Una de las cosas que aprendimos desde niños, y nos acompañan para siempre, es el valor de la palabra. El fiel cumplimiento a la palabra dada. La palabra era y es sinónimo de acuerdo, de dignidad y entrega para cumplir con la palabra acordada. Esos fueron nuestros principios desde pequeños con la tribu familiar, con los amigos del barrio, con nuestros allegados y con todos los que estuvieran cerca a uno. La palabra era un juramento, un compromiso, un acuerdo, una aceptación a algo que hay que cumplir por honor y por haber así acordado.
Esto lo confirma una encuesta realizada a nivel nacional, urbano y rural, dónde la población dio a conocer que los valores que les dejarían a sus hijos para un Perú mejor serían el respeto, la honestidad y la responsabilidad. Pero esos valores con que fuimos creciendo, soñando en hacer un lugar común, hoy se han devaluado a un nivel de que ya no existen valores, no se respeta nada, se quiere mentir a la sociedad para lograr sus propios y personales beneficios, sin importarles todo el daño que están causando. Cuando la palabra, el compromiso, no se honra; los valores, el respeto, la confianza, sé pierden. Al perderse, la sociedad entra en crisis, pierde el rumbo.
Unos siguen a sus “líderes” (también hay líderes malos), por inercia, otros los más peligrosos, por fanatismo, por una falsa lealtad, por ignorancia. Ya no piensan, y no quieren darse cuenta, ni asumir, que les han mentido. Este es el problema del Perú, la devaluación de la palabra.
Un ejemplo específico, sobre la falta de palabra. Recordando, el lunes 17 de mayo del 2021 durante la segunda vuelta electoral, los candidatos presidenciales, Pedro Castillo y Keiko Fujimori firmaron la “Proclama Ciudadana – Juramento por la Democracia”, ante la bandera peruana, 12 compromisos, en el auditorio del Colegio Médico del Perú, ante todo el país, bajo la atenta mirada del cardenal Pedro Barreto.
Con el objetivo de buscar el fortalecimiento de la democracia y garantizar el respeto de los derechos humanos, la Asociación Civil Transparencia, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, la Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú y la Conferencia Episcopal, elaboraron el documento, que también promovía la lucha contra la corrupción, asegurar la libertad de expresión, cumplir con la vacunación universal contra la Covid-19, entre otros. Un juramento con testigos diversos, ante la bandera peruana y en televisión a nivel nacional.
Resalto 3 de los 12 puntos en que se comprometieron, tal como todos los peruanos fuimos informados, por medios escritos, orales, audiovisuales, en todo el país:
“QUE JURE que cualquier cambio y/o reforma, incluida la de la Constitución, solo se hará a través de los mecanismos constitucionales vigentes y en respeto al Estado de Derecho.
QUE JURE promover una educación de calidad, con equidad e inclusión para nuestros estudiantes, aumentando la igualdad de oportunidades para niños, niñas, adolescentes y jóvenes, fortaleciendo además el trabajo de la SUNEDU (Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria).
QUE JURE promover y proteger la lucha contra la corrupción, y no interferir la labor de investigación que realizan los organismos especializados tales como fiscalías, policía, procuradurías y contraloría. Y que será prioritaria la lucha eficaz contra la inseguridad ciudadana, el terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado”.
Luego de tres años de su juramento, vemos que no lo han cumplido. Si se revisan las votaciones, verán que los firmantes del compromiso, Perú Libre y Fuerza Popular, en sólo estos tres de los 12 compromisos, con sus votos han demostrado que le han mentido al Perú entero. Miren sólo el daño que le están haciendo a la educación, y como consecuencia, nos vamos a seguir llenando de profesionales incompetentes, con estas universidades de medio pelo.
Y ahí nos volvemos a dar cuenta que el problema de origen, es el sistema electoral, que nos presenta opciones que no cumplen con su compromiso, con su palabra. No hay ningún filtro, ni ninguna garantía No es como si escoges un producto y si no funciona, tienes derecho al reclamo. Acá no importa. Se puede decir, ofrecer, suscribir lo que sea, y no importa. Así es en el Perú actual. La palabra, no existe, por lo que la incertidumbre es una constante.
Y con un panorama así, el futuro es desolador. Nadie cree en sus autoridades. Las instituciones se debilitan y el desgobierno es total. La informalidad se incrementa. De cada 91 personas, 41 tienen empleo informal. La justicia no se da abasto, ante tantas faltas a las leyes. Todo se desborda. Se genera la anomia colectiva. Y eso se traduce en que el Perú es el país menos optimista en el mundo, en cuanto a su destino económico y político. Una sociedad cada vez más polarizada, como consecuencia de tener autoridades mentirosas, y que no pueden liderar, porque se lidera con el ejemplo.
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