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Julio Schiappa Pietra

Julio Schiappa Pietra / Informales no criminales 

En un reciente artículo Alberto Vergara, como otros académicos y periodistas, ponen un acento, unilateral y excesivo, en la criminalidad como el determinante de la crisis política del país. Esta es una visión dualista y desacertada, que condena un proceso social que ha coincidido con una ola criminal que solo tiene 5 años, y la informalidad 60.

 

No hay que distraerse con la idea, equivocada y pesimista, que el crimen lo domina todo y desconocer que la extensa y profunda red informal ha tomado parte del poder político.

 

Hace 60 años Alfredo Matos Mar pronosticó lo que iba a pasar: un desborde popular cambiaría el Perú. Ha sido un largo proceso en las elecciones políticas, en la lucha por derechos económicos de los excluidos económicos, por espacios para producir, por tener derecho a ser comerciantes, mineros, colectiveros, talleristas entre tantos otros oficios. Proceso a veces violento, pero de entrada progresiva en el escenario, ignorado por los políticos, académicos y líderes empresariales del país.

 

Este proceso de 60 años, expresa una movilización social desde abajo, de la que se han aprovechado los miles de empresarios informales, para colgarse del saco de los millonarios: Acuña y Luna, entre otros, que se han subido a la ola para tomar el Congreso.

 

Bajo los millonarios, dueños de partidos y grandes negocios informales, están los emprendedores, y varios millones de trabajadores. Votos como cancha.

 

Motivado por un Comunicado contra Hernando de Soto y el Otro Sendero, sostuve alguna vez, una dura discusión política con el Teniente Alcalde de Lima, Henry Pease. Pease no daba su brazo a torcer, afirmando que el trabajo ambulatorio era sobreexplotar al trabajador y sus familias, un negativo sub producto del capitalismo y no una oportunidad para empoderar a productores independientes para que progresaran.

 

Alfonso Barrantes, entonces Alcalde de Lima, pudo haber sido el Teng Siao Ping peruano, de no ser por la rigidez teórica, cargada de bronca profesional y política contra De Soto, de su Teniente Alcalde.

 

El que mejor olió el valor político de este fenómeno social fue el Presidente Fernando Belaunde, que alrededor de 1982, le ordeno al Alcalde de Lima, Eduardo Orrego, y al joven regidor Luis Castañeda Lossio instalar a los ambulantes de las calles de Lima en Polvos Azules, a metros de Palacio de Gobierno. Sendero al poco tiempo cambio todo.

 

Creo, sin embargo, que resolver la injusticia de la informalidad, es la ruta sin retorno del cambio del Perú. Derrotando a los criminales, y no confundiendo con ellos, a la gente honrada, que es informal.


 

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