Las próximas elecciones empiezan a producir líos-dignos de telenovela turca- entre los líderes políticos y sus militantes de base, generalmente por desacuerdos sobre cupos electorales. Luchas internas que nada tienen que ver con las demandas de nuestros golpeados ciudadanos. Lo predijo George Orwell (Ingles, autor de 1984): la política va a ser incorporada al entretenimiento al igual que la información. Y en el proceso será tan banal como las novelas que entretienen a la mandataria de la nación todos los días a las 7 de la noche.
Los partidos políticos en el Perú debaten por WhatsApp y sus líderes miden su peso por el número de likes en Tik Tok y en las ciento y pico letras de X. Y la política es tan judicializada que los abogados son los preferidos en el 80 % de noticieros. Los temas legales relacionados a la corrupción dominan en redes sociales desde el espacio de la guapa y desafiante Juliana, hasta la matrona del periodismo RMP. Claro que también entretiene ver a Hudwaker y Thorndike meterle lisuras al prejuicio y los más banales episodios de la vida pública peruana.
Las redes democratizan el acceso a la información, lo demuestra la abrumadora audiencia de los Influencers periodísticos. Que están quebrando a canales de televisión y diarios de todo el mundo. También han generado una contracultura, reactiva, irreflexiva, tribal, muchas veces sin mediación del minino discernimiento intelectual. Generando una reducción del espacio para la interacción personal, que afecta la cohesión social, que antes daba lugar a una narrativa común que unía a las naciones y grupos sociales. Esa falta de narrativa común quita también poder de influencia a los partidos políticos y organizaciones sociales, reemplazadas por la narrativa y los scroll de las redes.
En el Perú, como en todo el mundo, las redes reemplazan la función principal de los partidos políticos que es representar a los ciudadanos en el poder del estado. Hoy los ciudadanos se representan e influencian la política, rompiendo el monopolio de alcaldes, congresistas, congresos, presidentes, para representarlos.
Además, al convertirse en entretenimiento, lo banal, los rituales de castigo judicial, la masiva sanción social en redes, ha reemplazado el debate intelectual, científico y de gestión publica. Es más entretenido jugar al troll que liderar una causa de bien público como las que identifican a la representación política.
Escándalos de telenovela turca sacuden los partidos políticos, adonde los líderes son tan autoritarios y represivos como los Jefes de Familia, los personajes buenos perseguidos por villanos crueles, y las novias infieles, indecisas sobre la castidad o el pecado. Todos, siempre dispuestos a dejarle el ojo bien morado a su rival.
Comentários