente a los productores andinos (los más pobres) pérdidas del orden de los 750 millones de soles; brechas que son generadas por omisión, desconocimiento e indiferencia gubernativa; brechas en oferta que terminan generando importaciones por un valor cercano a 85 millones de dólares .
Aquel agro socialmente gravitante está ávido de una verdadera política económica; y el lograrlo depende de la participación de todas las personas e instituciones relacionales, con conocimiento y experiencia, apoyados por el respeto irrestricto a la propiedad, el fortalecimiento institucional público y que, con las nuevas formas empresariales a promover por el Estado, juntos se logre el ansiado desarrollo agrario, sinónimo de riqueza y bienestar.
Referencias:
Los autores son
- Víctor Vásquez Villanueva, Mg.Sc. Economía Agrícola, Economista. Director de importantes proyectos de desarrollo rural públicos y privados. Gestor de exitosos modelos de agro negocios de asociaciones de productores. Docente universitario. Conferencista, entre otras. Colegio de Economistas de La Libertad. Universidad Nacional Agraria La Molina.
- Jaime Salomón Salomón, Dr. en Administración Estratégica, Ingeniero Industrial. Gestor y director de importantes empresas privadas y organizaciones públicas. Docente universitario de post grado (UNI, USIL, PUCP).
- Jhair Vásquez Oroya, Ingeniero Agrónomo, Asistente de Investigación del Instituto Nacional de Innovación Agraria. Consultor del Servicio Nacional de Sanidad Agraria - Inocuidad Agroalimentaria. Inspector Sanitario programa mosca de la fruta.
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