El seguro agrario en su mayoría no beneficia al propio productor, sino a la entidad financiera que realizó el préstamo del capital de trabajo (el pago del seguro ante desastres se hace efectivo para cubrir las obligaciones del productor); no obstante, los costos (intereses de préstamos y costo del seguro) son asumidos por el propio productor, quien bajo este esquema tradicional de intervención crediticia y aseguramiento, se le carga de la responsabilidad del crédito y producción, de los costos incrementales que implican los gastos financieros y de contratación de seguro, los que superan largamente el margen que se paga por sus productos en campo; ¿es un beneficio o un perjuicio sistematizado?
Estos efectos son fácilmente comprobados a lo largo del país, en todas aquellas cadenas de productores “beneficiarios” de las intervenciones tradicionales; donde se obtuvo un resultado desviado del propuesto.
La presente propuesta tiene el objetivo de recoger las mejores prácticas de las organizaciones que han basado sus intervenciones por el lado de la DEMANDA, interviniendo como un bróker de mercado, para la venta directa de la oferta consolidada entre su red de productores (cadena de proveeduría); desarrollando para ello la base productiva que asegure calidad, productividad y tiempos de entrega.
Estas empresas realizaron transferencias tecnológicas, maquinarias (motocultores, pequeños montacargas), sistemas de riego, equipos, herramientas varias, entre otras.
Este círculo virtuoso, ha garantizado hasta hoy el desarrollo económico y social, así como la lealtad de sus integrantes, la que se basó en el financiamiento actividades asociadas a los beneficios incrementales que el “intermediario bueno” obtuvo por la venta de sus productos, pudiendo luego generar los siguientes beneficios a sus socios:
ü Programas educativos a nivel de familia productora, colaboradores para sensibilizar sobre buenas prácticas de responsabilidad social ambiental expresado en el marco de una agricultura sostenible y uso sostenible del recurso agua, que cumpla la normatividad de los mercados de destino (certificaciones orgánicas, sostenible, Comercio Justo, otras).
ü Educación Cooperativa: capacitación en principio y valores cooperativos a los socios y dirigentes.
ü Asistencia técnica en la producción, gestión y organización.
ü Sensibilización mantenida sobre el funcionamiento del programa, como un instrumento de desarrollo que pueda ir sumando a sus pares.
ü Sensibilización sobre los beneficios en formalización de actividades de venta de producción del campo por parte del productor y agricultura familiar (trazabilidad, beneficios en aseguramiento universal de salud, focalización de programas de emergencia social y desarrollo, entre otros).
Adicionalmente y de manera indirecta, este sistema de proveeduría vincula el aparato productivo y Mipymes (metalmecánica, carpintería, textil, calzado, servicios, entre otros), con la agricultura. Puede ser que un pequeño fabricante de equipos desee vender directamente su equipo al productor (sin intermediación de un banco), bajo este esquema lo podrá hacer, dado que el “intermediario bueno” los vincula, facilita el negocio y cierra la operación.
Es el momento de cambiar el modelo o paradigma de intervención de la mayoría de programas de apoyo productivo rural, dejar de basarse en oferta para basarse en demanda; esto implica cambiar de enfoque y actuar a través de los intermediarios, para llevar los beneficios al campo. Después de todo, quién mejor que ellos sabe cómo consolidar la oferta y dónde venderla, es hora de hacerlos socios estratégicos de la política pública de desarrollo productivo y rural.
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