La confianza en el futuro ha logrado que la humanidad, no haya dejado de crecer económicamente en los últimos 500 años. Del latín “credere”, creo en ti, creo en tu idea futura, y por eso te doy el crédito, nació la economía moderna. En su réplica continua, otorgándose cada vez más créditos, la idea de que era posible el progreso fue convenciendo a la gente de depositar cada vez más confianza en el futuro, desarrollándose así la economía moderna que ha de aumentar constantemente la producción para sobrevivir.
Por eso hoy los gobiernos, las empresas, las personas, procuran y obtienen créditos hasta de largo plazo, a bajos intereses, con la seguridad de que el pastel global seguirá creciendo.
“Los beneficios de la producción han de reinvertirse en aumentar la producción”, pensamiento base de la moderna economía capitalista, en la que vivimos globalmente. Al reinvertir los beneficios en la producción, se generan más beneficios, y así sucesivamente al infinito. Por eso el capitalismo se llama así: «capitalismo».
Su dogma principal es que el crecimiento económico es el bien supremo, o al menos un sustituto del bien supremo, porque tanto la justicia, como la libertad e incluso la felicidad dependen todas del crecimiento económico. Crecimiento que va en correlación con el desarrollo de la ciencia moderna. Nuestra curiosidad humana, siempre nos preguntará si no habrá mejor manera y más barata para incrementar la producción y los beneficios. Y los conocimientos son cada vez más exponenciales, más acelerados sus desarrollos. Y, por lo tanto, más impresión de dinero, más confianza en el futuro, ante la posibilidad de que la crisis económica actual pueda detener el crecimiento de la economía. La economía no puede parar de crecer.
Todo es confianza a futuro. Por lo que, si el gobierno quiere reactivar la economía, reducir la pobreza, logrando crecimiento económico, tiene que tener y convencer que hay confianza a futuro.
La economía moderna crece gracias a nuestra esperanza en el futuro y a la buena disposición de los capitalistas a reinvertir sus ganancias en la producción. No se puede negar que el pastel ahora es mucho más grande de hace 500 años, pero está muy mal distribuido. Hay una persona, una sola, Jeff Bezos, dueño de Amazon, que posee una fortuna equivalente al PBI del Perú, por poner sólo un ejemplo. Todo no ha sido tan malo, a pesar de nuestro crecimiento poblacional, nuestro nivel de vida media es muy superior al de hace un siglo, si medimos la esperanza de vida, la mortalidad infantil, nivel de calorías, etc., pero no ha llegado a todos.
Muchos sostienen que hay que mantener lejos la economía de la política. Qué las regulaciones y los impuestos casi no existan, para que las fuerzas del mercado hagan libremente todo lo que puedan, y así con seguridad, se obtendrá el máximo beneficio, por el libre mercado. Lamentablemente para los que lo sostienen, en su ejercicio, no se ha podido asegurar que los beneficios han sido obtenidos de forma justa y los beneficios se hayan distribuido de igual forma. De ahí nuestras brechas sociales y regionales. Además, las ansias de incrementar la producción y los beneficios, ha llevado a arrasar todo lo que se le ha puesto al frente, como conocemos, a muchos de sus defensores.
Y eso hay que cambiar, debemos lograr un crecimiento más inclusivo, más justo, con cada vez más beneficiarios, precaviendo hasta cuando seguiremos creciendo, y cuanta energía y materia prima necesitaremos sin afectar nuestro equilibrio de vida en la tierra.
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