Venezuela es hoy es un país moribundo. Una sociedad que agoniza, con su cúpula militar, comprada. Pero el régimen de Maduro no sólo ha hecho eso. También le ha causado un enorme daño al vecindario. América Latina ha tenido que soportar un éxodo nunca antes visto. Las bandas delincuenciales de ese país han puesto en jaque a millones de ciudadanos de toda la región, generando una inseguridad galopante, y en algunos casos, un rechazo xenofóbico.
En el caso peruano, el asunto es aún más grave. La dictadura de Maduro se entrometió en la política peruana, financiando al partido humalista y muy posiblemente también a Pedro Castillo, contribuyendo a modificar de esa manera el panorama electoral en nuestro país. Es tal el repudio a lo ocurrido que países de izquierda, como Chile, e incluso Colombia y Brasil, no apoyan lo sucedido.
La OEA convocó a una reunión de cancilleres. Pero no logró aprobar algo tan elemental como solicitarle al gobierno de Venezuela que muestre las actas de votación. Este organismo demostró ser una institución incompetente para actuar cuando el pueblo de ese país más lo necesitaba.
Fue lamentable, penoso y hasta sorprendente que el director de la Asamblea increpara al canciller peruano haber hablado mucho tiempo al defender los valores de la democracia. De eso se trata, de defender la democracia. Lo que hizo el canciller, Javier González-Olaechea, fue lo correcto. Habló con la verdad, sin medias tintas, con firmeza y desde el sentir de millones de personas.
Pero más sorprendentes aún fueron las declaraciones del Defensor del Pueblo, que increpó al canciller el haber denunciado el fraude en Venezuela y haber reconocido como ganador a Edmundo González sin que la dictadura haya anunciado el conteo del 100% de los votos. ¿Qué tipo de Defensor del Pueblo es ese, que no se pone al lado de los derechos de una ciudadanía visiblemente afectada por la manipulación y el fraude? ¿Acaso no sabe que sólo en nuestro país hay aproximadamente un millón de venezolanos que fueron impedidos de votar? Un Defensor del Pueblo tiene la obligación de estar conectado con los intereses de la ciudadanía en cualquier circunstancia, escenario o lugar. No lo contrario. Por lo mismo, llama la atención las declaraciones de este funcionario que metió su cuchara sin que nadie le pidiera su opinión. Estas declaraciones, obviamente, han sido interpretadas como una forma de apoyo al autoritarismo venezolano. Hay que recordar que fue elegido con todos los votos de la izquierda parlamentaria.
Simón Bolívar consideraba que la moral pública era esencial para el funcionamiento de una República. En sus cartas y discursos se puede apreciar que condenaba la corrupción y resaltaba el diálogo y el intercambio de ideas como pilares de la sociedad.
Bolívar, además, creía en la libertad de expresión y en la prensa libre. Para él era prioritario alcanzar un gobierno eficiente. Para ello, a su vez, era particularmente importante promover la educación. El general, además, creía firmemente en la participación ciudadana, en el desarrollo de las libertades y en la integración de los pueblos latinoamericanos.
En Venezuela, la dictadura ha establecido exactamente lo contrario. El gobierno de Maduro está signado por múltiples acusaciones y sospechas de corrupción, su gobierno es absolutamente ineficiente, no se permite la participación democrática, se persigue y criminaliza la disidencia, la libertad de prensa ha sido notoriamente sesgada, y lejos de lograr una integración latinoamericana, Venezuela se ha convertido en una república aislada, con bajos niveles de educación universitaria porque los profesores han huido a otros países. Bolívar no entraba a las casas de la oposición y se llevaba a la gente secuestrada. Por lo dicho, la gestión de Maduro es esencialmente anti bolivariana.
Es hora de que Venezuela y América Latina reivindiquen al verdadero Bolívar, al auténtico visionario cuya imagen real es muy distinta de la que pregona de él la dictadura venezolana, una dictadura que manipula su nombre, su legado y su herencia política, un falso gobierno bolivariano que lejos de liberar al pueblo venezolano, lo mantiene en una cárcel de pobreza, sometimiento y fraude.
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