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Foto del escritorAnálisis Efectivo

Víctor Vásquez / Jaime Salomón / Jhair Vásquez / Agricultura, brechas y promesas (3 de 7)

2.2. Agricultura extensiva y el sacrificio de la competitividad

En promedio, anualmente son cosechadas 256 mil hectáreas; su distribución señala que la región costera representa el 37 % con 95 mil hectáreas -destacando las regiones de Ancash (17 %), Ica (16 %), Lima (10%), La Libertad (9%) y Lambayeque (8%). La región selva representa el 63 % de las cosechas nacionales -sobresaliendo los departamentos de San Martin (9%), Loreto (9%) y Cajamarca (5%), que han mostrado un constante crecimiento (Anexos: Tabla A. 2).

En cuanto a la producción interna de maíz amarillo duro, la información estadística muestra la existencia de una relación inversa entre superficie cosechada y los volúmenes de producción: la región costera contribuye con el 64 % de la producción nacional mientras que el 36 % restante, está en la región de la selva. Que en promedio producen 1,26 millones de toneladas anuales.

En cuanto a la estacionalidad de la producción se dice que presenta fuerte concentración en cuatro meses del año, representando la de junio – julio el 23 % de la producción nacional; y, el 17 % entre los meses de enero – febrero.

La productividad promedio es de 4,937 kilos/hectárea, indicador que se caracteriza por marcadas desigualdades al interior de los espacios productivos (costa o selva) y también al interior de las regiones productoras (departamentos). Específicamente, la productividad promedio de la región costera es 8,506 kg/ha, variando entre 3,450 kg/ha (Tacna) y 10,780 kg/ha (Ancash). La productividad promedio en la región selva es de 2,845 kg/hectárea, valor que equivale tan solo al 57,6 % del promedio nacional, variando entre 1,636 kg/ha (Pasco) hasta 3,997 kg/ha (Junín). Las diferencias en los niveles de rendimiento se resumen por su alta variación que es del 597,7 %.


En cuanto a los precios en chacra se sabe que éstos son reflejo de variables como la estacionalidad de la producción, la distancia de los mercados de consumo e indirectamente también de la aplicación del sistema de franja de precios; así se aprecia por ejemplo que los precios en la región selva, especialmente en departamentos alejados como Puno, Pasco, Cuzco, Ayacucho y Apurímac, a pesar de tener los más altos precios en chacra para el maíz, son “mayores” precios que no terminan de incidir positivamente en los indicadores productivos. Se puede afirmar que son ofertas locales perfectamente alineadas a las demandas locales, con una variabilidad que llega al 150,7%, reflejo de la estacionalidad, la desarticulación de los productores frente a los mercados y la ausencia de servicios de pos-cosecha (Anexos: Tabla A.2).


2.3. Brechas negativas: ¿somos competitivos?

Las variaciones existentes en dos variables claves, como rendimiento y precios en chacra, señalan la existencia de marcadas deficiencias (brechas) en la producción y rentabilidad que terminan por generar baja competitividad; ello es la razón suficiente para la creciente dependencia vía importaciones las que aumentaron en el periodo 2000 – 2020 en 333 %, pasando de 854 mil toneladas a 3,70 millones de toneladas importadas. La variación de rendimientos y de precios en chacra reflejan un 579% para el primero y el segundo con 150%, configurando severas deficiencias técnicas y económicas a las que enfrenta la producción maicera nacional (Tabla 2).


Las brechas confirman la precariedad tecnológica de dicho cultivo caracterizada por la ausencia de servicios técnicos para el manejo, donde solamente el 6,6 % de las siembras (17,600 hectáreas) se hacen empleando semilla certificada, así como que el 75 % de productores maiceros desean fortalecer sus capacidades en el manejo tecnificado de su cultivo , entre otras demandas.

La brecha negativa productiva queda cuantificada en aquellas regiones productoras cuyos rendimientos son menores al promedio nacional; así se tiene que el 68,2 % del total de superficie cosechada, equivalente a 174,853 hectáreas, presentaron una brecha negativa productiva que, de acuerdo a la teoría de la producción, conduce a afirmar la existencia de una subutilización del recurso tierra (Tabla 3). El impacto por la subutilización de la tierra, en términos de volumen de producción, equivale a una menor oferta local de 366,881 toneladas de maíz, que representa el 29 % del volumen nacional producido de maíz. Los ingresos brutos dejados de percibir por los productores maiceros, resultante de esa brecha negativa, sumaron 333 millones de soles. Urge debe definir una política pública para el maíz amarillo duro.


La brecha económica es negativa –vía precios en chacra- y es resultado del precario nivel de articulación que han desarrollado los productores frente a los mercados; al respecto factores como la presencia mayoritaria de agentes intermediarios, la alta informalidad por parte de los productores maiceros, el nulo acceso a información de precios y mercados, así como la ausencia de asociatividad, terminan configurando que el 55,4% de la producción comercializada está desventajosamente articulada al mercado reflejándose en los menores precios recibidos por los productores de 700 mil toneladas que son vendidas a menores precios, constituyendo una real pérdida para los productores. Monetariamente, se valorizan en 45,6 millones de soles constituyéndose en menores ingresos para los productores de maíz, pero contribuyendo a la reducida rentabilidad y baja competitividad (Tabla 3).


En resumen, de los resultados derivados de la existencia de brechas productivas y económicas en el cultivo del maíz, a nivel nacional, se puede concluir que: (a) La brecha productiva impacta en una menor oferta nacional equivalente a 366 mil toneladas de maíz, generando pérdidas (ingresos dejados de recibir) de 334 millones de soles; (b) El 55 % de la producción nacional presenta serias deficiencias de articulación al mercado, que generan pérdidas de 46 millones de soles; y, (c) Los impactos directos e indirectos, resultantes de estas brechas, suman un total de 379 millones de soles, pérdidas que las asumen los consumidores intermedios y finales.


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