Al principio, oyeron las sirenas. Luego, se aproximaron a las ventanas de la plaza Murillo, eran los principales ministros de Bolivia que veían como los vehículos blindados y los soldados salían de ellos. Un escalofrío recorrió la espalda de Latinoamérica de nueva cuenta.
Instantes después, el presidente, Luis Arce, se dirigió a su círculo más íntimo “¡Estamos enfrentando un golpe de Estado!” antes de enfrentarse, cara a cara, al general que pretende apartarle del poder, según narran las crónicas del momento.
El intento de golpe fracasó (o al menos eso intentamos creer en el resto del continente que lo seguíamos desde lejos), duró tres horas y terminó con la detención del general rebelde, cuya motivación para el ataque parecía ser, al menos en parte en ese momento, el enfado por haber sido despedido por Arce el día anterior. Este hecho es el final de los problemas para Arce, ni de los retos a los que se enfrenta América Latina.
Exministro de Economía (Arce), asumió el cargo en 2020 en unas elecciones democráticas que parecían simbolizar un nuevo capítulo, más esperanzador, en un país que salía de un periodo de intensa agitación política. Ahora, más allá de una disputa con el ex general, en Bolivia se enfrentan a una economía en dificultades, crecientes protestas, críticas por el encarcelamiento de opositores políticos y división dentro de su propio partido. Atestiguamos en ello el anticipo de la continuidad en otros procesos políticos como en Venezuela, y sus próximas elecciones presidenciales del 28 de julio.
México, no se exime al efecto boliviano-bolivariano, ya que para la presidenta electa Claudia Sheimbaum, tal vez su mayor desafío no sea la preocupación que los militares mexicanos salgan a las calles (para arrebatarle el poder democrático) como en su momento (2019) el general Carlos Gaytán Ochoa lo declaró: “actualmente vivimos en una sociedad polarizada políticamente porque la ideología dominante, que no mayoritaria, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda, que acumularon durante años un gran resentimiento”.
Sino sea mantener algún tipo de equilibro de poder con su mentor, Andrés Manuel López, una figura titánica de la política mexicana que se piensa retirar de los salones del poder y que ahora lucha con Sheimbaum, y su equipo compacto de confianza por definir quiénes deben ocupar las carteras ministeriales más importantes para el sexenio 2024-2030.
López de 70 años, fue el primer presidente abiertamente izquierdista en México en el presente siglo, un socialista elegido en 2018 y líder del movimiento de regeneración nacional (MORENA) que lo llevo al poder, e integrante de la llamada marea rosa de políticos de izquierda que gobiernan gran parte del continente desde el año 2000.
Tal vez, sea momento de tener serenidad, aplicar profesionalismo político y extender una visión de estado para la primera presidenta de los mexicanos, la cual deberá recordar volviendo a Bolivia, que el general alzado Zúñiga era un hombre de mucha confianza del presidente Luis Arce, en otras palabras, el hombre de más confianza dentro de las Fuerzas Armadas fue el traidor.
No será entonces en los cuarteles militares mexicanos donde Sheimbaum libre su primera real batalla de poder, esta se dará en la llamada reforma al poder judicial en donde en los últimos años (López), ha centrado sus esfuerzos por establecer que ministros de la corte, magistrados y jueces están coludidos con la corrupción y la componenda de intereses oscuros que van en contra de la nación. La ministra presidenta (Norma, Piña) ha dado muestras de no quedarse de brazos cruzados.
Justo antes de terminar esta reflexión, algunas áreas del poder judicial han hecho un paro de labores por 24 horas para “garantizar sus derechos laborales”. La asonada en México no vendrá de los que llevan verde olivo, vendrá de los que llevan toga.
América duerme tranquila.
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