El Gobierno ha reducido su mirada al cuadrilátero de Pizarro y no presta atención a dos graves problemas de la ciudadanía: la urbanización delictiva e informal y la seguridad ciudadana. Desde la oposición de izquierda al gobierno es hora de ponerse a punto con las demandas populares y exigir se alivie el sufrimiento de los ciudadanos. Ninguna sociedad puede permitirse funcionar sin poner por delante el interés de la población.
Un signo apocalíptico de este proceso es lo que ocurre en los sectores urbanos del país. Después de la Pandemia, cifras recientes indican que el 93% de las construcciones son informales, no pocas en barrios de clase media y alta. En los barrios en proceso de construcción, el tráfico de terrenos gestionado por las bandas criminales y aprobados legalmente por autoridades municipales aliadas a ellos, son la ley para la jungla. Detrás de los urbanizadores informales vienen los extorsionadores que te ofrecen no asaltarte o asesinarte por una módica suma. Existen grandes sindicatos de trabajadores, que intervienen hasta en las obras más pequeñas en barrios y pueblos. Salvo los de la CGTP, quiénes tienen varias víctimas en su haber por defender un espacio de trabajo para sus bases. Está en peligro el futuro de las ciudades de todo el Perú y el Gobierno no hace nada.
La Seguridad Ciudadana es otra área de peligro para la autoridad del estado. Existen diversos barrios que se han vuelto zonas adonde el estado ha perdido el control. En parte porque las mafias de terrenos controlan extensos territorios y barrios de la ciudad, adonde la policía tiene presencia solo simbólica. Pero lo real es que la disminución en el patrullaje y la custodia de puntos rojos de la ciudad ha dejado embarques de bus y tren, extensas áreas de comercio ambulatorio y calles, perdiendo la policía el control territorial. Sin control del territorio no hay poder de la autoridad. Una cámara no reemplaza la presencia disuasiva de una policía circulando en todo tipo de vehículos. Patrulleros sin reparación, comisarias con locales semiderruidos, sin enlace por Internet, con pésima formación en escuelas policiales donde hay tráfico de notas y los cadetes tienen que comprar las camas en que duermen. Solo se salvan las unidades especializadas como el Grupo Terna, DIVINCRI y otras, pero el núcleo de la policía ha sufrido pérdidas de talento y recursos tras cinco años de malos gobiernos.
La policía no es el divino tesoro que todos los políticos adulan. Está en Pandemia y necesita oxígeno rápido. El Gobierno no hace nada.
Estoy por ello con los Obispos Católicos, quienes denuncian la corrupción y exigen un buen gobierno. Ellos rezan al cielo. Yo rezo aquí en la tierra por un cambio radical de corazón, que permita abandonar paradigmas como la vacancia y el cierre del Congreso. Y dar una salida pacífica y negociada a la crisis del país.
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