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Foto del escritorMartín González

Martín González / Juegos Olímpicos bienvenido París 2024. 



Por algún momento imaginemos que pudiéramos encontramos en la antigua Grecia, frente a la imponente Acrópolis, justo ante nuestra mirada, los hombres practicando deportes en sitios cercanos que al mirarlos combinan a la perfección las habilidades del juego lúdico, recreativo y competitivo.

 

La antigua Grecia contaba con un sinfín de competiciones deportivas, todas ellas celebradas en lugares con una fuerte impronta sagrada. Estos se desarrollaban en Olimpia, Delfos, Corinto y Nemea, pero fue en los juegos organizados cada cuatro años en Olimpia donde nacieron los llamados Juegos Olímpicos, que presentaban la belleza del cuerpo humano.

 

Maratón, habría muerto de fatiga tras haber corrido 42 km hacia Atenas para anunciar la victoria sobre el ejército persa. En la ciudad, las mujeres esperaban aterradas saber si sus maridos salían victoriosos o derrotados por los persas en la batalla, debido a que los enemigos habían jurado que tras vencer a los griegos irían a saquear y sacrificar a las niñas.

 

México nos ofrece nuestro propio corredor excelso (Maratón) con gran belleza histórica descrita por Bernal Díaz del Castillo, quien nos incita a ver a Moctezuma con un grado tal de Tlatoani para los Mexicas, de quien dijo acostumbraba comer pescado fresco todos los días. Para lograr tal hazaña, Moctezuma tenía a su disposición un grupo de corredores de élite llamados “painanis” quienes desde la costa de Veracruz hasta la ciudad de Tenochtitlán (CDMx) hacían la travesía (poco más de 400 km) para que pudieran el Emperador obtener pescado fresco lo más rápido posible ante su mesa cada día.

 

La historia dio jirones y con el tiempo llego el siglo XIX, y con él, la insistencia de Pierre de Frédy, Barón de Coubertin, para poner de nuevo en el mapa a los Juegos Olímpicos. En junio de 1894, la Universidad de la Sorbona de París, acogió un encuentro entre Coubertin y los representantes deportivos de 11 países. Este fue el germen que dio fruto a los planes de restauración de los Juegos Olímpicos modernos.

 

Lo anterior va estableciéndose como una base para los derechos al deporte y la recreación. Naciones Unidas los reconocerá como derechos humanos al contenerlos en la Declaración de los Derechos Humanos en diciembre del año 1948 y, poco a poco irán constitucionalizándose en los más diversos países, hasta convertirse en derechos fundamentales.

 

Llegará la década de los 60’s, y con ello la incorporación de los deportistas Paraolímpicos, vendrán los primeros escándalos de dopaje, y las primeras discriminaciones al competidor transgénero. Atrás quedaban los Juegos Olímpicos de Berlín de 1938 organizados como una más de las fastuosas puestas en escena del régimen Nacional Socialista, y México 1968 se vestirá de vergüenza con la matanza de cientos de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, tan solo a unos días de la inauguración.

 

Arriban como lo hace el tiempo, implacable y por segundos, los Juegos Olímpicos de 1974 en Alemania, y Septiembre Negro convertirá la fraternidad en odio, la alegría en tristeza, y al movimiento olímpico lo hará pasar por uno de sus momentos más claroscuros. Moscú 1980 y los Ángeles 1984, serán los escenarios continuados de la guerra fría.

 

Dejemos por un momento la pasión por la diplomacia y la geopolítica, y demos paso a lo más bello del olimpismo del planeta, recordando en este sueño que iniciamos de pie frente a la Acrópolis de nuestros sueños, y veamos pasar cubiertos de gloria, y con corona de Laurel a Edwin Vázquez (Perú), al “Tibio” Muñoz (México), Jesse Owens (USA), Abebe Bikila (Etiopía), Nadia Comaneci (Rumania), Javier Sotomayor (Cuba), y Nina Apollonovna Ponomaryova (URSS).

 

Hoy podemos estar en Paz.

 

Los reyes magos llegaron con bien a la ciudad de Belén.

 

Buenas noches América. Dulces Sueños.


 

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