Tristeza, dolor, impotencia, resignación, y a reconstruir, hacer las correcciones debidas y no seguir haciendo lo mismo porque los resultados han sido lo mismo, siempre negativos.
El Perú está ubicado en este territorio hace miles de años, y su conformación geográfica es la que es, un territorio que, para cruzarlo de oeste a este, o del este al oeste, tienes que pasar por pisos altitudinales de 0 a 6000 metros, y si lo cruzas de norte a sur o de sur a norte, por el centro tienes que pasar por una cordillera de alturas considerables. Esto quiere decir que es un país de montañas que, al descongelarse, el agua discurre hacia abajo, por lo que, si pensamos un poco, debemos entender a la naturaleza, y adecuarnos a ella, permitirle que fluya por sus cauces naturales y si la sabemos manejar, la aprovechamos en su parte superior, media y abajo, evitando su desperdicio en su camino al mar. Por eso, se apela al conocimiento del manejo de cuencas. Y el Perú cuenta con 159 cuencas, 62 en la vertiente del Pacífico, 84 en la vertiente del Amazonas y 13 en la vertiente del lago Titicaca. Esto significa que debemos tener la visión territorial, para adecuarnos a vivir en forma organizada en cada una de ellas y lograr el desarrollo territorial de las mismas.
Pero acá no lo queremos entender, no tomamos conciencia y repetidamente, sufrimos cada año de la caída de huaicos. Cada verano se repite y en cada verano al Estado y a la sociedad civil, los agarra desprevenidos, aunque esta vez el daño ha sido más devastador, con consecuencias más graves. Y lo que es indignante, lo recurrente de la improvisación, negligencia, insensibilidad, falta de visión de estadista, falta de líderes responsables, autoridades mediocres, que conociendo que todos los años es lo mismo y que encima el Senamhi les había advertido sobre la presencia de lluvias intensas para los meses de enero – marzo 2023 en la sierra y selva del país, por lo que recomendaba tomar medidas preventivas, pero acá no pasaba nada. La ministra de salud con un familiar en el extranjero, 4 congresistas en una reunión sin trascendencia en Bahrein, “el ciclón Yaku ha llegado y ha encontrado un Estado desabastecido”, lamentó Boluarte, el alcalde de Lima, “me han dejado la caja vacía, que quieren que haga, no jo…”, y otro alcalde recién elegido, “ignorantes, que culpa tengo que llueva”.
Es el Perú, no es otro. Porque encima del desconcierto de las autoridades ante la gravedad del ciclón Yaku (agua, traducida del quechua), el premier Otárola, seguramente porque el agua (Yaku) lo sobrepasaba, no se le ocurrió mejor idea de echarle la culpa al Gobierno de Pedro Castillo por desastres en lluvias y huaicos, sin recordar que su cliente, ahora su jefa, era Vicepresidente de Castillo, y ministro del MIDIS, por lo que tenía que saber de los informes del Senamhi, y debió tenerlo presente cuando asumió constitucionalmente, hace 100 días. Por la gravedad de lo que anticipaba los informes, debió desde hace 100 días, como su primer acto de gobierno, tomar acciones preventivas para intentar disminuir todos los daños que estamos sufriendo. Se gobierna para unir, no para reprimir y desunir en consecuencia.
Y por reprimir, no quieren darse cuenta de los errores cometidos, lo que significa un aislamiento de nuestro país de la comunidad global. Una investigación periodística publicada este jueves por el diario The New York Times (NYT), periódico fundado en 1851 con distribución en USA y a nivel global, concluye que el Ejército y la Policía peruanos utilizaron “fuerza excesiva” y dispararon a civiles desarmados y que no presentaban peligro en las protestas de diciembre y enero, que causaron sesenta muertos. Asegura el medio haber analizado cientos de videos e imágenes, revisado informes de balística y autopsias, y hablado con testigos y expertos, pero ni la Presidencia, ni el ministerio de Defensa ni la Policía Nacional de Perú han accedido a responder a sus preguntas. “La investigación se centra en ocho muertes concretas registradas en tres lugares donde se concentraron los disturbios más graves: Ayacucho (15 de diciembre), Juliaca (9 de enero) y Macusani (18 de enero); en ellos, “los militares y la Policía utilizaron tácticas letales, a menudo en aparente violación de sus propios protocolos, que estipulan el uso de fuerza razonable al responder a disturbios civiles”. Pero aquí no pasa nada.
Cómo tampoco pasa nada con el ministro de Educación, que insultó a las madres aymaras y como es el poder de la nueva SUNEDU, una situación que afecta al ente regulador de la educación superior nacional, aquí no pasó nada. Como tampoco en este gobierno, pasa nada, cuando sus ejecutivos, son pifiados en las ciudades que visitan. Como no pasa nada, con más del 80% de la población que quiere que se vayan todos.
No sé qué están esperando. No se dan cuenta que en 100 días no han tomado el control del gobierno, que el congreso no llega ni al 10% de aprobación, la mayoría los rechaza, las protestas continúan, se han replegado, pero seguirán, más aún con esta catástrofe natural, que tanto dolor, víctimas, daños materiales, trae a miles de familias, ya golpeadas con la pandemia y esta crisis política de muchos años.
Las consecuencias van a ser muy duras. Nos toca ser resilientes y mirar hacia futuro, pero antes debemos rápidamente analizar por qué las decisiones tomadas en 2017, luego de los daños de “El Niño”, en dónde se prometieron que nunca más, que la estrategia decidida, iba a ser la que nos evitaría en el futuro de cualquier desgracia, creando para ello, la Autoridad para la Reconstrucción Con Cambios (ARCC), no han dado los resultados esperados. La Contraloría del Perú, informa que 108 Obras de la ARCC están paralizadas, entre ellas, algunas obras para el control de desborde de ríos.
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