Algunos guardias de asalto, desde la extrema izquierda, insisten en defender el régimen de Maduro, a la vez que denuncian la masacre de 49 peruanos, cuya impunidad sostiene al Gobierno actual en el poder. Monumental contradicción.
Si, además, están dispuestos a defender la represión armada contra civiles desarmados, ciertos dialecticos peruanos están al lado de Videla, Pinochet y Fujimori. Serian barridos, además, en las próximas elecciones. Nadie respalda a Maduro en el Perú.
Esta sería la delgada línea roja que está derribando un Segundo Muro, marcando el fin, quizás, del modelo de socialismo del Siglo XXI.
Milei fomenta el belicismo y la guerra cultural e ideológica, seguido por su amigo el Canciller del Perú, junto con un grupo de países más pequeños que les hacen la barra brava. No tienen vela en este entierro, son unos inútiles en el juego diplomático.
Por su parte las principales democracias, dirigidas por gobiernos de izquierda que lideran Lula, AMLO, Boric y Petro, respetan la sucesión en el poder y la separación de poderes. Asimismo, siguen lineamientos transformadores de sus sociedades en una línea progresista y usan el mercado como herramienta crucial de su economía. Son ejemplos de éxitos relativos de la nueva izquierda del continente.
Por contraste, Venezuela es un fracaso, económico y político, una dictadura que es un riesgo de seguridad nacional y ciudadana para todos sus vecinos de América, por su exportación de bandas criminales con sede en sus cárceles y grandes ciudades. Y fuente de una explosión migratoria.
Además, la patria del Gran Simón Bolívar es escenario de una pugna geopolítica en que los 300 miles de millones de toneladas de reservas de petróleo, el oro y el litio, son estímulo para un nuevo colonialismo extractivo. Que también está presente en el Triángulo del Litio de América del Sur.
Detrás de la bronca post electoral venezolana, emergen el pelo rubio del Tío Sam y los ojos rasgados de la potencia China, el aliento a Vodka de Rusia o el olor a naftalina de los Ayathollas Iraníes. Todos quieren petróleo, litio y oro.
México, Colombia y Brasil, con la Unión Europea, buscan neutralizar estas influencias, evitando una guerra civil o un proceso de choque violento y prolongado, que repita la Guerra de Ucrania en un escenario tropical.
Este nudo gordiano solo tiene una salida negociada y, probablemente con nuevas elecciones. América Unida debe devolverle el favor a Bolívar que echo a golpes de sable a los chapetones, sacando al dictador del poder respaldando al bravo pueblo llanero.
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