El presente artículo se publica con el permiso del boletín Alerta Económica, producido por MAXIMIXE.
El Covid-19 ha desbarajustado completamente la economía mundial, al punto que en 2020 la producción mundial decrecerá en torno a 2%, debido a una severa recesión en Estados Unidos, Europa y Japón. El PBI norteamericano retrocederá cerca de 4%, en contraste con el 1,9% de expansión que se esperaba en diciembre de 2019, mientras que en la Eurozona el desplome será cercano al 6%, en contraste con el 1,2% de crecimiento que se aguardaba a fines de 2019. Japón, por su parte, caerá más del 4%.
La caída de la economía mundial en 2020 sería más calamitosa si China entrara en recesión. Felizmente hasta ahora parece ser que resistirá las presiones depresivas externas aumentando la demanda interna, lo que le permitiría crecer poco menos que 2%, una tasa mucho menor al 5,8% proyectado en diciembre último. India seguirá sobresaliendo como la economía de mayor crecimiento, pudiendo crecer 3,4% en 2020, debajo del 5,8% de 2019 y el 6,8% de 2018.
El Covid-19 ha derrumbado la oferta mundial y, al hacerlo, ha generado un impacto muy depresivo en la demanda mundial, que se reflejará en una caída estrepitosa del comercio mundial. Según la Organización Mundial de Comercio, en 2020 éste decrecerá entre 13% y 32%, el cual venía ya afectado desde 2019 por el exuberante proteccionismo impulsado por Donald Trump.
Según la CEPAL, para América Latina esto puede significar un retroceso de 15% en el valor de sus exportaciones, debido a una caída de 8,8% en precios y de 6% en volumen. La desaceleración económica de China afectará más a los países que le exportan materias primas que son procesadas allá, como es el caso del Perú. Entre ellas, el cobre, el zinc y el hierro. Los mercados financieros se han visto más afectados aun por la pandemia. La volatilidad alcanzó un pico histórico agudizando la aversión al riesgo de los inversores, lo que originó salidas masivas de capitales desde los mercados emergentes y una depreciación bastante generalizada de las monedas regionales respecto del dólar, fuertes aumentos en los niveles de riesgo soberano y una ralentización de los flujos de capitales del exterior, incluyendo las remesas, que podrían contraerse entre 10% y 15%. El flujo de turistas a la región también disminuiría entre 20% y 30%.
Todo este cuadro hace que América Latina esté entre las regiones del mundo más recesadas en 2020, al aguardarse una caída de su PBI en 5,3%. Brasil y México, las dos economías más grandes de la región, experimentarán caídas de su PBI de entre 3,5% y 5,2% y de entre 6,5% a 8,5% respectivamente.
Más allá del 2020 es muy difícil prever lo que va a pasar, por la elevada incertidumbre reinante. Sin embargo, desde ya se puede avizorar que el Covid-19 generará un freno marcado al proceso de globalización y un mayor ímpetu a las políticas de seguridad alimentaria. La recuperación económica sería más lenta de lo deseable debido a que la pandemia dejará una aguda desincronización entre oferta y demanda de carácter estructural.
Los mercados globales se han desorganizado, afectados por la perspectiva de cambios agudos en los patrones de consumo y de inversión, con impacto fuerte en los precios relativos e impacto acelerador de los procesos de sustitución de insumos y de fuentes energéticas fósiles por fuentes renovables.
Las ciudades tendrán que reorganizarse en centralidades que eviten la movilidad excesiva de la población. Las políticas sociales deberán poner más énfasis en la satisfacción de necesidades básicas que en ingresos. Los países no podrán contentarse con la búsqueda de una mayor competitividad. Si la competitividad no contribuye a la sostenibilidad del ambiente y a reducir la desigualdad del ingreso y la riqueza será una competitividad espuria.
Comments