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Jorge Chávez / Castillo jugando al jaque mate (2 de 2)


Él y Cerrón saben bien que los 50 votos que han logrado juntar con sus aliados son insuficientes para aprobar una reforma a la Constitución en una legislatura y un posterior referéndum, mientras que la oposición cuenta con 80 votos asegurados, con los cuales podría fácilmente conseguir la negación de confianza, pues sólo requiere de 66 de los 130 votos.


Si la oposición pisara ese palito se toparía con el inconveniente de que no cuenta con dos tercios del total de 130 votos (87 votos) necesarios tanto para declarar la vacancia de Castillo a la presidencia como para nombrar a los miembros del Tribunal Constitucional que en su momento tendrían que pronunciarse sobre la constitucionalidad de la vacancia. [1]


En estas circunstancias, ante la disyuntiva de darle la confianza o negarla al triste “gabinete Cerrón”, lo más sensato en pro de la gobernabilidad sería dársela y en paralelo ofrecerle a Castillo todo el apoyo del Congreso si él opta por corregir el rumbo funesto con el que ha arrancado su gobierno. Desde ahora sería bueno abrir una ventana de diálogo que lo persuada de la conveniencia de que cambie de premier y reemplace a los ministros que menos dan la talla.


De paso, con este gesto la oposición haría una suerte de mea culpa, por la guerra legal y mediática sin cuartel desplegada para invalidar un resultado electoral reconocido como ejemplar por la OEA y países significativos, a pesar de las típicas irregularidades que suelen presentarse en toda elección.


No haber reconocido a tiempo el triunfo de Castillo hizo que un gran contingente de peruanos se movilizara desde las provincias hacia Lima, realizando una vigilia sacrificada, la que no hubiese sido posible sin el soporte logístico de Cerrón.


En ese ínterin éste pudo demostrarle a Castillo que sin él corre el riesgo de morir políticamente, tal como Montesinos convenció a Fujimori de que sin él su vida corría peligro, encapsulándolo en el Círculo Militar antes del 28 de julio de 1990, para evitar que recibiera influencia de terceros. Fue así que tomó control absoluto del gobierno y del rumbo dictatorial que tomó, en el cual Fujimori se convirtió virtualmente en un rehén.


Durante la campaña de segunda vuelta, fue evidente la voluntad de Castillo de distanciarse de Cerrón y correrse hacia el centro, pensando en que podría hacerlo una vez que ganara la elección y fuera proclamado, intentando organizar su propia base de poder. Sin embargo, hoy por hoy es un hecho que están más unidos que nunca, aunque eso tampoco significa que no existan fisuras en sus respectivas visiones. Castillo es muy desconfiado, sobre todo porque desconoce quién es quién en esferas distantes de su experiencia sindicalista y política provinciana. Por el bien del país esa desconfianza debe revertirse, al menos para llegar a acuerdos básicos que contribuyan a la gobernabilidad y, de paso, al éxito de su gobierno.


Jugar al jaque mate con la oposición no es provechoso para Castillo, pues su oponente dispone de más fichas en el tablero. Inversamente, si la oposición es la que adopta ese objetivo de juego, la platea provinciana se pondrá chúcara y Cerrón se fortalecerá más y radicalizará a sus huestes. Cualquiera de ambos que dé jaque mate se lo estará dando al Perú entero, que acabará en una cruenta guerra civil fratricida o en un golpe militar. Estamos a tiempo de evitarlo.


[1] Con sus 80 votos, en cambio, la oposición sí podría censurar ministros como también insistir en leyes observadas por el ejecutivo, porque para ello sólo se necesita de 66 votos.


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