Polética: política y ética en los continentes sociales post pandemia.
Vivimos en la primera mega pandemia mundial del siglo XXI. Hubo otras que terminaron por una mezcla del ciclo natural de la enfermedad y la intervención humana dirigida por los Estados. Hoy es evidente que grandes conglomerados privados, sus propietarios y voceros, asociados, pero con tensiones y conflictos con sus Estados sede.
Empresas privadas o estatales verdaderos complejos dinámicos dominantes interterritoriales, científicos y tecnológicos, de comunicaciones, comercio e industria farmoquímica, tienen las “alturas dominantes de la economía”. Tienen la fuerza para imponer sus decisiones o que se las tome debidamente en cuenta, con excepción de Estados de partido único o de un poder político centralizado, como por ejemplo en Asia Pacífico.
Dos son las principales causas atribuidas a esta variante SARS, mutante denominada COVID 19 y su difusión indetenible hasta hoy. Una, humana, institucional, técnica, con o sin intención de “ingenio de daño o destrucción masivo”. Es indiscutible que no se tiene control suficiente para dirigirlo hacia objetivos precisos y que causen daño a quien lo usa o colateralmente a la población de su entorno. Pero hubo y hay gobernantes e “influyentes” que sostuvieron que lo que se escapó de un laboratorio era un medio de agresión. Abundan teorías llamadas conspirativas a partir de esta creencia. La conducta cerrada y las recientes declaraciones de una misión de investigación en el terreno de la OMS, muy golpeada por estos líderes y corrientes de opinión, no harán desaparecer estos relatos.
La otra causa, enarbolada por ambientalistas, ONGs y movimientos de protesta y reivindicación, unos anticapitalistas y otros no, unos particularistas, otros con discursos más generales, es atribuida a la degradación ambiental de diversos ecosistemas invadidos por actividad humana, desde muy sofisticadas e intensivas en capital técnico científico y financiero, sustitución de bosques naturales o usos no degradantes del entorno natural, hasta las acciones de los muy pobres o “condenados de la tierra” para su diaria sobrevivencia subestándar, en tierras, mares, lagos y ríos.
Al romperse los delicados entre ecosistemas naturales y entre éstos y los creados por el indetenible crecimiento demográfico y sus impactos negativos, desaparecen los controles naturales sobre agentes patógenos y pasan a habitar en los humanos con el riesgo y daño consiguientes. Es probable que esta lectura perdure y sea más compartida que la primera, porque se puede ver acciones de cooperación y comercio mediante negociaciones bilaterales y multilaterales que difícilmente pueden darse en medio de “guerras propagandísticas”.
Esta pandemia ha afectado a todos los Estados de la “estratificación internacional del poder”. La principal potencia militar y varios de sus aliados están tan afectados como sus adversarios. Hay desarrollos desiguales de contaminación y control desde la “primera ola”. Mientras tanto, las profecías, sueños, visiones e ideologías de un nuevo mundo por venir, chocan con hechos y procesos de siglos acelerados luego de las dos Guerras Mundiales, la implosión de la Unión Soviética, la declinación de la economía de la mega cuenca atlántica, el crecimiento de la mega cuenca del Pacífico en términos demográficos, económicos, tecnológicos, militares, culturales y religiosos o de iglesias no cristianas o católico occidentales.
Estas realidades condicionan y en casos determinan la declinación del multilateralismo limitado instituido principalmente por las Potencias Aliadas, se expresa en los miembros permanentes con derecho de veto del Consejo de Seguridad de la ONU. Hay un creciente multilateralismo por la pertenencia a la Organización Mundial de Comercio e instituciones asociadas, al Foro Económico Mundial, la OECD y tratados de libre comercio entre Estados aun políticamente muy diferentes, grupos de Estados con intereses regionales convergentes, pero también divergentes, caso de Asia Pacífico y Océano Índico.
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