Algunas claves para un mejor Bicentenario
Los “días mundiales” se realizan para que toda la humanidad tome conciencia de problemas en los que se nos va la vida. O cuando menos la calidad de vida, si no cambiamos para bien nuestras ideas, creencias, valores, estimativas, actitudes y conductas en favor de la una vida mejor para todos. Con fundamento en normas y preceptos de acción, principalmente del sistema de las Naciones Unidas –es decir, de la ONU y de agencias especializadas, fondos y programas– cada sector puede tener y tiene “días internacionales” establecidos por sus órganos competentes.
En conmemoración del tema central de la Conferencia de Estocolmo en 1972, el ambiente de la sociedad y los Estados, luego de la cual se instituyó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se decidió que cada 5 de junio se conmemore el Día Mundial del Ambiente, para recordar, renovar, ahora revolucionar, y actuar bien para detener la degradación ambiental, crear activos ambientales, revalorar la naturaleza y la cultura, saberes y prácticas diversas, que unidas a las modernas, potencien una vida segura y un desarrollo sostenible, durable, con buen legado para las generaciones venideras.
De 1972 a 1992, en la Conferencia Mundial de Río sobre Biodiversidad se dieron importantes avances y retrocesos en relación diversos objetivos y metas mundiales. En dicha ocasión se hizo una importante acción política y académica en favor de la Amazonía, patrimonio de las naciones y estados propietarios, y de la comunidad humana beneficiaria de sus contribuciones específicas a la biodiversidad y clima de la Tierra.
Nuestra única nave espacial colectiva y casa común, con viejas y nuevas agresiones como la pandemia del coronavirus, es un mix de zoonosis y manipulación de laboratorio, cuya fuente responsable específica, una o más, se verá con claridad luego de la guerra comercial y política que complica a protagonistas y dependientes de decisiones globales de los Estados y empresas con dominio interterritorial, como años ha expresaba Maurice Byé.
Tras la implosión del sistema soviético de partido único y sojuzgamiento, evidente, no es opinión, de naciones y Estados que se llamaron democracias populares, vino una acelerada mutación colosal del sistema económico y político internacional y de varias sociedades y Estados prácticamente en todo el mundo, aún en proceso, pues se mezclan elecciones con guerras, migraciones y esta pandemia letal, dolorosa, manipulada e incierta en relación a buena parte de sus consecuencias.
En este marco y período se ha puesto en relieve propósitos que responden a demandas colectivas con base en los Derechos Humanos y el principio internacional de democracia liberal, Estado de Derecho y separación efectiva de Poderes, etc, que siendo particulares, están inseparablemente unidas y han cuajado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, algunos importantes recursos internacionales, regionales y nacionales para realizarlos incluida una renovación profunda de la cooperación internacional, devenida muchas veces asistencialismo y clientelismo internacional.
Asociadas a las conmemoraciones se han creado normas legales internacionales muy variadas la ONU y organismos del sistema, que son parte esencial del multilateralismo cuyo balance, aún positivo, no puede ser mejorado liquidándolo, como se evidencia en declaraciones y prácticas o en sólo decisiones sin retórica anti multilateral, de grandes potencias como Estados Unidos de América (EUA) y la República Popular China (RPCH).
Esta pandemia mixta de zoonosis y laboratorio, ha dado lugar a por lo menos tres visiones mundiales, que poco conocemos entre nosotros en su profundidad y su alcance, porque se omiten, por prejuicio y desconocimiento habitual, dimensiones y variables clave. Menciono algunas: tecnológicas, de mercados, de cultura y saberes y de seguridad internacional militar, industria alta en carbono que sigue creciendo, que no es para curar sino para matar. También la complejísima dimensión de seguridad no militar, como migraciones por varias causas a menudo combinadas con la pobreza y precariedad: calentamiento global, degradación ambiental de bosques por cambio de uso del suelo, monocultivos, tala y minería ilegales, mega hidroeléctricas, carreteras en vez de vías multimodales; de mares, ríos y lagos por recibir basura, residuos sólidos, de toda clase domésticos, agrícolas, de infraestructura, de energía e industrias de transformación. La concentración de población en urbes se ha litoralizado constituyendo un desafío gigantesco y atrasado aún en realizaciones correctivas planificadas.
Ante este panorama hay quienes piensan y actúan para simplemente regresar a la normalidad: son los menos pero tienen gran poder empresarial, financiero y estatal militar y no militar. Hay otros que por su religión e iglesias fundamentalistas, en muchos países con gran población, postulan el imperio de sus creencias y prácticas porque creen que evitan epidemias y pandemias, aunque usted no lo crea.
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