(Publicado previamente en Alerta Económica de MAXIMIXE)
En costa, sierra y selva campea la minería y la tala ilegal, y se deforestan cada año 150 mil hectáreas de bosques. Los esfuerzos de reforestación son prácticamente nulos y ya hay acumuladas 12 millones de hectáreas de bosques deforestados.
Si bien el Perú se ha comprometido internacionalmente a reducir en 30% sus emisiones respecto al crecimiento anual proyectado hacia 2030, y a promover la inversión privada orientada a mejorar la resiliencia climática, poco es lo que se ha avanzado en el desarrollo de proyectos con impactos ambientales positivos, que reduzcan las emisiones de carbono, que eleven la eficiencia energética, el acceso y la calidad del consumo de agua, que mejoren la gestión de desechos, que sustituyan combustibles fósiles por energías renovables, que mejoren el uso de los suelos, que conserven los bosques, que protejan la biodiversidad, que mitiguen el efecto global del transporte y la infraestructura en el calentamiento del ambiente; y, sobre todo, que restaure los bosques, devolviéndoles su capacidad de generación de oxígeno.
Una palanca financiera para impulsar estos proyectos puede ser la emisión de ‘bonos verdes’, que son títulos de deuda emitidos por empresas o gobiernos, con el compromiso de canalizar los fondos recaudados a financiar proyectos de carácter ‘verde’; o sea, que tengan un impacto positivo en la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero o en la adaptación de territorios vulnerables al cambio climático.
Si bien los bonos verdes y los bonos de carbono se tranzan en el mercado, a diferencia de los primeros, los segundos no son títulos de deuda sino de reconocimiento de las reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero (huella de carbono), por lo que tienen un valor que va fluctuando en función a la demanda de las empresas que han cumplido con registrar su huella de carbono y necesitan reducirla. Una empresa genera huella de carbono a partir del reconocimiento de sus procesos de combustión, la mantención de flotas de vehículos propios, el consumo de electricidad, la generación de desechos y las emisiones generadas por sus proveedores.
Hay tres tipos de bonos verdes: los bonos de deuda corporativa, los bonos respaldados por préstamos al consumidor para financiar cambios de hábitos de consumo (como la emisión realizada por Toyota por 1,750 millones de dólares para financiar la compra de coches eléctricos e híbridos), y los bonos emitidos para financiar proyectos específicos de carácter verde.
Se necesita construir un banco de proyectos verdes debidamente certificados, para lo cual es imprescindible consolidar una institucionalidad público-privada, reglas claras para empresas inversoras y financiadoras e incentivos condicionados a resultados.
Actualmente existe una creciente disposición a obtener financiamiento a bajo costo para proyectos verdes, en la medida que se sustentan con detalle. Se trata de proyectos cada vez más rentables económica y financieramente, aunque son sensibles al horizonte de planeamiento, a los precios, al momento en que se generan los ingresos, a los costos de certificación y a la tasa de descuento (que van de 6 a 12%).
He decidido acompañar la plancha presidencial que lidera George Forsyth para el período 2021-2026, porque compartimos las mismas ganas de inyectar aire limpio a la política peruana y realizar las reformas profundas que necesita el Perú. Entre ellas, la transformación de la economía peruana en una economía verde. Claro está, siempre que el pueblo peruano nos dé su confianza en las ánforas marcando la Campana.
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