Cuatro de cinco no votamos por el mal mayor o menor.
No era razonable asumir que ninguna opción lideraría el esfuerzo necesario para adoptar las reformas institucionales y de políticas públicas que necesitamos. De hecho, la mayoría de dichas reformas ni se enunciaron. Que se las hayan creído quienes las propusieron no las hacen válidas. No lo eran. Eran aire caliente por lo general.
La teoría de elección pública es clara: las instituciones son las que eligen. Sin ellas manipulan grupos. Alberto Vergara los ha llamado tribus monoteístas, cuyo objetivo es destruirse. Eso hacemos.
Y están los otros grupos de interés, claro: narcos, mineros ilegales, pesqueros ilegales, taladores ilegales, traficantes de tierras, “zonificadores” a pedido y otros. Ellos ya ganaron en cualquier escenario. Sólo esperan que acabe la última función del circo electoral para seguir en el Perú que sí avanza.
El Perú, nuestro país, no va a desarrollarse. Y nosotros somos parte del problema. O porque no participamos en política porque es muy sucia. O porque nos pintamos la cara del color de una tribu y contribuimos a la confusión y el rechazo.
Calma. Piensen. Se gana con emociones. Una horda de blanquitos repitiendo lo que está hasta en la sopa de manera militante y ofensiva, ¿creen que suma?
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