En enero 2022, Lima cumplió 487 años de fundación española. Aunque, cabe resaltar que su territorio ya cobijaba población desde mucho antes. Durante la última etapa de la colonia y en su inicio republicano, se fue asentado en Lima el peso de un Estado centralizado. Este fue reforzado más aún en determinados momentos históricos: luego de la guerra con Chile, a inicios del siglo XX durante la república aristocrática, en el gobierno de Augusto B. Leguía, el gobierno militar de los 70 y de Fujimori durante los 90. Y el proceso descentralizador de inicios de S. XXI no lo ha tocado. Si hay un territorio en el país que soporta el mayor peso de un estado centralizado es la propia Lima: la centralización está vinculada más con el poder político que con el ámbito geográfico.
Así, este Estado centralizado no ha permitido a Lima contar con un verdadero gobierno de su ciudad y de su territorio. Los principales servicios están en sus manos: salud, educación, seguridad, agua y saneamiento, transporte, energía, desarrollo económico. Por otro lado, se diseñaron gobiernos locales como instancias menores sin mayor protagonismo. Creados además sin mayor racionalidad económica ni espacial.
Sin embargo, con duras y amargas lecciones estamos aprendiendo qué para este estado centralizado (representado por el Poder Ejecutivo y Legislativo), Lima no ha estado ni está presente en sus preocupaciones y prioridades. Por eso tenemos una ciudad que ha crecido desordenada, sin planificación ni articulación. Haciendo “agua” por muchos lados. Lima, nuestra ciudad, no puede depender de un estado centralizado. Tampoco optar por una estructura fragmentada que divide y genera mayor inequidad en su territorio.
Ante esta realidad, urge una reforma estructural del gobierno de la ciudad. Necesitamos de un nuevo modelo de gobernanza. Quizás la mejor celebración que nos demanda la ciudad, es la de tomar conciencia respecto de su futuro, que es el nuestro. Es hora de apostar por un verdadero de gobierno de la ciudad que tenga por objetivo transformarla e integrarla, no solo en su propio territorio y con las demás ciudades del país, sino también para que pueda estar insertada en las ciudades que hoy lideran la región y el mundo. Una Lima moderna, sostenible y global es lo que nos merecemos.
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