El Perú y su democracia entre dos fuegos
corrupción e impunidad
1. Democracia es Libertad, pero nunca corrupción
Para resumir el entender de Democracia, se dice que es un sistema y forma de convivencia social, donde sus miembros son libres e iguales y sus relaciones sociales quedan establecidas conforme a mecanismos que garanticen este pleno ejercicio; es decir, una forma de gobierno o de organización estatal, donde las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo, mediante mecanismos de participación directa o indirecta, confiriendo de esta manera la legitimidad a los elegidos como sus representantes.
Sin embargo, todo lo que signifique democracia, poco servirá cuando en su práctica se anidan conductas inmorales y antiéticas por parte de los elegidos como representantes; entonces, el primer gran reto en el camino de construir y fortalecer la democracia, es internalizar la necesidad de una reconstrucción moral y ética desde el propio Estado y los ciudadanos. Lograrlo y consolidarlo siempre será la única y mejor forma de ejercer una plena libertad, permitiendo, además, el libre y eficiente desarrollo de las relaciones económicas, empresariales, sociales, políticas, institucionales, jurídicas y demás en la sociedad.
Una mirada a nuestra historia republicana, nos muestra que la democracia en el Perú nunca ha tenido raíces sólidas. Son muchos más los años en que hemos sido regidos por gobiernos impuestos, sean éstos civiles o militares, que por autoridades auténticamente surgidas de la voluntad popular.
Son, además, poquísimos los casos en nuestra historia en que los gobernantes civiles, han concluido exitosamente sus experiencias de gobierno. Sin ir más lejos, presidentes tan respetables y que habían despertado tanto fervor popular al ser elegidos, como José Luis Bustamante y Rivero y Fernando Belaunde Terry, terminaron víctimas de golpes de estado seguidos de largos gobiernos militares.
Resulta muy útil esta mirada, a las dificultades históricas de la construcción de la democracia en el Perú, para recordar a quienes ejercerán el gobierno, las complejidades y dificultades que habrán de enfrentar; y, asimismo, para que quienes queremos fiscalizar a las nuevas autoridades tengamos una perspectiva más realista de lo que se puede conseguir y exigir.
2. Democracia sin calidad, factor de exclusión
En los últimos dos años han surgido voces y manifestaciones ciudadanas que son capitalizadas por dirigentes y políticos de pensamientos izquierdistas, radicales y moderados, y otros desde el propio Congreso de la República, señalando la necesidad imperiosa de aprobar una nueva constitución política, el asidero para ello, es señalar que los problemas sociales y políticos tienen su origen en la Constitución que data desde 1993, específicamente en el actual modelo económico.
A la luz de sus resultados se puede afirmar que, el punto central del problema no es la conveniencia o no de mantener el modelo económico, el problema central está resultando en la mediocre/pobre calidad de nuestra democracia, en donde los pilares de representatividad y control no funcionan apropiadamente, esta debilidad acrecienta la degeneración de los roles y funcionamiento del propio Estado y, consecuentemente en el propio sistema democrático, cuya expresión en los ciudadanos es la creciente desigualdad3 en términos de oportunidades, marginación y exclusión, de amplios sectores de la población.
En una economía de mercado, versada en la actual Constitución, la extensión de las brechas de desigualdad, al margen de los riesgos propios de quienes actúan en la lógica del mercado, existen por el mal funcionamiento del Estado que, a pesar de existir mecanismos e instituciones4 creadas para corregir éstas distorsiones, su no actuación es porque estas instituciones están sometidas a intereses particulares y, cuando no, de quienes están llamados a fortalecer la democracia, autoridades y políticos.
Insistimos en señalar que el país, resultado de una precaria Democracia, vive una desigualdad disfuncional lo que da pie para que amplios sectores poblacionales, tengan suficientes razones para confrontar al sistema en tanto representa todo lo opuesto a una real democratización de la sociedad. Pretender negar esta realidad, es alentar para que el problema siga persistiendo y dando pie para que las posturas antagónicas se profundicen; ahora, quienes apuestan por labrar y superar estas anomalías disfuncionales, saben que se enfrentarán a las respuestas del propio sistema, quien hará de todo para defender sus cuotas de poder sin importarles que éstos sean fuentes de exclusión para los ciudadanos.
En estas circunstancias, es imposible hablar de una adecuada distribución de la riqueza, ello no puede ser atribuido al modelo económico, sino a la disfuncionalidad del Estado, disfuncionalidad que en resumen va generando categorías de ciudadanos, unos pocos en condiciones del ejercicio pleno de sus derechos económicos, civiles, políticos, mientras grandes mayorías seguirán al margen, de los beneficios5 que se esperan de la práctica de una real y verdadera democracia como sistema.
Resulta importante recordar, que el actual sistema democrático disfuncional que vive el país, está condicionando al Estado en la incapacidad de ejercer sus responsabilidades constitucionales, como son la atención de las necesidades básicas, asegurando la universalidad y calidad de los servicios para la población, como también un desarrollo armónico en los territorios. Finalmente, en este escenario vivencial del país y de sus ciudadanos -antes comentado- siempre se tendrá una Democracia limitada, pobre y de mala calidad, como la peruana.
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