
Después de la tragedia en Trujillo, muchas voces han salido a reclamar contra el modelo económico, y muchas otras voces, se han callado e incluso han retirado proyectos de ley en favor de que no molesten al que invierte, genera empleo, atrae al consumidor, ofreciendo un punto de encuentro y lugar de distracción, que antes no había en la ciudad y que ahora representa el símbolo de la modernidad e igualdad. Mismo centro comercial que el de la capital. Homogenización del consumo.
Pero las voces de las víctimas, por lo sufrido se escucha más, por lo que merece ser atendida, y por lo tanto vamos a reflexionar, sobre lo bueno y lo malo, de este modelo económico, y sepamos como rescatar lo positivo, contrarrestar lo negativo, y ello, por tanto, ameritará sentarse a conversar como todo ser humano lo puede hacer, tal como en algunos lugares lo han logrado, con buenos resultados.
El modelo económico vigente es un movimiento del siglo veinte, conocido como el “neoliberalismo”. Es un movimiento con una política económica, que defiende el mercado libre capitalista, reduciendo la intervención estatal, poniendo énfasis en lo tecnocrático y lo macroeconómico, para un crecimiento económico, que fortalezca la globalización. La intención de este movimiento fue pasar de una guerra armamentista luego de la Guerra Fría a una al servicio y mejora de la vida, basado en el desarrollo de la tecnología, en la medicina, nuevos productos en microelectrónica, comunicaciones.
Apunta a tres mercados de la globalización: a. El de las empresas transnacionales, con fuerte capital económico. b. El de la unión de las grandes empresas con los bancos comerciales, que alimenten el mercado bursátil. c. El de empresas y medios de comunicación, que fomenten el producir, ganar y consumir, con fuertes gastos publicitarios.
Este modelo económico tuvo su apogeo en las últimas décadas del siglo XX, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, pero el tiempo ha demostrado que solo beneficia a los más ricos, generando grandes brechas de desigualdad social y pobreza. Esta corriente que se funda en el liberalismo clásico, aunque tiene ventajas, también tiene grandes desventajas que son evidentes, cómo las hemos visto en el tiempo, la de generar grandes desigualdades sociales, con los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Sus aspectos positivos, según algunos, es que promueve la liberación del comercio, promueve el libre mercado. el incremento de tecnología, mejor apertura y competencia del mercado, por lo que mejora el vivir de las personas, por el abastecimiento de productos (medicina, ropa, comida, trabajos, etc.), por compra de materias de menor costo para la subsistencia (personas, instituciones, gobiernos y sociedades), de todo el mundo. Aumento de las exportaciones, a mayor número de mercados. Fortalecimiento del sector financiero y el mercado de valores. Aumento del PIB (producto) y del RIN (reservas). Mayor disciplina y eficiencia en la recaudación fiscal. Seguridad jurídica para la propiedad privada. La economía como principal motor de desarrollo de un país. Eliminación de la intervención del estado en la economía.
Pero también tiene sus aspectos negativos, los cuales no son pocos. Incapacidad del gobierno, para generar empleo. Se genera una cultura de la exclusión, al tener un Estado conformista, no generador de mano de obra, de empresas productivas no globalizadas. Sobreexplotación de recursos naturales. Depende del ciclo de precios de las materias primas. Pocos incentivos para micro, pequeñas y medianas empresas. Venta de empresas nacionales (acá se remataron). Se forman desbalances bursátiles, por el alto índice de expectativas.
Se producen situaciones en la que se detiene el proceso de crecimiento económico como consecuencia de la existencia de rendimientos marginales decrecientes. El libre comercio destruye mayores ingresos de los que se derivan por una compra barata. La compra barata destruye la producción que hubiera determinado mayores ingresos. Esto implica ingresar a una nueva era, a una revolución informática, en la que los países cómo los nuestros, tienen y deben, que acelerar su transformación digital, para poder ser competitivos globalmente.
Adicionalmente, el modelo conlleva la idea de que la competencia es predominar, no es mantener la competencia, lo que tiende a la formación de oligopolios y monopolios. El estado no puede fiscalizar, ante capitales repartidos, fuera de su jurisdicción.
No hay protección a la industria nacional. Mayor brecha de desigualdad entre ricos y pobres. Aumento de los impuestos al consumo. Bajos índices de desempleo y disminución de los salarios. Inflación. Falta de garantías sociales. Otra crítica, es la disminución de valores humanos en el mercado, ya que todo se reduce a mercancía, cómo valor económico. Tiende a la homogenización de las personas.
Y para colmo, el famoso «chorreo, económico» del modelo, ni sus más grandes defensores, pueden pronosticar si ese «chorreo» durará unos pocos años o varios siglos, para reducir la pobreza.
Y la pobreza no puede esperar, porque se vive con el pan nuestro de cada día. Así es que será mejor que pensemos como encontrar el equilibrio entre el principio de libertad, que es inherente a todo ser humano, y un gobierno meritocrático que planifique, coordine, programe, ejecute y controle, eficiente y eficazmente.
¿Podrán conversar los que hacen posible las políticas públicas y en un gran acuerdo nacional, definir el camino a seguir? Esperemos una pronta respuesta, porque como estamos caminando, no podemos seguir.
La pobreza a pesar de haber crecido el PIB 3.3%, sigue por encima del 29%, lo que significa que casi 10 millones de peruanos son pobres. Otros 10 millones son vulnerables a ser pobres. El 43,1% de la población menor de 35 meses sufrió de anemia en 2023. Inseguridad alimentaria aumenta y ahora afecta a más de 17 millones de peruanos, más de la mitad de la población, según informe de la ONU.
Estas cifras nos revelan claramente, que no se puede ser necio y no darse cuenta de que el modelo no ha funcionado para todos y sí para algunos. Entonces, la lógica nos dice que debemos de dejar los fundamentalismos de lado y acordar un modelo económico que nos beneficie a todos.
Tenemos que reconocer que, si no contamos con un buen gobierno, las desventajas del modelo se hacen notar más. La falta de articulación del sector público con el sector privado, que ha permitido la construcción de un mega puerto en Chancay con la más alta tecnología y un nuevo aeropuerto de igual categoría tecnológica, sin conexión a rutas de acceso, a las ciudades, a las carreteras, a algún sistema ferroviario o algún otro proyectado, ha levantado las alarmas sobre el modelo.
La tragedia en Trujillo, nos ha demostrado que la falta de control, de supervisión, cuesta vidas. El hecho es real, no es inventado, ha sucedido. Salta a la vista, que, en este país, sin un ente rector que lo supervise, lo controle, acá se hace lo que sea para ganar, sin importar el cómo. Hecho que ha levantado aún más las alarmas del modelo.
Luego de la caída del techo, se ha despertado la capacidad de controlar y supervisar, por lo que de inmediato ha aparecido una larga lista de locales con una serie de errores, que antes no fueron detectados, porque el que genera empleo, el que tiene el capital, presiona con apoyo de legisladores a su servicio, para que no lo molesten y lo dejen trabajar, porque no puede distraer su tiempo, con burócratas, que con sus impuestos les paga el sueldo. Y esos burócratas, no son de lo mejor como lo apreciamos diariamente, porque no están los mejores, ni existe meritocracia.
Es hora de reflexionar sobre el modelo y sus actores.
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