Finalmente, el pasado 30 de julio se despejó la incógnita de quién iba a ocupar el cargo de Ministro de Desarrollo Agrario y Riego (MIDAGRI). Con profunda decepción nos enteramos de que el nuevo titular del MIDAGRI, Víctor Raúl Maita Frisancho, carece de las calificaciones necesarias para ocupar el cargo político más importante de la agricultura nacional.
El nuevo ministro es natural de Paruro, región Cusco y a sus apretados 29 años es muy poco lo que se puede decir de su experiencia en el sector. En 2018 obtuvo su grado de Bachiller de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco y en una búsqueda rápida en la página web del Colegio de Abogados del Cusco y en la del CAL no pudimos encontrar su número de colegiatura lo que indicaría que aún no se ha titulado de abogado o no ha completado su proceso de colegiatura.
Su única experiencia en el sector agricultura, aunque bastante marginal, es haber sido asesor legal y secretario de la Federación Agraria Revolucionaria Túpac Amaru de Cusco (FARTAC) y haber sido recientemente elegido como presidente del Consejo Directivo Nacional de la Confederación Nacional Agraria (CNA) para el periodo 2021 – 2024. No se le conoce una visión de largo plazo para la agricultura nacional más allá de proponer una dudosa segunda reforma agraria y promover la agricultura orgánica.
Una agenda muy pobre en ideas para un país que aspira a convertirse en un gran exportador de frutas y hortalizas a nivel mundial. Hacer el cambio desde una posición gremialista a la de ministro será una experiencia en sí misma pues para ser exitoso en el portafolio tendrá que cambiar rápidamente de enfoque. Ya no está más en el lado de la protesta, ahora está en el lado de la solución. Aunque no sabemos si él realmente lo sabe.
Uno de los primeros actos del nuevo ministro fue nombrar a la verdadera eminencia gris en la nueva administración. Se trata del Dr. Eduardo Zegarra, nuevo Jefe del Gabinete de Asesores, economista agrícola con un PhD de la Universidad de Wisconsin, aunque en la definición de personal altamente calificado de la otra pareja presidencial, Vladimir Cerrón, calificaría más como un Chicago Boy.
La propuesta de la nueva administración de promover la agricultura orgánica ignora la abundante literatura científica que afirma que es mucho más perjudicial para el cambio climático de lo que muchos desean aceptar. Aún concediendo que la agricultura orgánica puede reducir la contaminación, el problema es que ese aparente beneficio no compensa el hecho de que necesita más área que la agricultura convencional para producir la misma cantidad de alimentos. No se debe olvidar que la tala de bosques o pastizales adicionales para ampliar el área necesitada liberaría mucho más gas de efecto invernadero de lo que las prácticas orgánicas pudieran reducir inicialmente.
En casi todos los estudios de la literatura se reconoce que los rendimientos de la agricultura ecológica u orgánica, en el mejor de los casos, alcanzan, dependiendo del cultivo, entre el 40-80% de los rendimientos de la agricultura convencional. Este diferencial de rendimiento parece no ser tan importante para los funcionarios del MIDAGRI quizás debido a que en el Perú los rendimientos de nuestra agricultura convencional están muy por debajo de los promedios mundiales. Cortesía de nuestro bajo nivel tecnológico en el campo.
Una investigación reciente (**) concluyó que la agricultura orgánica produce más contaminación climática que las prácticas convencionales cuando se tiene en cuenta la tierra adicional requerida. En este nuevo estudio, los investigadores de la Universidad de Cranfield del Reino Unido analizaron ampliamente la cuestión suponiendo lo que sucedería si toda Inglaterra y Gales cambiaran por completo a la agricultura orgánica. En el lado positivo el cambio reduciría las emisiones directas de gases de efecto invernadero del ganado en un 5% y de la labor de cultivos en un 20% por unidad de producción. La mala noticia es que los rendimientos disminuirían en 40%, lo que obligaría a los británicos a importar más alimentos del extranjero.
Si solo la mitad del área utilizada para satisfacer ese aumento de la demanda se obtuviera a partir de pastizales -que almacenan carbono en los tejidos de las plantas, las raíces y el suelo- las emisiones generales de gases de efecto invernadero aumentarían en un 21%. El cambio a prácticas 100% orgánicas requeriría entonces 1.5 veces más tierra para compensar las disminuciones en rendimiento, lo que sumaría casi cinco veces más tierra en el extranjero de la que Inglaterra y Gales actualmente dependen para obtener alimentos. Ese diferencial se ve amplificado por el hecho de que el sistema agrícola del Reino Unido produce rendimientos muy altos en comparación con otras partes del mundo.
Este estudio es muy importante porque al evaluar todo el sistema agrícola de Inglaterra y Gales, sus resultados y conclusiones ayudan a responder algunas de las críticas de evaluaciones anteriores de emisiones orgánicas, que a menudo se limitaban a granjas o cultivos específicos. Como Dan Blaustein-Rejto, director asociado de alimentación y agricultura en el Breakthrough Institute, un grupo de expertos que promueve soluciones tecnológicas a los desafíos ambientales, lo enfatiza muy inteligentemente: "Estudiar el cambio a lo orgánico a la escala de solo unas granjas realmente no te dice cómo sería una transición a gran escala. Solo un estudio como este, que tiene una perspectiva de todo el sistema, lo hace".
Ciertamente el Perú necesita encontrar formas de reducir las emisiones y la contaminación ambiental producida por el uso de los fertilizantes sintéticos, pero lo inteligente estará en hacerlo de manera que no necesitemos más tierra para la agricultura a costa de la deforestación amazónica. La agricultura de por sí es una de las actividades humanas más dañinas para el ambiente y por eso debemos ser cada vez más productivos de manera que en algún momento nos podamos dar el “lujo” de devolver áreas importantes a la naturaleza para proteger nuestra biodiversidad. La tarea de incrementar los rendimientos debería estar al tope de las prioridades de la nueva administración y solo podrá lograrlo con más I+D, una verdadera revolución tecnológica.
Referencias:
El autor es Profesor e Investigador en la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
(**) Las referencias citadas en este artículo pueden ser obtenidas escribiendo a luis.destefano@upch.pe
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