Es evidente que existe un nuevo marco europeo y mundial contemporáneo en pleno e inacabado desenvolvimiento, en rigor nueva era en que periclita el orden mundial del mundo industrial y de la descolonización inmediata posterior a la Segunda Guerra Mundial, construyéndose a la par nuevas estructuras del poder planetario sin un nuevo orden multilateral.
Es porque no se ha estabilizado la “estratificación internacional de los Estados” —insistiéndose en que han aumentado los “países inviables” por causas globales, regionales e internas en que se refuerzan la corrupción, la ausencia de liderazgos representativos legítimos y efectivos para el bien público y bien común, la degradación ambiental, la desigualdad, pobreza y hambre— que se busca minimizar las migraciones de diverso orden incrementadas aluvionalmente por guerras en todos los continentes, excepto en América y Oceanía —aunque en nuestro continente son ahora tan masivas como de causas complejas que no se están superando—.
Dichos factores son inseparables de estructuras y sistemas económicos, sociales, políticos y culturales gravemente defectivos, combinados todos ellos directa o indirectamente al cambio climático desde la última centuria aproximadamente, debido al comportamiento humano en la producción y el consumo.
De ese complejo y enorme panorama, la citada guerra, cuyo teatro de operaciones militares aún está solo en Europa central, ha puesto en alerta roja el hambre, los sistemas agrícolas, ganaderos y pesqueros, y los fertilizantes que se necesitan y que a la vez muestran déficit en volumen y distribución y empleo eficientes y sostenibles.
Nótese que Bielorrusia forma parte de la fuerza de tarea rusa. También, que no solo la OTAN se expandió hasta la frontera rusa actual, sino que el asunto viene desde la división del mundo acordada por los aliados contra el eje Alemania-Japón-Italia, en que la URSS se quedó con enorme territorio, sojuzgando a Estados que tras la victoria aliada —desde Finlandia hasta Ucrania, y con estratégico enclave rusificado: Kaliningrado, Prusia oriental nada menos— han reiterado que no quieren regresar a la dominación rusa, sino seguir perteneciendo, con algunas discrepancias visibles, a la Unión Europea y la OTAN. Es más, tradicionales “neutrales” como Suecia y Finlandia, que siempre se defendieron de y en su pasado guerrearon con Rusia, quieren ser parte de la OTAN: La FAO está reiterando el advenimiento de crisis alimentaria y nutricional inclusive en Europa debido a millones de refugiados ucranianos, africanos y asiáticos.
La prensa mundial evidencia el renacimiento de “zonas de interés existencial de Estado”, “áreas subordinadas a un poder nacional extranjero o a un bloque de Estados” o viejas zonas de influencia, dominio, hegemonía, control o “neocoloniales”.
Hay nuevas crisis y oportunidades para unos y otros no solo en lo militar —nótese que las industrias militares siguen en alza en todo el mundo—, sino en otros campos inherentes o derivados de esa guerra y de diversos conflictos en áreas terrestres y marítimas clave para el comercio mundial, como los que —con diversos parámetros, conceptos y metodologías de las ciencias sociales, del arte y ciencia militares— evidencian semejanzas y diferencias.
La autosuficiencia, provisión sostenible, sustentable o durable de insumos que mejoren la agricultura, dependen de que no se continúen prácticas depredadoras y degradantes del ecúmene —en especial el cambio del uso de la tierra y el agua—, para actividades que cortan o dañan seriamente su proceso natural y de buena gestión en la costa, sierra y Amazonía; tanto por empresas y prácticas legales, informales e ilegales, que siguen creciendo por la complicidad o inoperancia de autoridades de los tres Poderes del Estado y tres niveles de gobierno para reprimir delitos, controlar excesos y apoyar buenas prácticas socioeconómicas.
Al mismo tiempo que ha crecido la ilegalidad como el narcotráfico, la tala ilegal y la mala minería, así como malas inversiones en construcción de infraestructura general y específica de apoyo, ha crecido el circulante y lavado monetario que se ve en todo el Perú —desde pequeñas operaciones hasta elefantes blancos, casinos y servicios de lujo para ricos y famosos de probada mala fama, por ejemplo, en Lima, Cajamarca o Andahuaylas—.
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