Durante la mayor parte del Siglo XIX y la primera mitad del Siglo XX las universidades se centraron en sus dos funciones o misiones claves, la docencia y la investigación, que son exógenas e independientes a los imperativos del desarrollo económico y social de la industria y del estado. Sin embargo, la mayor preeminencia del conocimiento y de la investigación para el desarrollo económico ha creado en los últimos 50 años una tercera misión, un rol importante en el desarrollo económico de su entorno. Muchas instituciones académicas, MIT, Stanford entre otras, están convergiendo hacia un nuevo modelo integrando la investigación, la docencia y el espíritu empresarial, una versión neo-humboldtiana del siglo XXI de la síntesis de la investigación y la educación del siglo XIX.
Henry Etzkowitz desde su modelo de Universidad Emprendedora plantea que existen tres fases en su desarrollo, cada una asentándose sobre la otra pero de ninguna manera en un orden especial. En una primera fase, la institución académica desarrolla una visión estratégica hacia dónde se dirige y gana una cierta capacidad para establecer sus propias prioridades. En una segunda fase, la institución académica adopta un papel activo en la comercialización de la propiedad intelectual resultante de las actividades de sus profesores y estudiantes. Finalmente, en una tercera fase, la institución académica tiene un papel proactivo en el mejoramiento de la eficiencia de su entorno regional de innovación, a menudo en colaboración con la industria y el estado.
Estas reflexiones de Etzkowitz son muy relevantes para intentar un análisis de lo que viene sucediendo con un buen número de universidades del Perú, aunque no en todas con la misma eficiencia. Debido a factores principalmente presupuestales muchas de ellas se han visto en la necesidad de buscar otras fuentes de ingreso mediante la creación, por ejemplo, de diversos programas de postgrado, captaciones de donaciones y más recientemente trabajos de consultoría. Algunas, más imaginativas, iniciaron una diversa gama de emprendimientos empresariales con relativo éxito económico. Adicionalmente, un número reducido de universidades, públicas y privadas, del país se vieron en la necesidad de aprender de manera acelerada diversos aspectos de la protección y gestión de la propiedad intelectual generada por su intervención en los proyectos financiados por el FINCYT e Innóvate Perú. Más aún, en algunas universidades líderes, se han establecido unidades administrativas especializadas, Oficinas de Transferencia Tecnológica o sus variantes, dedicadas exclusivamente a esta tarea.
Ante estos cambios cabría preguntarse si estos representan el inicio de una evolución inesperada, aún silenciosa y bastante sui generis de las universidades del país hacia un modelo de universidad empresarial. Se podría argumentar que la mayoría están transitando por la primera fase de Etzkowitz, algunas entrando tímidamente a la segunda fase y hasta una o dos iniciando la tercera fase. Pero, ¿es realmente así?
Ciertamente, la propuesta de Etzkowitz podría ser razón para ser optimistas y pensar que tomadas las decisiones correctas, las universidades peruanas podrían “despegar” de inmediato y convertirse en universidades emprendedoras capaces de asumir “la tercera misión” para el bien del país. Sin embargo, en el contexto nacional, existen hasta dos razones para no ser tan optimistas. La primera es la ausencia de una tradición o cultura académica en el país que empuje a las clases dirigentes y empresariales, en tiempos de crisis como el actual, a mirar a la universidad en búsqueda de soluciones o salidas. Lamentablemente, estas se encontraron siempre en otras instituciones, pero no en las universidades. Y es que las universidades peruanas nunca llegaron a ser, en palabras de Kogan y Bleiklie, verdaderas “repúblicas de académicos”. Con una mirada siempre en el pasado, tratando de reinterpretar constantemente la historia, la universidad en el país se las ha ingeniado para ser siempre inmune a cualquier intento de reforma. Ninguna de las reformas emprendidas desde los 1990’s la alcanzaron y la gran mayoría de universidades sobreviven aún como “islas del pasado”.
La segunda razón para ser pesimistas es la falta del capital humano que las puedan reformar desde adentro y que las conduzcan en la dirección que el país les reclama. La endogamia académica, tan prevalente en las universidades peruanas, y en general en la gran mayoría de las latinoamericanas, ha sido siempre una barrera impenetrable para el ingreso de nuevos recursos humanos calificados. Ha sido la principal responsable de la muerte prematura de nuevas ideas y de la castración creativa de generaciones enteras.
PhD Luis De Stefano Beltrán, Profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
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