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Miguel Dávila / Una mirada al 2021


Esta semana inició con la noticia de vehículos incendiados en Espinar, las autoridades ausentes no dan una solución a la población, quienes claman por bonos dinero en efectivo para cubrir sus gastos prioritarios; un bono de S/1,000 para gastos de alimentación y salud, para 44,000 familias. S/44 millones, que piden sean cubiertos con el compromiso de la minera, de entregar hasta un 3% de sus utilidades para fines de desarrollo económico. Los ánimos se espinaron en Espinar, se metieron con la empresa privada, mensaje claro al Estado, por las buenas o por las malas, donde más te duele, la reactivación minera, principal baluarte de cualquier país primario exportador como nosotros en vilo.


¿Qué nos espera el 2021? El Covid19 y sus principales consecuencias: i) la crisis social basada en el pensamiento “sólo los que tienen plata se van a curar”; y ii) la crisis financiera que ya empieza a mostrar sus garras y colmillos; no están llevando a un panorama electoral incierto. El 2021 nos enfrentaremos a un escenario con las siguientes características: i) no hay partidos, y los que hay están partidos en distintas fuentes de poder; lo más cercano al pensamiento colectivo difundido es el Frepap; ii) los partidos no tienen candidatos, sólo pugnas políticas entre las caras viejas y las nuevas; y los candidatos no tienen partidos, aunque sin duda quieren postular; iii) estas elecciones son las primeras con claras limitaciones al financiamiento privado en las campañas electorales, así que el combate será en el canal del Estado y medios online, dado que la penetración tecnológica aún es baja al interior del país, sólo van a llegar los que tienen bases allá; iv) hay un divorcio entre la representación formal y los que ostentan poderes no formales; los hacedores de políticas son populares, más que apoderados; y v) estamos ante una nueva realidad, con una nueva agenda de discusión: salud, empleo, seguridad alimentaria, redistribución, educación, seguridad, que primará en el debate político.


El 2021, se va a parecer mucho a 1990, una elección en medio de crisis económica, el surgimiento (o la búsqueda, mejor dicho) de un outsider con una propuesta creible, digerible y fácil de explicar como lo fue en su momento: “honradez, tecnología y trabajo”, frente a un mensaje más intelectual y difícil de entender, aunque coherente con la realidad. El COVID y sus crisis post pandemia, nos empuja hacia una encrucijada montados al galope sobre la peor crisis económica de nuestra historia republicana, una encrucijada que nos lleva nuevamente con hambre a las urnas, y a los candidatos sin propuesta interesantes; de regreso a nuestra vieja normalidad, decidir el voto en la cola de la mesa de votación.


Nuestros gobernantes actuales han tomado el camino del gasto de gobierno, del expansionismo fiscal y monetario, el mayor de todos los tiempos y uno de los mayores del mundo en términos relativos. Pero, a pesar de tanto dinero sobre la mesa somos uno de los países que más ha caído en términos de PBI, ha generado un sobreendeudamiento del Gobierno Central y de sobre todo de las empresas, las que han empezado a tomar el camino de la quiebra. Los trabajadores están perdiendo sus empleos, y son esos trabajadores los que explican más del 55% del consumo y por tanto la demanda interna. El ABC de la economía reza, que la reactivación debe venir por el lado de la demanda, si no hay esta, poco resultado tendrá tener stocks sin mercado.


El gasto de gobierno se ha ido hacia la parte de arriba, a las empresas medianas y grandes que contaban con ciertos recursos para hacer frente a la crisis; se descuidó la cadena hacia abajo, donde se necesita y se encuentra la mayoría (el 90% de nuestro tejido empresarial son Mypes e informales). Los economistas estamos discutiendo sobre el proceso de recuperación, y este proceso tiene dos partes, uno de rebote o también llamado estadístico, que implica un retorno hacia el crecimiento, pero sólo hasta agotar los stocks; posteriormente luego de eso, el desempleo y el cambio de hábitos en consumo generará una bajada por efecto del consumo, de contracción de la demanda, que corre el peligro de dejarnos abajo por buen tiempo.


Debemos hablar menos de reactivación desde el lado de la oferta, que, hasta el momento a significado gasto de dinero, sin fijarse en la competitividad y productividad del sector empresarial. Este entrampamiento económico se resuelve activando por el lado de la demanda, y generando las condiciones económicas para reconversión productiva, producir aquello en lo que tenemos ventajas comparativas y competitivas, y sobre todo ser inclusivos, no vamos a lograr una real reactivación, con paz social, si es que no se considera a las bases, que son las que hacen andar al país.


La pandemia nos ha demostrado que la economía se cae apenas la demanda entra en cuarentena (una tautología en clases de economía), y que las personas más esenciales para que nuestra economía y servicios sociales funcionen son los más vulnerables, mal pagados y postergados.


Se necesita generar una reactivación con “pacto social”, con compromisos claros, cumplibles, y mostrar que se están haciendo las acciones para cumplirlos. Esta reactivación desde abajo, desde el campo, debe estar sustentada en la minería, Perú es un país minero y lo seguirá siendo hasta que cambiemos o fortalezcamos la matriz productiva de no tradicionales, industrializándonos. Hasta que eso suceda, somos primario exportadores, y siendo consecuentes con ello, es el motor que necesitamos arrancar, pero con la participación del campo. Un postulante al 2021 que no tenga claro este mensaje, deja la puerta abierta a movimientos radicales, que podrían ser el efecto secundario post pandemia.


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