Doble tragedia para una misma persona.
Los informes privados publicados durante los últimos tres años en Latinoamérica por las asociaciones médicas, o por las organizaciones que trabajan con un enfoque en la discapacidad, y agradecimiento por aquellas que dedican esfuerzos en informar y educar a los distintos sectores de la población con relación a la ludopatía nos confirman las cifras devastadoras que nos negamos a observar. Cada vez más personas discapacitadas en nuestros países van encontrando en la adicción al juego (ludopatía) un espacio para refugiar sus esquemas humanos que los agotan e incluso conduce al suicidio.
La Organización Mundial de la Salud establece conservadoramente una estimación razonable que sitúa al 2% de la población mundial con problemas de adicción al juego.
La explosividad del fenómeno (discapacidad y ludopatía) se vio incrementado en cifras alarmantes de dobles ceros durante el proceso global del Covid-19. En tan solo 3 años se construyó el sector en el mercado del juego y la apuesta en torno a un poco más de 12 millones de personas en el continente americano que reúne la combinación explosiva Discapacidad y la Ludopatía.
Los países más afectados en los últimos años (2020/2023) lo encabezan México, Colombia, Perú, Argentina, Chile y Costa Rica quienes presentan aumentos detectables superiores al 1,000% de jugadores (ludópatas) con alguna discapacidad.
Sin tener cifras exactas sobre las cantidades monetarias de lo que representa para las casas de apuestas, plataformas electrónicas o casinos tradicionales la afluencia del discapacitado a sus servicios, lo que sí es documentable es una realidad de un nuevo consumidor que se le identifica como un “cliente adicto” y “de buena apuesta” según los gerentes de las casas de apuestas. Nuestros países cada vez se ven enfrentados al debate en los llamados temas “Tabú”. Nos resistimos a colocarlos en el tintero de la discusión social.
Es difícil aceptar la adicción (ludopatía) la cual, como cualquiera otra adicción viene acompañada de los sinsabores a los protagonistas directos y a los entornos familiares del adicto: Pedidas de vidas (suicidio por el juego), patrimonios personales en ceros y familiares agotados en el juego, acoso de la delincuencia por el uso de recurso (prestamos de dinero) para continuar el juego y la apuesta.
Sin embargo, estimado lector, tengo la impresión que es precisamente la discapacidad y la ludopatía uno de esos tópicos que lo mantenemos debajo de la alfombra para no enfadar a nadie. Es un tema en el cual es mejor no opinar porque deberíamos referir a una complicada dimensión humana y preferimos desviar la mirada a otro camino mientras miles de personas en nuestro continente con alguna discapacidad se encuentran realizando una apuesta en una tragaperra justo en este instante.
La ludopatía es una enfermedad que consiste en la incapacidad de controlar el deseo de apostar. Las consecuencias derivan en el desorden y la destrucción del capital económico, social y familiar de los involucrados. Colombia, por ejemplo, abrió medianamente el debate lo que significa que no desean que Medellín, la ciudad que aspiran a que sea la ciudad ejemplo de Colombia y un paradigma de urbanismo en un proceso de Paz y reconciliación para el resto del mundo, se convierta en las Las Vegas paisa.
La discapacidad y la adicción al juego (ludopatía) está creciendo tan silenciosamente en el continente que va convirtiendo poco a poco a los discapacitados involucrados en un sector poblacional atrapado en la tragedia humana de la vulnerabilidad y el desequilibro interno y donde a los involucrados les resulta complicado construir una escapatoria aspiracional de una vida en dignidad.
El hecho finamente es que la industria del juego se desarrolla en beneficio de poderosos grupos económicos y en algunos casos (concesiones de apertura de casinos) por sobre encima de la propia ley, ¿Qué mejor imagen de esta industria del juego y de su poderío que la fuerza y crecimiento del sector en los últimos 15 años de los casinos en México, bajo el esquema adoptado en el país por gobiernos de derecha?
Las leyes y el interés público están sujetos a quien posee el poder político (y ahora incluso económico a los nuevos dueños de la industria del juego).
En la ludopatía existe una estrecha relación entre lo lúdico y lo patológico. Posibles interrogantes acerca de sus diferencias y relaciones podrían resolverse basándose en la siguiente explicación: Mientras que en lo lúdico el individuo decide de manera voluntaria y autónoma cuándo, dónde y cómo iniciar, realizar y finalizar la actividad, en la ludopatía, donde ya aparece lo patológico, tal evento termina dominando al sujeto, para el cual es imposible tomar cualquier tipo de alternativa al impulso de jugar. A ello, incorporamos su discapacidad y la ecuación de fatalidad está conformada.
Las políticas públicas contra el juego compulsivo o ludopatía son consideradas tímidamente como un problema menor de salud pública en el continente y no existe en la percepción ciudadana una actitud crítica de los gobiernos en Latinoamérica por intervenir en el sector. No existen proyectos de investigación en las universidades para estudiar el fenómeno y realizar la difusión de campañas de prevención y sensibilización entre la población.
En México, como consecuencia del caos de la industria y los intereses a los que responde, no existe una política pública al respecto ni siquiera por parte de los propios corporativos del juego que la explotan; de esta manera, los jugadores compulsivos sufren las consecuencias de su patología, siendo abandonados a su suerte por DOBLE O NADA: Discapacidad y Ludopatía.
No le apostemos a la ruleta ni al póker, apostémosle a la educación e información, así vamos “a la fija” y le ganamos al azar.
Buenas noches conciencia, descansa por ahora en Paz 24 horas sin juego.
Gracias, Fundación Universitaria “Luis Amigo”, y BPFoundation International.
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