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Juan de Dios Guevara / El Equilibrio Inestable 

  • Foto del escritor: Juan de Dios Guevara
    Juan de Dios Guevara
  • hace 22 horas
  • 5 Min. de lectura


La confrontación comercial y tecnológica entre China y Estados Unidos, lejos de amainar, se ha consolidado como un factor determinante en la economía global de 2025. Un análisis de la información disponible revela un panorama complejo y dinámico, donde ambos gigantes económicos sufren las consecuencias de la escalada arancelaria y las restricciones tecnológicas, al tiempo que buscan nuevas estrategias para afirmar su posición en un mundo cada vez más multipolar.

 

Thomas L. Friedman Columnista de Opinión del New York Times escribió un artículo sobre El Desafío Tecnológico Chino y la Complacencia Estadounidense. El artículo ofrece una perspectiva inquietante sobre la creciente capacidad de innovación tecnológica de China. La visita al impresionante campus de investigación y desarrollo de Huawei en Shanghái subraya la determinación china por alcanzar la autosuficiencia tecnológica, especialmente tras las sanciones impuestas por Estados Unidos. La rápida construcción de infraestructura de vanguardia y los avances en áreas clave como semiconductores, inteligencia artificial y vehículos eléctricos demuestran una capacidad de adaptación y un ritmo de desarrollo que desafían la tradicional hegemonía tecnológica estadounidense.

 

Friedman critica la estrategia arancelaria de la administración Trump como simplista e ignorante de la complejidad de las cadenas de suministro globales y la necesidad de un ecosistema de innovación robusto. Advierte sobre la complacencia estadounidense, alimentada por la creencia en una superioridad inherente, y aboga por una estrategia más pragmática que involucre la colaboración con China en áreas tecnológicas y de capital, revirtiendo el modelo de crecimiento chino basado en la asociación con Occidente. Sin embargo, la profunda desconfianza bilateral se erige como un obstáculo significativo para esta visión.

 

China para contrarrestar las medidas de Trump, está usando la Estrategia de las Tierras Raras, la cual puede ser un arma de doble filo. El control de China sobre la producción y exportación de tierras raras emerge como un arma estratégica en esta contienda. Estos 17 elementos químicos, esenciales para una amplia gama de tecnologías avanzadas, desde energías renovables hasta la defensa, otorgan a China una influencia considerable sobre las cadenas de suministro globales. La reciente suspensión de exportaciones de minerales críticos a Estados Unidos, en represalia a los aranceles, evidencia la disposición de Pekín a utilizar esta ventaja para presionar a Washington y defender sus intereses.

 

Sin embargo, esta estrategia no está exenta de riesgos. La interrupción del suministro de tierras raras amenaza con afectar la producción industrial en Occidente, impulsando a países como Estados Unidos a buscar alternativas, como la exploración de la minería en aguas profundas del Pacífico y el fomento de la producción nacional. Si bien estas iniciativas buscan reducir la dependencia de China, su viabilidad y escalabilidad a corto plazo son inciertas. Además, la reputación de China como proveedor confiable podría verse dañada por estas acciones, incentivando a otros países a diversificar sus fuentes de suministro.

 

La guerra comercial ha tenido un impacto tangible en el comercio marítimo entre China y Estados Unidos. El drástico aumento de los aranceles ha provocado una histórica caída del 28% en las exportaciones chinas por contenedor en el primer trimestre de 2025. Las reservas de contenedores con destino a Estados Unidos se han desplomado, y el tráfico de buques de carga ha disminuido significativamente, especialmente en rutas transpacíficas.

 

Esta contracción en la demanda ha afectado los precios del transporte marítimo, con una caída considerable en las tarifas desde Shanghái. Las navieras se ven obligadas a cancelar viajes y ajustar sus operaciones ante la disminución del volumen de carga. Sin embargo, se observa una tendencia de diversificación, con un aumento en las reservas procedentes de países del Sudeste Asiático como Camboya, Vietnam y Tailandia, lo que sugiere una reconfiguración de las cadenas de suministro a medida que las empresas buscan alternativas a China para mitigar el impacto de los aranceles.

 

En un movimiento silencioso pero estratégico, China ha activado su red de pagos transfronterizos con yuan digital, desafiando la hegemonía del dólar estadounidense y el sistema SWIFT. La promesa de transacciones más rápidas y económicas ha atraído la participación de numerosos países de la ASEAN y el Medio Oriente, representando una porción significativa del comercio mundial.

 

Este avance tecnológico no solo busca optimizar las transacciones comerciales, sino que también representa una apuesta por redefinir la soberanía monetaria y construir una infraestructura financiera alternativa, especialmente en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. La integración del yuan digital con otras tecnologías como la navegación Beidou (por satélite chino) y la comunicación cuántica podrían consolidar la influencia china en el sistema financiero global, ofreciendo una alternativa al sistema tradicional dominado por el dólar.

 

En un contexto de crecientes fricciones comerciales y una caída histórica de la inversión extranjera, el presidente chino Xi Jinping ha buscado tranquilizar a las grandes multinacionales, prometiendo una mayor apertura del mercado chino y un trato igualitario para las empresas extranjeras. Este esfuerzo por recuperar la confianza de los inversores y promover el desarrollo del sector privado se produce en un momento crucial, donde la incertidumbre generada por la guerra comercial y las tensiones geopolíticas han afectado el flujo de capitales hacia China.

 

Si bien estas promesas de apertura buscan contrarrestar la narrativa de un entorno de negocios hostil, la efectividad de estas medidas dependerá de la implementación de políticas concretas que garanticen la igualdad de condiciones y protejan los derechos e intereses de las empresas extranjeras. La desconfianza acumulada y las preocupaciones sobre la seguridad y la competencia leal podrían requerir esfuerzos significativos para restaurar la confianza de la comunidad empresarial internacional.

 

La guerra comercial entre China y Estados Unidos en 2025 se presenta como un equilibrio inestable con profundas implicaciones para la economía global. Ambos países están sufriendo las consecuencias de las fricciones comerciales y tecnológicas, aunque de maneras distintas. China, a pesar de la pérdida de empleo en su sector manufacturero tradicional, está demostrando una notable capacidad de innovación tecnológica y utilizando estratégicamente su control sobre recursos críticos. Estados Unidos, por su parte, busca alternativas para reducir su dependencia y contrarrestar la influencia china, pero enfrenta desafíos significativos en la reconfiguración de las cadenas de suministro y la revitalización de su base industrial.

 

La emergencia del yuan digital como una alternativa al sistema financiero tradicional añade una nueva dimensión a esta confrontación, con el potencial de alterar el equilibrio de poder económico global. Mientras tanto, la búsqueda de inversión extranjera por parte de China y la promesa de una mayor apertura reflejan la complejidad de una situación donde la interdependencia económica coexiste con una creciente competencia estratégica.

 

El futuro de esta relación, y su impacto en el resto del mundo, dependerá de la capacidad de ambos países para encontrar un equilibrio entre la competencia y la cooperación, reconociendo la ineludible interconexión de sus economías en un mundo globalizado. La pregunta planteada por Friedman sobre el futuro de la economía global unificada sigue siendo pertinente, mientras el tira y afloja entre estos dos gigantes continúa redefiniendo el panorama económico y geopolítico mundial.


 

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