El río tiene memoria, el corrupto… voracidad
Entre el ciclón YAKU y la Autoridad para la Reconstrucción ARCC
Una vez más, la naturaleza se encarga de desnudar las carestías sobre las que hacemos esfuerzo por construir patria, lamentablemente estos esfuerzos en un abrir y cerrar de ojos terminan esfumándose por obra y gracia de unas minorías, plagada de ineficiencias y altísima dosis transversal de corrupción que, desde los gobiernos, elegidos por nosotros, se encargan de destruir nuestras esperanzas y éstos terminan llenando sus cuentas bancarias.
El Yaku nos muestra como una pomposa organización, creada por M. Vizcarra y reforzada por quienes sucedieron el gobierno, lejos de cumplir su cometido termina siendo una vergüenza y afrenta técnica y moral para la dignidad de los peruanos; frente a este escándalo de corrupción, la presidenta Dina Boluarte no tiene mejor idea que reemplazarla por otra burocracia, los peruanos nos preguntamos ¿porque y para qué?2
Nos resistimos al aprendizaje y tenemos una capacidad enorme para desatendernos de los hechos que nos afectaron. Por ejemplo, la línea de tiempo nos da cuenta de la presencia del fenómeno El Niño en el año mil novecientos ochenta y tres y se establece que para el dos mil veintitrés, han transcurrido nada más, ni nada menos que cuarenta años, y han gobernado más de diez presidentes. Además, nos recuerda que tuvimos que lidiar en un segundo momento con El Niño, en mil novecientos noventa y ocho. Y nos volvió a golpear El Niño Costero, en el año dos mil diecisiete.
En los últimos 40 años hemos vivido, sufrido, tres Niños, cada vez más devastadores para las familias, la infraestructura y la economía; en conjunto, sus impactos equivalen al 13 % del Producto Bruto Interno, una riqueza tirada al agua y a las fauces de los cocodrilos que hacen su festín, cual gallinazos sin pluma, a costa del dolor, sufrimiento y atraso de los 33 millones de peruanos.
Parece que existe férrea oposición por cambiar la forma perversa de cómo ha y sigue organizado el Estado, reflejando que el actual modelo organizacional es adhoc para propiciar toda forma de corrupción. A los gobernantes3, frente a estos y otros fenómenos, les encanta las declaratorias de emergencia, que luego se concretiza en un reglamento trasnochado.
En los estados de emergencia, las autoridades y sus equipos de funcionarios tienen más libertad para programar los gastos. Se relajan los procedimientos para comprar y en consecuencia existe la probabilidad de inflar el bolsillo de algunos, como lo hicieron en plena pandemia del COVID 19 donde la vida de las personas fue canjeada por el latrocinio cometido por toda autoridad que tuvo la oportunidad de manejar los recursos públicos4.
La experiencia vivida nos muestra, que los organismos responsables de atender las emergencias se han especializado en repartir carpas, sacos, para ser llenados de arena, repartir bolsas de víveres, organizar campañas contra el dengue y enfermedades respiratorias. Trasladan a la población cuyas viviendas se inundaron a otros lugares y no son capaces de lograr el saneamiento físico legal de esas áreas, que permita titular y facilitar la inversión del Estado en viviendas dignas y seguras. Una sola perla basta de muestra, los pobladores de Cura Mori en Piura, afectados por el Niño Costero, siguen esperando lo que les prometieron.
En el Perú, no existe un proceso de reconstrucción exitoso, la incapacidad, el desinterés de la burocracia de cada uno de los gobiernos que hemos tenido sumado a la actitud permisible ante las mafias los trunca. Para no ir muy lejos, y aprovechando de la memoria de corto plazo de los peruanos, les diremos que con bombos y platillos se formó “la autoridad para la reconstrucción con cambio - ARC” y no es novedad que han cambiado de directores varias veces, y cuenta desde hace tiempo con un listado de obras, que tienen que ver con evitar la inundación de los pueblos, pero nunca se puso en marcha.
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