(Publicado previamente en Alerta Económica de MAXIMIXE)
La pandemia del Covid-19, como otros males de la humanidad, tiene su origen en el desequilibrio de los ecosistemas y la crisis climática mundial. En los últimos años venimos siendo testigos de una pérdida acelerada de los mantos de hielo en la Antártida y el Ártico (inédita en los últimos 500 años), los glaciares han reducido su balance de masa por 31 años consecutivos, habiéndose alcanzado niveles excepcionalmente altos en las emisiones de CO2, en las temperaturas terrestres y oceánicas, el nivel del mar y su grado de acidez.
A vista y paciencia de los estados nacionales y las empresas, la humanidad marcha camino a un despeñadero de creciente escasez de alimentos, hambruna, pandemias, desastres naturales, inundaciones y desplazamientos de poblaciones enteras.
A pesar del confinamiento y la parálisis de muchas actividades económicas por efecto de la pandemia, a principios de mayo de 2020 se observó la mayor concentración de gases de efecto invernadero en la historia [1], llegando al récord histórico de 418.12 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono en la atmósfera, por encima de las 411 ppm en 2018 y las 357 ppm en 1994. La reducción de la actividad económica apenas logró ralentizar el calentamiento global, el cual seguirá aumentando según los científicos del servicio meteorológico del Reino Unido y la institución Scripps de Oceanografía.
Las emisiones de CO2 producidas por actividades humanas provienen de la combustión de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), pero la deforestación, la erosión del suelo y la ganadería son también fuentes importantes. Por ejemplo, en Perú y Brasil la deforestación se ha agudizado durante la pandemia, motivada por la tala ilegal, la instalación de monocultivos mecanizados de especies exóticas como la palma aceitera y la soya y los incendios forestales. [2]
Lamentablemente, en plena pandemia, la corrupción ambiental ha venido agudizándose de manera dramática. El calentamiento global sumado a la deforestación está haciendo que el clima sea más seco, pudiendo convertirse gran parte de la selva tropical en una sabana. [3] Ante tanta depredación y abuso, el Estado peruano sigue ciego, sordo y mudo, sin siquiera contar con un sistema integral de monitoreo de los niveles de contaminación del aire, de los ríos, del mar.
Mientras esto pasa en la selva, las ciudades son jolgorios de inmundicia; sin rellenos sanitarios, sin procesamiento de aguas residuales y sin acceso adecuado a servicios de agua potable y alcantarillado de calidad. Pero eso sí, nuestras ciudades baten récords de emisión de CO2, a pesar de los centros de revisiones técnicas de vehículos. Sólo en Lima fallecen cada año 15 mil personas por efecto de la contaminación del aire.
Referencias:
[1] Fuente: Observatorio Mauna Loa.
[2] La mayoría de incendios vistos en la Amazonía son provocados por personas dado que, a diferencia de los bosques europeos, aquí las copas de los árboles permiten atrapar la humedad, actuando como una barrera natural contra el fuego. los vínculos con la ganadería y la tala, porque la ganadería involucra la quema de árboles y la tala hace que el bosque sea más inflamable
[3] La Amazonía está cerca a su punto de no retorno o de transformación abrupta, pues la deforestación ha acabado con el 17% de su vegetación y al llegar entre el 20% y el 25% es muy probable que más del 50% derive a un paisaje degradado de baja biodiversidad, tipo sabana. Nobre, Carlos; Lovejoy, Thomas E. (febrero 2018), «Amazon Tipping Point», en revista Science Advances.
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