Los problemas políticos se han vuelto una espina en el corazón del Perú. País que por su pésimo sistema electoral y mal funcionamiento del poder, tiene hoy un Legislativo y Ejecutivo totalmente desprestigiados, adonde al Presidente es muy difícil gobernar. Los congelados, como decía Basadre, hacen inviable el buen gobierno. De izquierda y derecha, comunistas y mercantilistas.
No podemos abordar prioridades del país, mucho más rentables para nuestro futuro, producto de una crisis de apariencia constitucional, pero en esencia de mala construcción del poder. Si el poder está mal construido, la verdadera salida está en recomponerlo para que represente mejor los intereses futuros de los peruanos. Para eso hay que derrotar a los y las congeladas. También a los incendiarios que han convertido la Revolución en Robolucion.
Una primera mirada a la situación de Perú, nos permite comprender que requerimos cambiar dramáticamente la orientación de nuestras instituciones congeladas en una realidad que no existe más.
La educación, por citar un ejemplo, es campo de batalla política sobre la educación sexual. Sin embargo, como dice el mejor educador peruano, León Trahtemberg, la prioridad urgente está en que los niños sean preparados en pensamiento crítico, trabajo en equipo, manejo de destrezas digitales, superando la lecto-escritura como criterio central de conocimiento. Adiós exámenes, tareas, disciplina militarizada, un salto de calidad para superar 50 años de atraso y prejuicios. Por eso la reducción del debate educativo al imperativo de minorías religiosas nos atrasa esos 50 años. Más aún cuando se apoya desde el estado a un sector gremial contra otro, corrupto pero representativo. El actual ministro, un buen maestro, cumple un buen papel, pero sentado en un volcán no puede hacer las reformas requeridas.
Otro ejemplo crítico, de mal ejercicio del poder, es el mecanismo para tratar las controversias en la minería. Peor ahora, cuando y tener DNI de Chota o Huancayo, y no experiencia y formación, han semidestruido el área de conflictos de la PCM. Además, en el Perú existe el estado Taita, una entidad que prodiga favores y no derechos, cuyo privilegio es autorizar y no fomentar la producción. Una concepción empírica que espera el conflicto en vez de resolverlo preventivamente.
El mejor método conocido de gestión social minera es que las empresas se reúnan con las comunidades para obtener la licencia social antes del pedido de licencia al Estado. Todo conflicto se resuelve entre beneficiarios y empresas. El resultado: una baja radical de los conflictos. Además, los beneficiarios reciben su cheque de beneficios en su casa o comunidades, y son socios del proyecto minero. Así de capitalista, pero sin la lucha de clases.
El Perú es un país de mayoría informal, sin embargo, el inmenso desarrollo empresarial de ese sector no tiene respaldo del Estado. El caso más grave es la minería de oro, estafada con falsos procesos de formalización y perseguida con violencia en todo el país. No toda esa minería contamina ríos, y hay prácticas para hacerla no contaminante.
Grave carecer de una política de estado para la informalidad, que lleva a una economía anti inclusiva, lo cual podría llevarnos a un estado inviable. Peor aún si se insiste en una lucha por el poder que buscaría el retorno de las Gárgolas y Demonios del pasado.
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