Curiosamente este último “Día del Maestro”, buscando un documento de trabajo que había escrito en el milenio pasado, entre las hojas apareció un recorte de periódico con un artículo de mi padre, en El Comercio, a mediados de 1996, fecha que deduzco, por las noticias que se leen en el reverso del recorte. Este artículo de mi padre, “El maestro universitario nuevamente”, que lo reproduzco a continuación, refleja claramente el sentir de un hombre dedicado al conocimiento, para el Perú, y su reclamo con altura, por la condición de vida del maestro universitario. Tanto dar, para recibir tan poco. En esa época mi padre tenía 86 años de edad y presidía la Asociación de Pensionistas de la UNMSM (ASDOPEN), que había promovido y apoyado desde su creación, para así poder desde el colectivo, reclamar por los derechos y condiciones de los pensionistas de la universidad.
El curioso reencuentro con ese artículo de mi padre, en fecha tan especial, me hizo recordar al maestro con cariño, a mi padre, porque siempre fue consecuente, coherente y militante de su misión en la vida, tal como muchos a nivel nacional e internacional, lo reconocieron justamente. Fue Químico Farmacéutico y Doctor en Farmacia y Bioquímica por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), dónde enseñó por más de 40 años, fue Decano de Farmacia y Bioquímica por 2 períodos, Profesor Emérito, y Rector de la UNMSM por muchos años, además de ser Presidente de la CONUP (Consejo Nacional de la Universidad Peruana), y Secretario General de la Sociedad Química del Perú. Ganador de diversos premios científicos, con distinciones y reconocimientos a nivel internacional, y acá en el Perú entre otros, con la máxima distinción de Amauta.
Un caballero de esos, que no son tan comunes, que tuve la suerte de tenerlo como padre, y en los años, como amigo Todo un ejemplo. Cómo no extrañar esos largos encuentros dominicales, sea personalmente, por teléfono o por cartas, en una estrecha relación epistolar que mantuvimos en los tiempos que me tocó vivir fuera del Perú. Y así fue, siempre tratando sobre el Perú, sus problemas y soluciones. Qué enriquecedor su soñar por el Perú y su clara visión, como capacidad de gestión para conducir nada menos que San Marcos, en épocas tan turbulentas, defender la autonomía universitaria, y sólo permitir la apertura de dos universidades.
La Universidad Jorge Basadre en Tacna por la necesidad de que los peruanos no tuvieran sólo la alternativa de estudiar en universidades chilenas cercanas a la frontera, y la Universidad Santiago Antúnez de Mayolo, por las riquezas y potencialidades de Ancash. Y cerró “La Cantuta”, por encontrarse un arsenal de guerra en una visita inopinada. Recibió 26 universidades y terminó su gestión en CONUP con 27. Y quería que sean menos, porque a muchas de ellas, no las veía capaces de superar estándares internacionales. Consideraba fundamental para el desarrollo nacional unas excelentes universidades, para mejores profesionales y más grandes oportunidades de construir una sociedad próspera, en armonía y en paz.
Pero volvió Belaúnde, para su segundo gobierno, y reabrió “La Cantuta”, y uno de sus ministros dijo que ese movimiento era sólo de simples abigeos, y todos sabemos lo que pasó después. Adicionalmente, Belaúnde siguió congelando los sueldos de los profesores universitarios, que ya venían en declive desde su primer gobierno, y que los militares para rematar la muerte lenta de la exigente formación profesional que deben dar los activos del Estado, congelaron los sueldos. Con García, ya fue como una “pena de muerte” a todo aquel que había dedicado su vida a enseñar, a construir Perú. Recuerdo a mi padre, con una austeridad extrema, sobreviviendo con dignidad sus 8 décadas, con un sueldo de hambre, y siguiendo activamente en forma ad-honorem, en la Sociedad Química del Perú, en la Federación Latinoamericana de Asociaciones Químicas (FLAQ), en ASDOPEN-UNMSM, y escribiendo su último libro “Figuras Cumbres de la Física y de la Química”, SQP, Lima, cuando de repente, todo lo que había luchado para que algo se pueda lograr en las pocas, relativamente, universidades, pero suficientes, si se desarrollaban bien cubriendo el territorio nacional según sostenía en su visión territorial, espacial (los estudiantes deben movilizarse, conocer la realidad nacional; quieren una universidad en cada esquina y todos quieren ser profesionales; se necesitan técnicos también; el desarrollo lo hacemos todos, cada uno en el rol que se desenvuelve), se derrumbó, ante la llegada del “pragmático” Fujimori (el mismo que “solucionó” el problema del transporte, con su pensamiento numérico, “el transporte es un negocio”, liberando las importaciones de carros viejos, con timón cambiado, que inundaron el país y nos han dejado un caos en el transporte), y así fue, que siguiendo su mismo razonamiento, no encontró mejor solución populista, que “la educación es un negocio”, y se crearon hasta 150 universidades, en dónde cualquiera es doctor, master, licenciado, bachiller, diplomado o experto.
Y bueno pues, hemos logrado ser una sociedad de cualquieras, por lo que ahora, cualquiera es autoridad, cualquiera es profesor, cualquiera es catedrático, cualquiera es ejemplo en este país de cualquieras. Ese abandono progresivo de la exigencia profesional, convertida en un mercantilismo puro, es lo que nos está correspondiendo vivir. Estas son las consecuencias de haber convertido la educación en un negocio. Si hay que quejarnos, protestar, de lo que nos está tocando vivir, miremos el cuento completo, es la única manera de proceder al cambio, a la decisión de mejorar. Es vital ser consciente de la importancia de la educación en el progreso y desarrollo de un país.
Comments