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Juan de Dios Guevara / Reducir las desigualdades (3 de 4)


Cerca de la mitad de la riqueza mundial está en manos del uno por ciento de la población, que posee en conjunto unos 110 billones de dólares (81 billones de euros). La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.


El informe “Gobernar para las élites: secuestro democrático y desigualdad económica” concluye que la concentración del 46 por ciento de la riqueza en manos de una minoría supone un nivel de desigualdad “sin precedentes”, que amenaza con “perpetuar las diferencias entre ricos y pobres hasta hacerlas irreversibles”. El texto se publicó en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), una reunión de los líderes económicos mundiales, en la que se analizan los problemas más acuciantes del mundo y se trata de aportar soluciones para las crecientes situaciones de desigualdad. Se calcula además que hay 18,5 billones de dólares (13,6 billones de euros) no registrados y en terceros países de baja tributación, por lo que en realidad la concentración de riqueza es mucho mayor.


Sin embargo, en los últimos años, en promedio más de 200 personas cada año se han ido incorporando al club de los multimillonarios cuya fortuna supera los mil millones de dólares, formado por 1.426 personas que concentran una riqueza de 5,4 billones de dólares (casi 4 billones de euros). En la última década el patrimonio de personas que superaban los 1,000 millones de dólares pasó de 157 a 447, llegó a superar los 500. Lo interesante es que de los 500, sólo 27 no han estudiado, 167 la han heredado y todo el resto se la ha hecho. Este dato nos permite medir el desarrollo, la capacidad de ahorro, la competitividad, la inversión y la innovación, de la que son capaces algunos, pero cuál es el límite si es que lo tiene y a qué nos está llevando estas diferencias tan marcadas. La riqueza neta de las 10 personas más opulentas es 1.5 veces mayor que el ingreso conjunto de todos los países menos adelantados


La notoria disparidad en el ingreso de los habitantes del planeta, merecen nuestra más grande preocupación, reflexión y emprendimiento para revertir esta descabellada situación: El 0,7% de la población controla el 41% de la riqueza mundial


En un gráfico piramidal publicado por el portal Business Insider se aprecia cómo la cúspide de la pirámide está ocupada por 32 millones de personas, que representan el 0,7% de la población adulta mundial. Se trata de los ultra ricos, que controlan 98,7 billones de dólares (el 41% de la riqueza mundial).


En el segundo nivel se ubican 361 millones de súper ricos (7,7% de la población), que amasan juntos 101,8 billones de dólares (el 42,3 % de la riqueza mundial). Les siguen los simplemente ricos, 1.066 millones de personas (22,9%), que controlan 33 billones de dólares (13,7%).


La parte baja está ocupada por los restantes 3.207 millones de personas o el 68,7 % de la población mundial, que dispone solo de 7,3 billones de dólares (3% de la riqueza mundial).


En esta misma línea, un estudio anterior confirmó que las 300 personas más ricas del planeta atesoran más que 3.000 millones de pobres.


Tenemos que adaptarnos a enfrentar el reto que significa bajar el incremento en los pocos meses de la pandemia del 24 al 27% de pobreza, que significa tener ahora unos 9 millones de pobres de los 33 millones de peruanos, y seguir bajándola, luego de haberla bajado del 54% en el 2000


Los efectos de esta crisis, sobre la pobreza pueden ser fatales, sino se establece estrategias de desarrollo de productos de fácil producción y de concentración de mano de obra. Así lo hicieron con éxito los países asiáticos. Es necesario aprender a tener en cuenta el factor humano, por tratarse del único factor de producción que no está limitado como ocurre en el caso de la materia prima o el capital. El hombre, el cerebro humano, la fantasía y la creatividad humana no tienen límites. Por ello es necesario desarrollar no sólo competitividad en nuestras empresas sino en nuestra sociedad, por eso es preciso un cambio de mentalidad, un cambio que implique una renuncia del statu quo, de la ayuda. Que deje de decir, pensar o sentir, que pueden hacer por mí y no, que puedo aportar a mi sociedad


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