Hace unas semanas leía una de las columnas de Aldo Mariátegui en la cual apostillaba sobre el hecho de que el más de un millón de venezolanos que han migrado, en miserables condiciones, de este nuevo paraíso socialista en el que se ha convertido Venezuela, gracias al socialismo del Siglo XXI, fueran el ejemplo viviente de la tremenda capacidad destructiva de la ideología y el modelo económico comunista.
Esto, decía Mariátegui, debería hacer imposible la irrupción de una candidatura de izquierda, siquiera moderada, en el escenario de la segunda vuelta aunque, seguía diciendo el artículo, también tuvimos un considerable contingente de cubanos que, en los ochenta, invadieron la embajada del Perú en La Habana y terminaron como asilados en el parque zonal Túpac Amaru en el distrito de San Luis (lo que hoy es la Videna) huyendo de ese otro paraíso socialista en el que se convirtió Cuba desde fines de los sesenta y, cosa rara de esas que ocurren solo en este país, ese mismo año en noviembre Lima escogió a Alfonso Barrantes Lingan como su primer alcalde de tendencia izquierdista.
A la luz de lo que viene ocurriendo en esta campaña presidencial, y a contrapelo de lo afirmado por Mariátegui, a quien leo diariamente con fruición, no parecería tan extraño ni lo de Barrantes ni lo de ahora y es que, muy probablemente, se hallan infiltrados entre los refugiados venezolanos (además de los médicos cubanos que trajo el Doctor Muerte) algunos “embajadores” que son estratégicamente colocados en los países que todavía no pertenecen a la órbita de La Habana y que serán nuevamente los que financien con sus recursos, cuyo ahorro tanto sacrificio ha significado a los nacionales, los devaneos de la revolución.
Ya consumieron los recursos de Cuba y están cerca de agotar los de Venezuela; es necesario, entonces, buscar nuevos pelotudos (ahora que el término está tan vigente) que puedan seguir bancando una ideología que ha demostrado sobradamente que es incapaz de producir un mango. Ya le pusieron la puntería a Chile y a Colombia, parecería que somos los siguientes en la lista, con la diferencia de que nosotros estamos entrando al matadero por propia voluntad y con un entusiasmo digno de mucho mejor causa.
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