De todos los movimientos políticos del siglo XIX que denuncia Nietzsche – desde el socialismo al liberalismo – con quienes es más duro es con los anarquistas, a quienes llama “perros anarquistas, “manada de animales morales”, debido a que su moral está sustentada en “un veneno” producido por el resentimiento, la política rencorosa de los débiles y miserables; la moral del esclavo. Esta moral se caracteriza por una actitud de resentimiento y odio generado por la impotencia ante los poderosos. Para Nietzsche el resentimiento es un sentimiento absolutamente negativo, una actitud para negar lo que la vida afirma, diciendo “no” a lo diferente, lo que está “fuera” o lo que es “otro”. [4]
Subraya que mientras el resentimiento está orientado hacia el exterior, la moral noble se justifica sobre sí misma. Mientras el amo dice: “yo soy bueno”, y añade en último término, “por lo tanto x es malo”; el esclavo dice lo contrario: “Él (el amo) es malo, por lo tanto, yo soy bueno”. Esta postura reactiva muestra incapacidad para definir nada si no es en oposición a otra cosa. Es la postura reactiva de los débiles que se definen por oposición a los fuertes y que necesitan de la existencia de ese enemigo externo para identificarse ellos mismos como “buenos”. Quien piensa como esclavo no puede actuar sin la existencia de un amo al cual oponerse. [5]
Al postular la destrucción de todo tanto Abimael Guzmán como Vladimir Cerrón se colocan en la piel del esclavo resentido frente al amo. Asumen una actitud anarquista que enarbola la promesa de una “patria libre” construida desde los escombros para que sea verdaderamente una “patria nueva” para “su pueblo”, entendido como población andina (que supuestamente lideran).
La pintan de “grandes mayorías” frente a una supuesta élite de raza blanca hispánica (en realidad mayormente mestiza), que es la clase explotadora que detenta el poder. No se percata de que ese “pueblo” no pasa del 27% de la población peruana. Tampoco percibe su alto grado de mestizaje, pues sus apellidos son predominantemente hispánicos. Para compensar su minusvalía numérica, buscan crear colectivos resentidos (los maestros, los ronderos) o aprovecharse del resentimiento histórico de ciertas etnias oprimidas por las mafias de la minería ilegal, para generar odio hacia toda inversión minera, incluso aquella respetuosa del ambiente.
En oposición a esta visión maniquea de la realidad social del país, desde la derecha extrema también hay líderes narcisistas malévolos que propalan el odio contra los homosexuales, la población de origen andino, las feministas, ciertos extranjeros, etc. Colectivos que al ser odiados también se convierten en odiadores. Felizmente esta derecha no es hegemónica y la mayoría de la población peruana se ubica en el centro del espectro político.
El extremismo anarquista que pretende imponer Cerrón, no se inmuta enriqueciéndose y darse la gran vida con los recursos del erario público. Enaltece al pueblo en el discurso mientras lo empobrece en la acción. Un pueblo unido a la fuerza y siempre sometido, como lo fue en la URSS y los países de Europa del Este hasta antes de la caída de la Cortina de Hierro, y lo sigue siendo en Cuba, Venezuela, Corea del Norte, etc.
Vivimos en una vorágine de resentimiento que se retroalimenta desde la ultra izquierda y desde la ultra derecha, retroalimentada por quienes practican la teoría de la agudización de las contradicciones, para hacer que se precipite el momento revolucionario. Por ello en la propaganda masiva que viene desplegando Perú Libre a través de las cadenas de radio y televisión de provincias, la “Asamblea Constituyente” lleva la munición del resentimiento bajo el disfraz de un idealismo igualitario.
A través de la propaganda se esparce el resentimiento entre las masas, en sus vidas cotidianas. Así como los líderes narcisistas malévolos anarquistas imprimen el odio de los excluidos, también hay narcisistas malévolos que desde la otra orilla infunden el odio opuesto no sólo en las clases dominantes sino también en las clases medias. Por ambos bandos se infunde un mito racista que se machaca todo el tiempo para fortalecer al caudillo. Nadie puede situarse al medio sin ser petardeado. La sociedad termina dividida entre resentidos indignos y “cojudignos”. En esta categoría estaría yo y todo aquel que sea un crítico no resentido.
En el fondo se trata de un juego de guerra que viene sumergiendo al país en la crisis política más aguda que haya vivido el Perú desde la Guerra del Pacífico. De proseguir por esta senda, estamos conminados a perder todos soga y cabra. Lamentablemente son pocas las voces conscientes de lo que está en juego. En el Congreso sigue predominando el mercantilismo y los partidos políticos no atan ni desatan. No hay por ahora un liderazgo capaz de buscar salidas de paz y desarrollo previa deposición de armas. Ni por el lado de Castillo ni de la oposición. Así estamos. ¡Una pena!
Referencias:
[3] Véase Friedrich Nietzsche, “Genealogía de la moral”, ed. Keith Ansell-Pearson, Cambridge University Press, Cambridge, 1994. También Saul Neuman, “El anarquismo y la política del resentimiento”, ensayo que hace una crítica al anarquismo clásico, utilizando el concepto nietzscheano de “resentimiento” y las ideas de Michel Foucault sobre el poder.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
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