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Juan Escobar / Desarrollo del sector agrario (1 de 2)

¿Quién y cómo se construye el desarrollo?


Constantemente se señala a la asociatividad como propuesta para impulsar los negocios o el desarrollo por ser una herramienta efectiva para enfrentar la atomización productiva y comercial de los pequeños agentes económicos. En la mayor parte de los casos se recomienda el modelo de organización cooperativa, principalmente de servicios. Ello está bien, pero la asociatividad, en estricto, tiene más dimensión o diversidad que lo sugerido: tipos, fines, naturaleza jurídica, etc.


También se manifiesta que la inversión económica se segmenta solo en 3 formas: i) pública, ii) privada, y las de iii) asociación publica/privada. Este último se refiere al acuerdo de una empresa y el Estado para implementar una iniciativa empresarial o social de forma compartida ; pero en estos esquemas no se considera a la inversión que hace un determinado colectivo social, sea en dinero, especies o en trabajo.


En realidad, este tipo de inversión y práctica colectiva se ha hecho en distintas sociedades y desde tiempos inmemoriales con marcado éxito. Una de esas actividades de ayuda mutua y colaboración en el Perú es conocido como el Ayni. (El Ayni era en el Tahuantinsuyo un sistema de trabajo entre los miembros del Ayllu destinado a la construcción de estructuras públicas y a los trabajos agrícolas).


Estas actividades son importantes por los resultados tangibles y utilitarios que logra en beneficio del colectivo; pero principalmente debe aportar intangibles como: solidaridad, aprendizaje, disciplina, innovación y cohesión; sin embargo, estas prácticas se han descuidado y cada vez son menos relevantes en el ámbito rural de nuestro país.


Por necesidad de servicios, por urgencias ambientales, por el debilitamiento de las cuencas, por el riesgo de desastres, por la crisis del sistema productivo del pequeño productor, y por la manifiesta carencia de recursos económicos para enfrentar problemas presentes y futuros, es necesario reconceptualizar, organizar y lanzar nuevas formas de gestión social/productiva/ambiental, dotándolas de mejores objetivos y de escala transformadora. Es imperativo comprender que el desarrollo del agro no lo va a edificar un agente externo, sino lo va a amalgamar y hacer el productor agrario con su saber, sus “manos” y su inversión.


En la experiencia China, el semejante al Ayni, es parte de la cultura, organización y planificación local, y en ella participan: productores, técnicos, voluntarios, estudiantes y autoridades para revertir los problemas pre-identificados. En ese espacio se define ¿el quehacer? ¿Cómo se hará?, ¿la escala? ¿la inversión? ¿la división del trabajo? ¿Y quién controlará?


En base a la intervención, los canales de riego son reestablecidos, las defensas ribereñas fortalecidas, los caminos son mejorados, los silos habilitados, los locales comunales reconstruidos, se “siembra” agua, se construyen “cochas”, los campos son forestados, se amplía la frontera agrícola, se mejora la gestión del agua, y se comparten nuevos conocimientos, entre otros temas. En esa tarea los municipios vecinos participan con máquinas, equipos y técnicos, dándole envergadura y manejo profesional al esfuerzo social.


Modificado el territorio de acuerdo a lo planificado, se suscribe el compromiso para sostener lo logrado y se fijan nuevas y mayores metas para el siguiente evento que inmediatamente es programado. El actual presidente chino, Xi Jinping, en el pasado y presente, ha sido y es un reconocido promotor de estos esquemas de trabajo.


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