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Martín González / Volver a creer


Un viaje desde Cajamarca- Perú hasta tus sentidos.

Caminando por el centro de Dallas, Tx encontré un pequeño espacio en el cual tus emociones creativas no pueden resistirse para aflorar. Pequeño y confortable para la experiencia de conocer productos orgánicos y naturales, así como el disfrute de su marcada influencia germánica en la diversidad de los platillos y productos típicos de alimentación que ofrece (Saumagen, Schweinebranten, Spatzle, Rouladen, Schnitzel Chicken), toda una delicia Bávara.


Lugar de buenos vinos en relación precio calidad sorpresas de vinos italianos y un par de vinos de la Rioja que no podían faltar en el exhibidor. Exquisitas carnes para los paladares más exigentes a ser acompañadas de un buen pan horneado en el lugar por Bárbara. En el centro de los pasillos apreciamos pequeños contenedores de madera con productos orgánicos de granjas regionales que promueven el mercadeo y sustentabilidad del estado de Texas y Oklahoma.


La visita al mercadillo transcurría sin ninguna novedad extraordinaria, nada especial que no fuera la sonrisa esbozada en mi rostro por haber encontrado por mera casualidad este destino de fantasías para el paladar. Llevaría tal vez en el lugar alrededor de unos 25 minutos cuando decidí retirarme debía acudir a una reunión y no está en mis esquemas la impuntualidad. Por lo cual apure el paso, no podía salir de ahí sin antes pasar a la barra de café y ordenar un buen espresso con un poco de leche de almendra o soja, cortadito. Transcurridos dos minutos lo tenía en mis manos, sorbí la primera vez, y no podía creer lo que estaba sintiendo en cada glándula de la boca. Cada átomo, cada molécula cuántica de mi cuerpo comenzaron a temblar creando en ello una descarga de endorfina, típica como resultado del agrado de las cosas que se combinan con recuerdos, aquello no había sido una explosión nuclear tradicional a base de uranio o plutonio, esto supera en mucho incluso a la creación rusa RDS-2200.


Ahí estaba, experimentando la gran detonación nuclear en el cuerpo, vaya qué café tan delicioso no dejaba de decirlo, y recordé que el mejor café del mundo (para mí, por supuesto) lo había saboreado en el Perú. Café La Cholita, Cuzco.


No pude evitar tratar de investigar el origen o procedencia de aquel delicioso grano de café, a lo cual, y por la inusual insistencia que me empeñaba en demostrar la gerente del lugar en ese momento Tori, terminó por decirme en voz baja casi susurrando, como queriendo guardar el secreto frente a los posibles oídos indiscretos de Klaus Fuchs. El café resultó ser procedente del Perú de la región de Cajamarca, y cultivado en la finca Churupampa propiedad de la familia Tocto Bermeo.


Y de nuevo volvía a creer que es en la disciplina administrativa, la revisión corporativa, la participación de lobby internacional, financiamiento a corto y mediano plazo, y a la organización de las comunidades productoras, lo que permite sembrar casos de éxito, como en este caso el café de Cajamarca, Perú.


Lo he sostenido en el campo, en las chacras frente a las organizaciones y autoridades, lo he compartido en las conferencias, lo he puesto por escrito en las investigaciones realizadas In Situ: “El Perú debe ser un referente para la venta, el desarrollo y la sustentabilidad en América con respecto a productos orgánicos y originarios” que no existen en otras partes del mundo y que ello, le genera en principio una ventaja de oferta internacional. El café, banano, cacao, quinua, jojoba, mango y maca, son una muestra.


Esa tarde finalmente regresé a mis actividades con una sonrisa que anunciaba el encuentro con un sueño hecho realidad: Consumir un gran café en los Estados Unidos.


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