El precio del cobre alcanzó el viernes pasado su máximo histórico, ante una mayor demanda generada por el temor de una nueva interrupción de la cadena de suministro, en un contexto de reservas mundiales históricamente bajas y un aumento de costos de producción inducidos por el encarecimiento de la energía. Sin embargo, a diferencia del petróleo, el precio del cobre podría disminuir si se profundiza el impacto recesivo de la guerra en Ucrania, en un entorno de subida de las tasas de interés en las economías desarrolladas. Rusia produce apenas el 3,5% de la oferta mundial de cobre.
Ante la creciente incertidumbre los inversionistas han aumentado su aversión al riesgo, lo que ha castigado el mercado de acciones, induciendo a refugiarse principalmente en el oro, en bonos soberanos en yenes, francos suizos y el dólar.
La brecha entre rendimientos de los bonos del tesoro de Estados Unidos a plazo de 2 y 10 años se ha estrechado, anticipando un crecimiento económico en desaceleración. Una curva de rendimientos que se torna invertida (con tasas más altas para la deuda pública a corto plazo respecto a la de largo plazo) brinda un pronóstico fiable de una próxima recesión.
Si bien por ahora no se vislumbra que la Reserva Federal vaya a abandonar su política de elevación de tasas referenciales, las expectativas se inclinan a que la progresión de las alzas sufriría un retardo.
Todo va a depender de la respuesta de Rusia a las amenazas de represalia económica por parte de Estados Unidos, Europa y otros países. Algunas de las sanciones anunciadas han sido muy ruidosas en los cónclaves diplomáticos, pero de baja efectividad en la práctica. Es el caso de la anunciada exclusión de los bancos rusos del sistema de pagos SWIFT europeo, que en los hechos se ha circunscrito a bancos que no representan más allá del 25% de las operaciones.
Las represalias económicas están empujando a Putin a los brazos de China, que también es opuesta a la incorporación de Ucrania y otros países del entorno ex soviético a la OTAN. Tanto China como Rusia han venido apostando desde hace tiempo a un debilitamiento del dólar y al fortalecimiento de sus monedas, con respaldo de oro. China se ha convertido en un aliado estratégico fundamental para Putin, y posiblemente sea una importante fuente de financiamiento de la invasión de Ucrania.
Mientras Rusia aspira a consolidar su patio trasero, China apunta a expandir y consolidar su influencia económica hacia los países poseedores de los mayores yacimientos de materias primas, a fin de convertirlos en proveedores baratos para viabilizar su estrategia hegemónica en la exportación de bienes industrializados con alto valor agregado, para poder dar pleno empleo a su masiva población. En medio de esta lucha de titanes, pequeños países en desarrollo como el Perú deben mantener los ojos bien abiertos.
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