Si uno juzga el voto que un sector minoritario de Perú libre dio a la derecha conservadora, parece bizarro que el ala comunista del oficialismo hinque la rodilla ante los dueños del país. Pero este no es un tema moral, ni siquiera ideológico, es una pelea por electorados conservadores-culturales que hace rato han roto la barrera entre izquierda y derecha. Es un cortocircuito conservador.
Numerosos grupos populistas de izquierda y derecha tradicional y/o antisistema, enfrentan una “revuelta cultural”, un cambio de paradigmas políticos que hacen que los comunistas de todo el mundo adhieran a causas similares a las de los conservadores.
Un ejemplo es el odio a los inmigrantes venezolanos, que, sin anestesia, difundió hace un año el Alcalde de Huancayo de PL o algunos dislates de varios de sus candidatos, incluso del electo Presidente, que anunciaron que a las 24 horas de llegar al poder “deportaría a todos los delincuentes de esa nacionalidad”.
El sombrero apareció con fuerza en el Primer Debate Presidencial: una Verónica Mendoza, con ropa de hípster internacional y con un magnífico maquillaje que daba luz a su belleza franco-cuzqueña. Muy bien preparada programáticamente, sucumbió ante un candidato vacilante al hablar y con el andar cansino de la gente acostumbrada a caminar entre surcos.
Es que con la magistral frase: “no puede haber tantos pobres en un país tan rico”, Castillo planteó un retorno a las viejas raíces igualitarias de la izquierda, plenamente vigentes después del terrible efecto de la pandemia. No dijo ni pio sobre la igualdad de las mujeres, o los derechos de las minorías sexuales, ni sobre la defensa del medio ambiente, menos aún sobre el aborto, temas sobre los cuales abundó Verónica Mendoza y sus consultores políticos enviados por Miguel Iglesias del grupo español Podemos y técnicos del candidato Presidencial izquierdista colombiano Gustavo Petro.
Castillo demostró que, en una sociedad conservadora como la peruana, hay lugar para estos silencios programáticos, imposibles en otros países sin el sincretismo cultural, religioso y la presencia de un rostro informal y mestizo como es el del Perú. Ganó con un mensaje que llegó socialmente a electorados no integrados a corrientes de igualdad cosmopolita y transversal como la de Verónica Mendoza y sus asesores.
Una expresión de esa convivencia con lo conservador y el Perú popular, son las expresiones religiosas de un Presidente que reza en público, en los momentos decisivos de su vida, como lo hizo antes de sus discursos durante su gira internacional reciente. Cosa que no harían los ateos de la disidencia perulibrista, o, los agnósticos que nunca se persignan, que siguen a Verónica Mendoza.
Los conservadores también los hay en la izquierda, no solo en la derecha. Es un cortocircuito que puede tener connotaciones políticas en el confuso panorama peruano.
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