¿Reforma o anti-reforma tributaria?
Vamos a hacer una reforma tributaria que garantice el financiamiento de los nuevos gastos que piensa hacer el gobierno, ha dicho el ministro de economía, Pedro Francke. Y vaya qué gastos está pensando hacer: seguir repartiendo más bonos a la población (como si el país recomenzara la cuarentena absoluta); nombrar a decenas de miles de maestros contratados (así no hayan pasado aprobatoriamente con una evaluación), entregar S/ 1.000 millones a esos maestros por concepto de “deuda social” (habrá que calcular luego cuánto será la “deuda social” con policías, enfermeras, médicos, etc.), transferir S/ 3.000 millones a gobiernos regionales y locales para “destrabar proyectos”, préstamos estatales para el agro, la industria y el turismo, etc.
Francke asegura que su reforma tributaria permitirá recaudar S/ 12.500 millones anuales. Sin embargo, el paquete anunciado contiene una mezcla de subida de tasas impositivas que ahuyentarán la inversión (afectando la recaudación), con medidas efectistas de baja recaudación (como elevar el impuesto selectivo a autos de más de US$ 200 mil, que son escasísimos en el parque automotor quechuoslovaco, incluso sumando el Maserati que se compró Mocha García en Uruguay y el Lexus full equipo al que se aúpa el propio Francke).
Entre ellas, cabe resaltar las siguientes: (1) aumentar las tasas y el efecto recaudatorio del impuesto a la renta de las personas naturales; (2) elevar la progresividad y el efecto recaudatorio del régimen tributario de las empresas mineras; (3) prohibir la aplicación de egresos por pagos de coimas como gasto deducible en el cálculo del impuesto a la renta; (4) gravar la distribución de dividendos de las empresas; (5) elevar la tasa efectiva del impuesto a la renta por ingresos de primera y segunda categoría (alquileres, venta de inmuebles, intereses, dividendos, regalías, enajenación de acciones, etc.); (6) establecer el cobro de IGV a los servicios brindados por plataformas digitales no domiciliadas en el país (Netflix, Spotify, etc.); (7) elevar las tasas del impuesto selectivo al consumo para bienes sujetos a dicho impuesto (cigarrillos, licores, cerveza, vehículos motorizados); (8) elevar el impuesto predial; (9) crear un régimen simplificado del impuesto a la renta para Mypes; y (10) Modificar el régimen único simplificado (RUS) y suprimir el régimen especial del impuesto a la renta y el régimen ‘Mype tributario’.
¿El fisco peruano necesita elevar sus ingresos? Por supuesto que sí. En 2021 el Perú tiene una presión fiscal (% de ingresos fiscales respecto al PBI) cercana al 20%, debajo del promedio latinoamericano (23%). Estamos a un nivel similar al de Ecuador (20,1%) y Colombia (19,7%), por encima de México (16,5%) y Panamá (14,1%), aunque debajo de Brasil (33,1%), Argentina (28,6%) y Chile (20,7%).
Somos un país que recauda poco y, lo poco que recauda, lo gasta pésimo; en una frondosa burocracia y en obras mal priorizadas, mal diseñadas y ejecutadas. Sin embargo, no es con anuncios efectistas ni con la pistola en la sien de los ciudadanos de a pie y de las empresas, que se podrá lograr ese cometido. La baja recaudación obedece principalmente a tres causas concurrentes: la informalidad, la evasión y la elusión tributaria.
Es un sueño de opio creer que se va a recaudar mucho más subiendo las tasas impositivas y olvidándose de combatir las reales causas de la escualidez fiscal. Por ello, más que pensar (con el ojo picado o el hígado hincado) en subir las tasas impositivas, hay que diseñar un plan riguroso focalizado en 3 objetivos a mediano plazo: (1) reducir drásticamente la informalidad empresarial y laboral, elevando la competitividad y rentabilidad de las Mypes y promoviendo el empleo juvenil calificado; (2) reducir progresivamente la evasión tributaria; y (3) reducir progresivamente la elusión tributaria.
El Perú es el país con mayor informalidad laboral y uno de los tres países con mayor informalidad económica en América Latina. Al estar excluidas más del 90% de las empresas del circuito económico formal, más del 70% de la recaudación es cubierta por las grandes empresas y la fuerza laboral formal.
Además, aquí la evasión tributaria equivale al 8% del PBI, razón por la que dejamos de recaudar el 36% en IGV y más del 50% en impuesto a la renta; tasas que están entre las más altas del mundo. Evadir significa actuar fuera del marco de la ley o infringiéndolo abiertamente para no pagar impuestos o reducir la carga tributaria. Evade impuestos todo aquel que teniendo un negocio permanente no está inscrito en la SUNAT, como también todo aquel que habiéndose inscrito no declara impuestos, o aquel que declara falseando.
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