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Manuel Bernales / Vísperas, transiciones, incertidumbres (1 de 3)


Amplio y detallado análisis del mensaje presidencial. Para que las decisiones y medidas concretas del Presidente se vean con más claridad, probabilidad o certeza de realización, falta desde la escena oficial, el mensaje al Congreso que deberá hacer el Presidente del Consejo de Ministros solicitando el Voto de Investidura. A sólo un año de la salida del Gobierno, es indispensable conocer los objetivos y resultados concretos, sobre todo cómo y con qué se buscará realizarlos, habida cuenta de la reconocida brecha de gestión entre lo que se anuncia y lo que se hace y logra. Evidencias dolorosas enseñan a no creer en las reiteradas promesas: al fracaso de la reconstrucción del terremoto de 2007 se suma la fallida reconstrucción con o sin cambios de este ciclo de anuncios. También el incumplimiento de miles de actas de acuerdos de las llamadas mesas de diálogo prepandemia, particularmente en la Amazonía.


El tiempo vuela. Hoy más que hace poco. Los años tienen aspectos comunes y otros que los diferencian, pero este año es mundial y nacionalmente un parteaguas, un antes y un después para la humanidad y el Perú. Hay quienes sueñan con volver a la normalidad y sus ventajas o expectativas. Otros temen una nueva normalidad. Pero nadie sabe a ciencia cierta en qué consistirá esa nueva normalidad a escala planetaria, continental o nacional. Salvo que, en líneas fundamentales, para conocerla se requiere lo que parece no existir: muy buena inteligencia de Estado –pasada, actual y prospectiva o proyectiva evaluativa–, porque la complicación, mezcla o interrelación de procesos, factores y actores, ahora en contexto de cambio climático y degradación ambiental, requiere ser conocida en tiempo real, porque son rápidos y de complejidad creciente. El nuevo período mundial es disruptivo, riesgoso e incierto, pero se continúa mirando nuestra realidad como si hubiese empezado en los años noventa. Y para otros vivimos una nueva guerra fría a despecho de la realidad mundial.


En toda la semana abundaron comentarios de lo que dijo, no dijo o debió decir el Presidente. Permítaseme otra mirada que en parte coincide con las de personas de diferente orientación, en nuestra atribulada pero luchadora sociedad, y que, respondiendo a una profunda necesidad vital, busca sobrevivir y mejorar su seguridad y bienestar en varias de sus dimensiones o aspectos.


El mensaje tiene una lectura literal y otras más complejas. Salta a la vista su corte o foco interno, la circunstancia inmediata, pero la relación mundo-país, global-local, requiere ver y juzgar los entornos del pueblo y Estado peruanos. Lo segundo no ha sido materia sustantiva. Exponer el estado del país obligaba a ello. Su carácter triunfalista ha repetido tanto el binomio de retos y desafíos, que vienen desde PPK, como el anuncio de oportunidades que se aprovecharán mediante acciones "nunca antes realizadas". No hubo una sola frase de sincero reconocimiento de errores, sino un estilo casi de soberbia. El minuto de silencio por fallecidos y homenajes a luchadores contra la pandemia no cambian dicho estilo. Los objetivos enunciados, sus medios financieros y organizacionales reiteran la misma secuencia del relato gubernamental para acentuar su credibilidad.


Se apela a la nueva versión del Acuerdo Nacional, que los peruanos sabemos que “ya fue”, para superar disensos de actores aún más fragmentados y casi sin partidos reales. La gestión pública de los tres niveles de gobierno, de los poderes del Estado y entes constitucionales autónomos, no se ha transformado con la suscripción de documentos bautizados como políticas de Estado. La vida, la práctica, muestra que no dejan de ser declaraciones y medios para tácticas de coyuntura. Se llamó nuevamente a la necesidad de creer en soluciones extraordinarias, casi mágicas, para tanto sufrimiento, en particular de las personas y familias más pobres, golpeadas por la pandemia y su efecto multiplicador.


El Covid-19 y las endemias pre existentes siguen desnudando la precariedad y límites del modelo económico no liberal ni social, sino conservador y mercantilista; no de una genuina economía social de mercado en una sociedad que urge justicia social, efectiva protección social, con planificación concertada. No sólo la informalidad inseparable de la lucha cuesta arriba, sino la brutal desigualdad, acentuada por la pandemia, daña aún más la economía, la cultura, la sociedad y la vida cívica. Ellas se mezclan con descarada y renovada corrupción que también tiene causas estructurales más que bicentenarias y empedernidos defensores de privilegios y delincuentes que el proceso Lava Jato y nuevos escándalos han revelado.

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