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Jorge Chávez / El costo de soslayar el Coronavirus y la deforestación


El presente artículo se publica con el permiso del boletín Alerta Económica, producido por MAXIMIXE.


Mientras en Perú, con gran ignorancia y desparpajo, se trata al coronavirus como si fuera un problema minúsculo, de bajo nivel de contagio e impacto letal, la progresión de contagiados y muertos crece exponencialmente en todo el mundo y ya muestra sus colmillos dentro de nuestras fronteras. De hecho, ya ha ingresado raudo a América Latina y Perú, que hasta hace pocos días no observaba ningún caso, ya registra siete.


La amenaza del coronavirus es mucho mayor a la del dengue, a pesar de que éste ya afecta a miles de peruanos, dado a que ya tiene cura o tratamiento conocidos, mientras que aquel es nuevo y muestra una expansión exponencial y no tiene cura conocida hasta el momento.


Existe evidencia científica que sustenta la tesis de que la aparición de virus desconocidos como el coronavirus obedece a la deforestación de los bosques y selvas, que a su vez tienden a ocasionar la desaparición de las especies.


En las última 4 décadas se ha depredado el 30% de la superficie forestal nativa del sudeste asiático, masa forestal que ha sido reemplazada por plantaciones de monocultivos y asentamientos humanos. Al desaparecer el hábitat natural de la fauna salvaje que habitaba allí, ésta tuvo que refugiarse en torno a las construcciones humanas, dándose las condiciones para que una de estas especies -los murciélagos- se conviertan en el origen de la epidemia del coronavirus, al dar un salto de dicho animal al ser humano[1].


Ahora bien, siempre un virus nuevo implica un mayor nivel de riesgo en la medida que no se conozca el tratamiento que permita su cura. Sin embargo, el surgimiento del virus del dengue en América Latina es una historia muy parecida a la del coronavirus en el sudeste asiático.[2]


El principal problema del coronavirus es la alta velocidad de contagio, aunque hasta ahora parece que sólo el 14% adquiere una enfermedad grave y alrededor del 5% llega a volverse crítico.


Sin embargo, mientras no tenga cura, el coronavirus puede mostrar una velocidad de expansión exponencial, puesto que es muy posible que la data reportada por China subestime las cifras de contagio y letalidad.  Según expertos, un solo coronavirus puede generar hasta 100 mil ‘hijos’ a partir de una sola célula humana; o sea, 100 mil copias de sí mismo en menos de 24 horas[3].


Si bien en promedio una persona infectada puede contagiar la enfermedad a menos de un individuo susceptible, en circunstancias en que la gente continúe teniendo contacto físico sin darle importancia a la prevención, ocasionalmente una persona pude contagiar a decenas o centenares de personas.


El problema se agrava debido a que aún no se conoce la proporción de casos de contagios que no presentan síntomas, por lo que no han sido detectados por las autoridades sanitarias. Además, tampoco se sabe cuál será la incidencia de las cuarentenas o el aislamiento de infectados en el contagio futuro del virus.


Ya van más de 107 mil casos de contagio a nivel mundial, en más de 100 países, de los cuales más de 80 mil están en China, donde ya hay 3.646 decesos por esta causa, de un total de 3.097 en todo el mundo. En Italia el coronavirus se ha propalado de manera exponencial, habiendo generado hasta ahora 7.375 contagios y 366 muertes. Le sigue Irán con 6.566 casos y 194 muertes y Corea del Sur con más de 7 mil casos y 50 muertes.


Ante la inusitada rapidez con la que viene expandiéndose el virus, varios países han decidido cerrar sus fronteras con China e Irán, y han prohibido el ingreso de viajeros provenientes de Italia, España y Francia, entre otros.


A pesar de la gravedad y velocidad de la epidemia del coronavirus y su inminente conversión en pandemia, muchos países han preferido no tomar medidas drásticas de prevención, para evitar el consiguiente costo económico.


Pero otros países, como Italia (un poco tarde), se han visto en la necesidad de poner en marcha un plan de prevención que contempla medidas drásticas, como la inmovilización de la población de varias provincias, aun a sabiendas de que ello acarreará un gran costo económico.


Irak, por ejemplo, ha suspendido las clases y ha suspendido cines, teatros, conciertos y eventos deportivos de concurrencia masiva, mientras que India ha cancelado el ingreso de turistas procedentes de China y de otros países. Vietnam, por su parte, ha suspendido los vuelos con China, no permite la entrada a viajeros que provengan de ahí, ha restringido la entrada de coreanos, ha cerrado los colegios y ha puesto en cuarentena a miles de personas.


De todo este panorama se puede extraer varias lecciones. Primero, que todo plan de contención del virus debe ser temprano. Mientras más tarde se adopte mayor será el costo económico y de vidas humanas.


Segundo, entre las medidas urgentes que el gobierno peruano debería adoptar, está la protección del personal de la salud, la capacitación de la población para que adopte medidas de precaución y protección, especialmente respecto a la población más vulnerable.


Tercero, es fundamental tomar medidas de contención y control estricto en los principales aeropuertos y fronteras, e incluso medidas de restricción de la entrada de turistas provenientes de zonas de alto riesgo.


Cuarto, toda persona infectada debe ser aislada y el aislamiento debe estar controlado. Las escuelas deben suspender clases, al menos aquellas que hayan detectado algún caso de contagio. Se debe restringir los encuentros masivos y las reuniones públicas, tales como conferencias, conciertos y eventos deportivos.


Por último, el gobierno de Vizcarra debería vigilar personalmente la política de supuesta “reforestación” que ha venido aplicando el Ministerio de Agricultura en comparsa con la ministra del ambiente, Fabiola Muñoz, que en 2019 arrojó una deforestación de 140 mil hectáreas de selva nativa, parte de ellas ubicadas en la zona oriental de Huánuco y Ucayali, donde la tala ilegal está asociada a la instalación de plantaciones de palma aceitera y ganadería.


Si no fuera por el operativo ‘Mercurio’ ejecutado por la Fiscalía de Delitos Ambientales en la zona ‘La Pampa’, Madre de Dios, a pesar de no contar con recursos mínimos para combatir a las mafias de la tala ilegal, la deforestación en 2019 podría haberse elevado a 200 mil hectáreas.


En el colmo de todos los colmos, el actual ministro de agricultura, Jorge Montenegro, se da el lujo de despedir al director ejecutivo del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), Luis Alberto Gonzales-Zúñiga, a través de su viceministra de Políticas Agrarias, Paula Carrión Tello. Notable pérdida para el sector forestal, puesto que se trata de un profesional competente, que había sido seleccionado por concurso y venía atreviéndose a impulsar medidas para prevenir la exportación de maderables provenientes de la tala ilegal, a contra corriente de la voluntad política en pro de la deforestación que ha mostrado el actual gobierno, posiblemente sin que el presidente Vizcarra se percate de ello.


[1] “Los murciélagos, de los que existen 1.300 especies, son el grupo de mamíferos que alojan un mayor número de coronavirus. Representan el 20% de todos los mamíferos y son reservorios de virus”. Además, las alteraciones ambientales originan estrés en los murciélagos, lo que parece provocar más virus en la saliva, orina y heces de estos animales. Jordi Serra-Cobo, biólogo del departamento de Biologia Evolutiva, Ecologia i Ciències Ambientals y del Institut de Recerca de la Biodiversitat (Irbio) de la Universitat de Barcelona (UB).


[2] “La quema de bosques en la selva del Amazonas para hacer campos de cultivos y poblaciones humanos provoca, además de una pérdida de hábitat, que haya charcas de aguas y, en ellas, muchos mosquitos. Esto aumenta la posibilidad de epidemias transmitidas por estos insectos, como por ejemplo el dengue”. “Esta epidemia del dengue sí que está directamente relacionada con los mosquitos y la pérdida de hábitats”. Jordi Serra-Cobo.


[3] Isabel Sola, investigadora del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), señala que cada vez que sucede este proceso la célula invadida es destruida, lo que puede producir neumonía y los demás síntomas de la enfermedad Covid-19. Cada vez que un virus infecta a una célula nueva se pueden producir mutaciones en el copiado de su secuencia genética que podría darle más letalidad. Aunque en una fase de expansión avanzada, esta tendencia podría revertirse.


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