Hace unos años atrás, fui invitado a un congreso en Cartagena de Indias en Colombia, la verdad es que sentí envidia (de la buena), la que busca replicar lo éxitos observados en nuestro país. Colombia ha logrado un desarrollo notable en torno al turismo, industrias culturales, explotación de recursos naturales y artesanías. Varias de nuestras capitales gozan de condiciones semejantes, y podrían ser explotadas de manera similar.
La intervención del concepto de las industrias culturales en la ciudad amurallada o casco histórico de Cartagena es fácilmente visible; no hay metro cuadrado en ella que no tenga algún tipo muestra: vendedoras típicas con cestos de frutas en sus cabezas, pregoneros de tisanas y refrescos, cultura viva a través de danzas y música al aire libre en cada plaza, múltiples calles, en más de 40 manzanas, con balcones llenos de enredaderas y flores que invitan a “selfiarse”, casas muy bien preservadas y matizadas con colores tradicionales que sirven de restaurantes (muchos de ellos peruanos!!!), carretas tiradas por caballo son el vehículo más común. Todo gira alrededor de la música, la gastronomía, los dulces típicos y artesanías. Una ciudad convertida en un parque temático con acceso gratuito.
Recordé que hace unos años participe en reuniones que giraban alrededor de las Industrias Culturales en el Perú y la Ley del Artesano. Las autoridades del momento defendían el patrimonio tangible e intangible de la forma más purista y absurda; “las infraestructuras no se pueden intervenir, si no es con técnicas y materiales semejantes a las originales”, sostenían, al igual que justificaban que los proyectos productivos en torno a las artesanías, no podían atentar el diseño tradicional (forma), materiales y técnicas ancestrales, pues esto era parte de lo que debía trascender en el tiempo. Hoy vemos consternados, como por esa inacción, muchas infraestructuras colapsan en nuestras principales capitales, sin que los privados hayamos podido intervenir (aunque queramos o haya recursos para ello), y por otro lado nuestras artesanías, en una estrategia clara de supervivencia, hayan cambiado en forma, materiales y técnicas, para tener algo de oportunidad en el mercado.
Ejemplos del error cometido, hay muchísimos: casonas que se han caído por fuerza del descuido de nuestras autoridades, la participación de la humedad climática y “orgánica”, incendios, movimientos telúricos, invasiones y tugurización, todo lo que nos ha hecho perder la oportunidad de tener lugares bien cuidados e intervenidos cuidadosamente, que preserven ese gusto por lo añejo al servicio de lo nuevo. Por su parte las artesanías más emblemáticas del Perú, las de Quinua de Ayacucho o las de Chulucanas de Piura, que por acercarse al mercado fueron abandonando lo tradicional, ahora muchas de ellas se fabrican en Lima, con moldes en serie, hornos eléctricos y pinturas sintéticas, han perdido esa identidad artesanal de fabricación local, moldeado a mano, horneado a leña y coloreado natural, que le daban el valor que añorábamos.
Tal como fue observado durante mi visita a Cartagena, las autoridades colombianas han perdido el temor a tocar el patrimonio tangible, ese temor que nosotros llevamos en la sangre como si de tumbas se tratara; y han permitido a la iniciativa privada intervenir en su totalidad, sí en su totalidad!!!, espacios históricos como es el caso del novísimo Centro Comercial “La Serrezuela”, que acaba de abrir sus puertas el pasado 28 de junio, en la ubicación de la antigua plaza de toros del mismo nombre, que fuera construida en la segunda mitad del siglo XIX. Aunque pueda parecer atrevida, en el 2015 fue demolida, para verla renacer el 2019 con usos más comerciales que les darán la continuidad histórica que todo patrimonio necesita para permanecer en el tiempo.
El caso de la artesanía no es muy distinto, se ha creado una empresa público-privada, llamada “Artesanías de Colombia SA”, adscrita al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (Equivalente a nuestro MINCETUR). A través de esta intervención se promueve y contribuye al progreso y desarrollo de la artesanía colombiana tradicional y moderna para mejorar su comercialización dentro y fuera del país. La clave de su trabajo se realiza en dos dimensiones: i) sobre el diseño, innovación y desarrollo, pero preservando los materiales nativos y las técnicas tradicionales; y ii) sobre el acceso a la demanda, abriendo tiendas en lugares comerciales de moda y con mayor turismo, acercando y visibilizando al productor a sus consumidores. Por ejemplo, en Cartagena cuentan con dos tiendas: una en la ciudad amurallada y otra (claro está), en La Serrezuela.
En Perú, ya hay experiencias en este tipo de intervenciones privadas sobre el patrimonio, la mayoría en ciudades como Lima (Centros comerciales en casonas históricas), Cusco (Hoteles en casonas y monasterios), y en Arequipa y Trujillo (Centros Culturales y de Convenciones en casonas históricas y monasterios). En artesanías, las intervenciones en diseño sobre Paja Toquilla de Catacaos, ha producido que dicho material y sus técnicas tradicionales de fabricación se usen para hacer productos más utilitarios y ornamentales; lo mismo el caso de la artesanía en piedra, madera y textil ayacuchana, cuyos nuevos diseños son más atractivos para las nuevas generaciones, y la máxima expresión del arte moderno y lo tradicional en la carpintería de los artesanos de Don Bosco, todos ellos con un gusto exquisito, que facilitan el trabajo de los diseñadores de interiores, para el deleite de los usuarios finales, nacionales y extranjeros.
Desde esta tribuna alentamos al MINCETUR a que a través de sus Centros de Innovación Tecnológica – CITES de artesanía, continúen con mayor audacia, frescura y decisión, en sus planes de intervención sobre el diseño, la promoción y el aseguramiento en la conservación de los materiales y técnicas tradicionales; que dicho sector releve su política de promoción de ferias y eventos temporales, para ser más atrevido y conformar tiendas que congreguen la producción artesanal peruana en un solo lugar, que permita a nuestros artesanos, servirse del sistema público para promocionarse (se lo merecen hace buen tiempo), y obtener en el trámite una remuneración justa por sus esfuerzos, así como para preservar el patrimonio nacional del país para las generaciones futuras.
También alentamos y prácticamente imploramos, al Ministerio de Cultura, propicie una política de intervenciones público privadas, quizá bajo herramientas como las APP en su variedad denominada “Inversiones en Activos”, así como también Obras por Impuestos, concesiones, entre otros, que permitan ver nuestras principales infraestructuras restauradas a su original esplendor. No es difícil, un país tan cercano al nuestro en sociedad, política y economía, es el principal ejemplo a seguir, miremos a nuestros vecinos y empecemos a imitarlos.
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