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Juan de Dios Guevara / Tiempo de cambio (1 de 2)

Foto del escritor: Análisis EfectivoAnálisis Efectivo

Nos acercamos a un nuevo año, lleno de dudas e incertidumbres, por la pandemia, que no se conoce con que nueva variante se presentará y/o se acabará. Por los cambios tecnológicos, que ya durante la pandemia, a muchos nos ha cambiado el modo de vida. ¿Qué más cambios vendrán? Por el cambio climático, cada vez es más notoria su presencia, y la urgencia de solucionarlo, por la sobre vivencia de la especie humana. Por una población con más esperanza de vida, a la que no se la puede dejar de lado en su envejecimiento, -pensiones, trabajos, protección, cuidado, y no al desamparo-. Por crisis políticas, cada vez en el mundo se les quiere menos a los políticos, se lo han ganado a pulso. Por crisis geopolíticas, aún existentes en el mundo, en especial el Medio Oriente. Por el mayor número de migrantes, refugiados, obligados a salir de su territorio, en búsqueda de un mundo mejor. Y por el mayor incremento de las desigualdades en el mundo.


Esto es lo que nos está tocando vivir, y por más motivos que se tengan por desear un mundo mejor, para el próximo año, no se ve en el panorama mundial, la receta que pueda arreglar tan grandes y graves problemas. Complicado que es cambiar el mundo hacia un futuro más justo, seguro y sostenible. Pensadores diversos, expertos, reconocen la necesidad de cambio, y plantean propuestas, cómo empezar el cambio por uno mismo. El mundo amerita con la realidad actual, pos pandemia, una visión y misión al futuro, diferente a la que se concebía antes de la pandemia.


Michael Sandel, premio Nobel de Economía 2001, profesor de Harvard, autor del libro “La tiranía de la meritocracia”, y que participó la semana pasada con la conferencia magistral inaugural: ” La recuperación económica pospandemia y las brechas en el crecimiento global” en el XXXII Seminario Anual de Investigación CIES (Consorcio de Investigación Económica y Social), “¿Cómo superar los retos del Bicentenario hacia el desarrollo sostenible?”, que se realizó con gran éxito por la calidad de los expositores y la buena organización, afirma que en las últimas cuatro décadas, la meritocracia ha dominado el desarrollo socio económico en Occidente. Es decir, la teoría que defiende que, si te va bien en la vida, es porque te lo has ganado y, si te va mal, es porque no has trabajado lo suficiente. Sin embargo, en un mundo en el que la diferencia entre ricos y pobres se agranda día a día, el autor se cuestiona si esta doctrina es la más justa posible. Cuestiona la mal llamada meritocracia por no existir igualdad de oportunidades. Haciendo creer a los que les ha ido bien, que es por su mérito y no necesariamente es así, volviéndolos arrogantes, y desmoralizados a los que no lo han logrado.


El cambio sostiene, debe ser cómo reconocer mejor a la gente y la importancia del trabajo. Esto nos ha hecho ver la pandemia, apreciar la cantidad de gente importante, en la sanidad, en la distribución, en la agricultura, servicios, que sin ellos no hubiera sido posible que el mundo siguiera funcionando. El trabajo es un modo de contribución y reconocimiento como persona. La democracia no es que seamos iguales, sino que las diferentes clases y orígenes se encuentren entre sí, y se relacionen a lo largo del día. Lo importante es incorporar a la ciudadanía, y para eso la importancia del discurso público y el valor ético, para hacer una sociedad en que todos tengamos dignidad en el trabajo que hagamos.


Considera que el político no es bien visto en la democracia, a nivel mundial porque la gente quiere hablar de valores, de justicia, sobre: ¿Qué hacer con este aumento de la desigualdad?, ¿Qué nos debemos unos a otros cómo ciudadanos?, ¿Cómo encontrar políticas qué puedan hacer por el bien común?, y no quiere ver sus disputas, por intereses personales, su afán de figuración, lejanas de los intereses del pueblo. La gente quiere que la actividad política se centre en hacer una vida mejor para él y los suyos y para todos, procurando la generación de trabajo, y que todos sean conscientes de lo que significa la dignidad del trabajo. Esa es la alternativa a la tiranía de la meritocracia. Una vida pública orientada para el bien, por la obligación de devolver a la sociedad lo que hemos recibido.


El mundo pide cambio, es un sentir general, lo aprecias en los diarios, revistas, noticieros, libros, conferencias, conversaciones, por dónde vayas. Se notan claramente las deficiencias del sistema, por las enormes diferencias de calidad de vida entre los seres que habitamos el planeta, y que, con la pandemia, se han resaltado, por lo que los líderes, deben contribuir de manera decisiva a que el futuro sea más equilibrado y sostenible. Los empresarios deben reconsiderar su relación con el dinero. Pensando en el dinero principalmente como un medio de intercambio, no como un objetivo en sí mismo. Pensar en resultados a largo plazo, y eso significa confianza. Tantos gremios empresariales, de la pequeña, mediana y gran empresa, deberían ponerse de acuerdo y alcanzar una propuesta al gobierno de lo que significan: el 80% de las inversiones totales, el empleo que generan y cuanto más pueden seguir invirtiendo y generando empleo, si conocen con claridad las reglas de juego. ¿No pueden en el siglo XXI conversar, lograr un acuerdo por el bien del Perú? ¿Por qué no somos más proactivos, más ganadores? Hablando claro. Entendiéndonos entre peruanos. Esos miedos inventados, se aclaran hablando sin temores, francamente, en mesas de trabajo. Resulta bien aburrido escuchar repetidamente, sin mayor sustento, de que es un gobierno comunista. Que vamos a seguir el camino de Venezuela. Y lo repiten como una monserga, sin que ese comunismo que dicen vivir, se los prohíba.


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